Cómo cuidar la planta carnívora Venus atrapamoscas: no hagas como Darwin, no le eches trocitos de carne
A pesar de sus fauces aparentemente peligrosas, nuestros dedos no tienen nada que temer. Sí que debieran preocuparles a moscas y gusanos, para los que sus hojas son una cárcel mortal. Al contrario de lo que se piensa, esta especie estrella de los viveros es muy sencilla de cultivar
En la película de La tienda de los horrores (1986) aparecía una planta de lo más peculiar. Su nombre, Audrey II, ya denotaba que era especial: para crecer necesitaba nutrirse de sangre humana. Una planta que se alimenta de animales, ¡vaya fantasía! Pero, sí, habría que tener en cuenta a centenares de especies que hacen lo mismo. Si bien no necesitan de nuestra carne, como Audrey II, sí que están esperando a que caigan en sus trampas insectos y otros pequeños animales para alimentarse.
El don que tienen las plantas para crecer en casi cualquier situación de cultivo imaginable les ha llevado a generar estrategias de lo más disparatado, a ojos de los mamíferos. En el caso de las plantas carnívoras se han adaptado a vegetar en medios con una alta pluviometría o ligadas a cursos de agua, donde las sales nutritivas del sustrato se ven disueltas. Así, han de prosperar en lugares poco fértiles. Por ello se sirven de trampas con las que cazar bichillos y microorganismos que completen su dieta diaria. De ellos extraerán el nitrógeno o el fósforo necesarios para formar hojas y completar sus ciclos reproductivos, que son muy demandantes de energía.
Se piensa que hay ciertas plantas, también comunes en campos y ciudades de España, que son precursoras en esto de consumir animales. Dos de ellas son la ubicua bolsa de pastor (Capsella bursa-pastoris) y la cardencha (Dipsacus fullonum), también llamado cardo cardador por su uso para esta función textil. En el caso de la bolsa de pastor, que podemos encontrar en cualquier acera de nuestros pueblos y ciudades, es su semilla la que libera un mucílago pegajoso que atrae a microorganismos como los nematodos. Al quedarse atrapados en ese líquido mueren, y será la nueva plántula que emerge de la semilla la que se aproveche de los nutrientes que poseía el incauto apresado y que hayan sido descompuestos por procesos naturales.
También el citado cardo es capaz de ahogar a pequeños insectos, esta vez en sus propias hojas. Estas, que crecen opuestas entre sí y sentadas sobre el tallo, forman una pequeña bañera en la base. Cuando llueve se rellena de agua, y allí van a perecer ahogados multitud de mosquillas y escarabajitos. De nuevo, se piensa que por la descomposición de las partes blandas de sus tejidos la planta es capaz de absorber esos nutrientes que se generan. Por todo esto, se considera a las dos especies como plantas protocarnívoras, diestras en atrapar de alguna manera a sus presas, pero sin capacidad para absorber directamente sus nutrientes. La celestina (Plumbago auriculata), la popular planta trepadora de flores azul cielo, sería otra de estas protocarnívoras, con sus glándulas pegajosas que acompañan a las inflorescencias.
Pero hay plantas con estrategias todavía más sofisticadas y evidentes en el juego de engatusar y zamparse a la presa, con atractivas trampas realmente ingeniosas. La más llamativa es una especie bien conocida por el público aficionado a los viveros y floristerías: Dionaea muscipula. Llamada Venus atrapamoscas, esta planta parece más venusina que terrícola, porque es como si hubiera aterrizado desde otro planeta. Con sus fauces aparentemente peligrosas, nuestros dedos no tienen nada que temer. Sí que debieran preocuparles a moscas y gusanos, para los que sus hojas transformadas son una cárcel mortal una vez que se cierran sobre ellos.
Miguel Azañón, fundador y consejero delegado del vivero Plantas Carnívoras España, comercializa esta especie tan apasionante. Es su producto estrella, y reúne también variedades de coleccionista producidas en laboratorio. “Tenemos un cultivar muy demandado como la ‘B52′ o la ‘Akai Ryu’, esta última de color rojo”, comenta Azañón, “y algunas que gustan mucho, como ‘Microdent’, con muchísimos dientes y muy finos, o ‘Fuzzy Tooth’, con los dientes fusionados, que es muy graciosa”, remata. Tanto unas como otras se cerrarán cuando cualquier insecto se pasee por el interior de las bocas abiertas de la planta, y toque dos de los cilios internos, que son los detonantes de la respuesta de cierre de la trampa. De esta forma evitan cerrarse ante otros estímulos que no le generarían una recompensa y sí un gasto energético por el movimiento.
Al contrario de lo que piensa mucha gente, las Venus atrapamoscas son muy sencillas de cultivar. Azañón lo resume así: “Necesitan del sol en el exterior, y no le temen al frío. No son plantas tropicales”, recalca, sino que en su lugar de origen cuentan con inviernos donde las temperaturas descienden bastante. Ese lugar es Carolina del Norte y del Sur, en Estados Unidos, así que también su distribución es peculiar y circunscrita a un área relativamente reducida.
Quizás el riego sea otro de los puntos de fracaso del cultivo de esta planta. “Eso es lo principal: el agua”, puntualiza Azañón, “que ha de ser blanda y sin sales minerales. Uno de los errores es utilizar agua del grifo en las regiones donde hay aguas duras, ricas en calcio y magnesio, ya que se van acumulando en el sustrato y acaban por matar a la planta”. Por esto, en esos lugares el experto recomienda utilizar el agua de la lluvia, del aire acondicionado, aguas minerales embotelladas de mineralización débil… “Cualquiera con bajo contenido en sales”, recalca. En regiones con aguas blandas, como Madrid, se puede regar con ella sin riesgo de dañarlas. Para que la Venus esté a gusto, es conveniente que el sustrato esté siempre húmedo, “con la excepción de los meses fríos, que es cuando le beneficia que el sustrato se seque ligeramente”, añade Azañón, ya que se encuentra en periodo de descanso y no es tan demandante en riegos. En ese momento es posible que pierda una gran cantidad de hojas, pero no hay que preocuparse: rebrotará cuando suban las temperaturas.
Superado el reto del agua, hay que tener claro que no es conveniente meterla en un acuario, ni echarle abono, ni tampoco trocitos de carne, algo que sí hacía el naturalista Charles Darwin en sus exhaustivos experimentos con estas plantas, de las que publicó un libro que sigue siendo una referencia de estas especies voraces. Miguel Azañón completa el decálogo de cuidados de la Venus atrapamoscas con estos sencillos consejos: “No es necesario trasplantarlas, más allá de quizás realizar alguna división para separar alguna de las hijas que desarrolla el rizoma de la planta madre al comienzo de la primavera. Si se hace”, apostilla, “se pasa a una maceta un poco mayor, preferiblemente de plástico, con turba rubia y sin ninguna fertilización”.
Es muy posible que, si la planta está contenta, florezca. En ese caso, es mejor cortarles las inflorescencias que salgan, ya que la planta destina muchos recursos en formarlas, así como para la pequeña mora negra que es su fruto. Si ya hemos visto alguna vez ese proceso, y queremos una planta más fuerte, se cortan en cuanto asoma la vara floral. Cuidado con aproximar mucho los dedos a sus trampas cuando lo hagamos, no vaya a ser que nos llevemos algún bocado.
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