Flores para el centenario olvidado de Arturo Soria
Las administraciones olvidan el aniversario del urbanista que definió en la Ciudad Lineal una nueva forma de vida, conjugando los beneficios del mundo rural con el trazado urbano
Al entierro de Arturo Soria acudieron dos millares de sus seguidores. La comitiva acompañó al féretro desde la capilla ardiente, dispuesta en el despacho del urbanista y científico, hasta la tumba del Cementerio Civil de la capital en la que descansa hoy. Un trayecto de cinco kilómetros para el que, según las crónicas de la época, el cuerpo se cubrió con multitud de flores. Gladiolos, lirios y margaritas que simbolizaban la misma Ciudad Lineal que su autor sintetizó en una sola frase: “Para cada familia, una casa. En cada casa, una huerta y un jardín”.
Justo un siglo después de aquel cortejo fúnebre, sucedido el 6 de noviembre de 1920, los ramos y palmas de flores vuelven a colorear la lápida del constructor utopista. Pero esta vez el público que acude al acto es mucho más reducido. El coronavirus impone restricciones hasta en las efemérides. No hay representantes públicos ni placas conmemorativas. Tampoco honores institucionales para un ferviente defensor del progreso técnico y las ideas ilustradas. En el camposanto tan solo se reúne un puñado de sus descendientes, arquitectos o historiadores interesados en su figura. Juntos conforman la Asociación Legado Arturo Soria.
Su tataranieta Cristina Keller reproduce con un pequeño altavoz el himno de la Ciudad Lineal que compuso para piano en 1903 Arturo Camacho. “Es precioso, me emociona”, dice con la voz quebrada. La pieza se interpretó en vivo durante las 12 ediciones de la Fiesta del Árbol, cuando los vecinos repoblaban el lugar con pinos, robles y chopos. Plantaron cerca de 100.000 ejemplares. Algunos de ellos permanecen en el distrito. Durante el evento también se llevaban a cabo concursos de aritmética, dibujo y escritura, además de la elevación de globos aerostáticos, por lo que la prensa de la época se hizo pronto eco. Todo ello promovido por la Compañía Madrileña de Urbanización (CMU), la empresa de Arturo Soria. Con ella compró aquellos terrenos para convertir en piedra la tinta de la utopía.
La calle de Madrid que hoy lleva su nombre es el resultado adulterado de un proyecto más ambicioso en origen; una respuesta al problema del hacinamiento urbano y la higiene de los barrios populosos. Aunque Arturo Soria no dibujó ningún trazado urbanístico, detalló el proyecto de la Ciudad Lineal en una serie de tribunas que desde 1882 publicó el diario madrileño El Progreso: “Una sola vía de 500 metros de ancho y de la longitud necesaria. En el centro, ferrocarriles y tranvías, cañerías para agua, gas electricidad, estanques y jardines, y de trecho en trecho, pequeños edificios para los diferentes servicios, con una serie dilatada de dos filas de casas u hoteles aislados”.
El germen de la Ciudad Lineal fue la vía férrea. Como empresario, Arturo Soria instaló en 1898 un ramal del tranvía entre el barrio de Tetuán y Chamartín. La malla rectilínea del trazado urbano se convirtió a su juicio en una alternativa universal que podía recorrer la tierra “de Bruselas a Pekín y de Cádiz a San Petersburgo”, decía. Aquello cambió la concepción de la urbe, en general vinculada a factores formales y expresivos, para dotarla de un sentido racional, técnico y productivo. “En vez de colocar las casas de una ciudad de cualquier modo, y cavilar después el medio más adecuado para satisfacer las necesidades de la vida urbana, me parece a mí más lógico considerar en primer término qué necesidades urbanas se desea satisfacer”, escribió.
Las viviendas unifamiliares con jardín y huerto se encadenaban en una única calle que iba a prolongarse durante miles de metros. Pero aquello jamás se realizó. En 1911 había levantadas 680 casas a lo largo de cinco kilómetros. Más un parque de diversiones, el teatro y un frontón. La guerra de 1914 trajo consigo una crisis económica que carcomió la compañía de Arturo Soria, quien abandonó casi por completo su actividad empresarial. En 1966 el Plan General de Ordenación de Madrid convirtió los restos degradados de aquella poética urbana en una autovía de circunvalación. La Gerencia Municipal inició las obras que redibujaron la zona y el Ayuntamiento compró más de 130.000 metros cuadrados a 23,10 pesetas el metro.
En esos años Fernando Terán, entonces arquitecto-jefe del Planeamiento Residencial de la Gerencia, escribió un manifiesto por la revisión de la Ciudad Lineal. “El carácter diluido de la edificación, mantenida de forma constante, es un error sociológico”, dijo. Sin embargo, añadió, “los esquemas lineales limitados y de edificación concentrada tienen hoy un máximo interés en el planeamiento de nuevos núcleos urbanos”. La arteria principal que ideó Arturo Soria se había convertido en otra calle extensa más, donde se reproducen sin remedio los problemas del resto de la ciudad. “Se tendría que haber buscado el modo de canalizar de otra manera el flujo del tráfico de vehículos, acentuando el transporte público por el carril central”, agrega hoy Terán.
“La Ciudad Lineal constituye la última utopía progresista del siglo XIX”, considera el catedrático de Historia de la Arquitectura José Ramón Alonso Pereira. Poco queda del proyecto original que pormenorizó Arturo Soria. Tal vez se salva alguno de los árboles que sembró. Aunque huebo un tiempo en que la propuesta de la Ciudad Lineal encontró sus reverberaciones en el extranjero. En la antigua ciudad soviética de Stalingrado el urbanista Nikólai Miliutin diseñó tres ensanches bajo estos parámetros, pues consideraba que ahorraban tiempo de desplazamiento. Más tarde fue el arquitecto francosuizo Le Corbusier quien se adhirió entusiasta al planeamiento lineal, como reconoció en el manifiesto de la Carta de Atenas (1941).
En el Cementerio Civil todo ese prestigio e influencia pareciera no haber existido jamás. Como si fuera resultado de una fantasía grandilocuente. El viernes al mediodía, solo un grupo de ciudadanos recuerdan, emocionados, al autor de la Ciudad Lineal. Federico Keller Soria, ingeniero y bisnieto del arquitecto, expresa el motivo de la reunión: “Nos une el sueño de que hay otra ciudad posible, más cercana y humana”. Las hojas secas crean una alfombra parduzca alrededor de la tumba. La música termina y se restaura el silencio. Tal vez fuera de este recinto alguien más recuerde hoy a Arturo Soria.
Bien de interés cultural
El pasado 20 de octubre el grupo parlamentario socialista instó a la Comunidad de Madrid a declarar al conjunto histórico de la Ciudad Lineal —con su trazado viario, las zonas verdes originales y los edificios anteriores a 1940— Bien de Interés Cultural. “La Ciudad Lineal se encuentra recogida en todos los manuales de arquitectura contemporánea”, dijo el portavoz Juan Miguel Hernández León. “Su influencia es enorme. Está demostrado que fue anterior al proyecto de la ciudad jardín inglesa y marcó decididamente a todo el planeamiento urbano posterior. El Plan General de 1970, pese a que reconocía el valor del proyecto, permitió su degradación paulatina”, prosiguió.
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