‘Bailamos’
La madrileña Justina Arranz, de 92 años, versiona el Oso y el Madroño repleto de flores para dedicárselo a los sanitarios
La madrileña Justina Arranz, de 92 años, es una virtuosa del dibujo. Aunque ella le reste toda la importancia. Empezó a pintar al cumplir los 80, y lo cierto es que no se le dio mal. Desde entonces, practica esta afición en primavera y en verano, “cuando hay más luz”. Por eso, cuando el verano de 2021 daba los últimos coletazos, no desperdició la oportunidad del concurso ¡Muchas Gracias, Madrid!, que le enseñaron sus hijas y que invitaba a los ciudadanos a versionar la estatua del Oso y el Madroño de Madrid para rendir homenaje a los héroes de la pandemia. Ella, modesta, participó por puro entretenimiento, “porque ganar ni mucho menos”. Por eso fue una verdadera sorpresa encontrarse entre las 40 ganadoras del certamen con su diseño Bailamos, dedicado a los sanitarios: “Fue una alegría muy grande, y mis hijas, locas de contentas”.
Hoy su escultura luce a pleno sol junto a un Parque de Bomberos de Madrid. La suya es una estatua de color tierra y motivos florales, como esa primavera que le devuelve las ganas de pintar todos los años. Explica Arranz que el diseño del Oso y el Madroño está impreso de otros dos dibujos que había hecho con anterioridad. El oso tiene los retazos del primer dibujo que hizo, cuando a sus 80 años representó a la princesa dormida del cuento La princesa y el guisante. Hoy son los estampados de aquellos colchones en los que dormía los que visten la figura del oso de la escultura. “Me inspiré en los colchones para desearles descanso a los médicos y enfermeros”, aclara ella. El madroño, por otro lado, está repleto de flores, que son las mismas de un dibujo que hizo el pasado verano. “Las flores son para los profesionales, yo se las dedico”, explica.
Dice Justina Arranz por teléfono desde su casa de Madrid que vive con tres de sus siete hijos. “Me cuidan como una reina”, destaca. Y aunque no pudo acudir al centro cultural Matadero a conocer su estatua- había que cuidarse, diciembre fue un mes frío, advierte-, confía en que sus hijas la lleven de paseo en su silla para poder conocerla ahora que su escultura estará expuesta más cerca de casa. Un poco más tarde, a donde seguro que irá Justina por una buena temporada es a su pueblo Rábano, que se encuentra en la provincia de Valladolid. Allí pasa todos los años casi cuatro meses en verano acompañada de toda su familia que, por cierto, no puede estar más orgullosa de la abuela. Arranz es viuda, pero sus siete hijos y tres nietos se reúnen en su casa grande rural, donde no falta de nada. Hasta tiene un enorme jardín con espacio de sobra. Tanto, que hasta imagina allí su Oso y Madroño del concurso. Lo dice en serio: “Quedaría muy bien allí, para que disfrutemos todos de él. Oye… ¿sabes si lo puedo comprar?”.
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