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Cuando el vecino taconea en el salón

La Policía Municipal de la capital interviene en 300 fiestas ilegales durante el fin de semana

F. Javier Barroso
La Policía Municipal de Madrid interviene en una fiesta clandestina en la calle de Coloreros, con 80 personas, el pasado 15 de octubre.
La Policía Municipal de Madrid interviene en una fiesta clandestina en la calle de Coloreros, con 80 personas, el pasado 15 de octubre.EL PAÍS

Seis de la tarde del sábado. Acaba de decaer el estado de alarma, pero entran en vigor las nuevas restricciones del Gobierno regional por el coronavirus. La emisora de la Policía Municipal recibe la llamada desesperada de un vecino de Entrevías. Cerca de la mítica calle de Peironcely, donde Robert Capa fotografió a unos niños en plena Guerra Civil, un hombre no puede descansar. En el piso de arriba están celebrando una fiesta de cumpleaños, con la música a todo volumen y con tacones incesantes que hacen temblar hasta el techo. Esta es solo una de las 300 celebraciones ilegales a las que ha tenido que enfrentarse durante el fin de semana los agentes locales y que han terminado con una larga lista de propuestas de sanciones.

Los agentes de un coche patrulla se dirigen a la casa del denunciante. El ruido es de tal volumen que incluso en el piso de abajo les es complicado, casi imposible, mantener una conversación con el afectado. La música y el ruido se cuelan por todo el inmueble. Las paredes vibran. El vecino les confiesa incluso que está a punto de comenzar un tratamiento médico para vencer el insomnio y la ansiedad que le produce esta situación, que ya dura bastante tiempo. De hecho, el fin de semana anterior ya acudió por las mismas circunstancias agentes de la Policía Nacional.

Los funcionarios suben al piso donde se produce el estruendo y comprueban que hay más de una veintena de personas celebrando el cumpleaños. Y ello, pese a que la normativa regional prohíbe que lo hagan más de seis personas si no son convivientes. Se levantan las correspondientes actas de sanciones y se ordena al dueño de la vivienda que quite la música. El hombre se resiste y los agentes se lo tienen que decir en varias ocasiones hasta que otro de los asistentes accede.

La tranquilidad regresa a este bloque de Puente de Vallecas. Pero solo durante un rato. Unas dos horas después, la centralita del 092 recibe una nueva llamada. El vecino al borde del tratamiento médico les requiere de nuevo. Cuando llegan otra vez los agentes, comprueban que el denunciado no les ha hecho caso y que la música está aún más alta. El afectado les dice, con graves dificultades para ser entendido por el estruendo, que al poco de irse su vecino de arriba aumentó las molestias con golpes y voces. Todo ello lo constatan los agentes desde el salón del denunciante.

Tensa espera

De nuevo, vuelta arriba. Los policías tocan a la puerta una vez. Dos. Tres. Cuatro. Pierden la cuenta y nadie les abre la puerta. Suben los golpes en la puerta. Los agentes les dicen que abran, que bajen la música y que salgan de la casa todos aquellos que no residan en ella. Tras más de 10 minutos de tensa espera, abre la puerta la sobrina del responsable de la vivienda. Este se niega a salir, pese a que se lo ordenan los funcionarios. Se lo dicen en numerosas ocasiones, pero no les hace ni caso. Les suelta que, si quieren, que entren ellos a por él.

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La sobrina hace de intermediario y les permite entrar en el domicilio, tras pedirles perdón por la actitud de su tío. Los agentes encuentran al hombre tumbado encima de una cama. Se hace el dormido, pese a que está vestido y calzado. Los policías le detienen por un delito de desobediencia, al haber ignorado las órdenes que le dieron en la primera visita. Por supuesto, le cae una segunda denuncia por vulnerar la ordenanza de contaminación acústica. Al arrestado le trasladan a comisaría tras ser reconocido por un médico de guardia.

Este es uno de los casos más significativos a los que se ha enfrentado este fin de semana la Policía Municipal de la capital, que ha intervenido en casi 300 fiestas privadas, celebradas en domicilios o en locales que superaban la hora de cierre. En ellas, o había un número de personas superior al permitido o no se usaban ni mascarillas ni ninguna medida de seguridad frente a la Covid-19. O ambas a la vez, según fuentes policiales.

La acción más importante contra el consumo de alcohol en la vía pública (botellón) se dio en la zona de skate de Madrid Río en el distrito de Arganzuela, donde había 300 jóvenes celebrando un botellón sin medidas de seguridad ni uso de mascarillas. En las dos semanas que ha durado el estado de alarma recién finalizado, las sanciones por este concepto han superado las 3.500, según informaron fuentes policiales.

Las discotecas se trasladan a pisos privados

Un problema que ha detectado la Policía Municipal de la capital es que los relaciones públicas de las discotecas y de bares de copas han camuflado sus negocios en locales alquilados para celebrar fiestas e incluso en pisos privados. Estas celebraciones, que se contacta en su mayoría por redes sociales tipo WhatsApp entre los contactos de los relaciones públicas, no cuentan con ningún tipo de permiso y vulneran la legislación actual.

La entrada se hace solo mediante esos contactos, a los que se comunica en qué local, en qué piso y a qué hora se puede acudir. El precio incluye un llamado fondo de resistencia, con el que se paga la sanción administrativa en caso de ser descubiertos por la policía. También se destina parte de lo recaudado a dar dinero a los vecinos afectados por el ruido en caso de que amenacen con llamar a los agentes. Es decir, se les soborna para que estén en silencio. El fin, que la música y la diversión no paren incluso en el toque de queda.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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