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BOCATA DE CALAMARES
Columna
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Dar positivo

Es extraño tener dentro de las células el virus que ha cambiado el mundo

Un test  PCR en un centro de atención primaria de Móstoles (Madrid).
Un test PCR en un centro de atención primaria de Móstoles (Madrid).KIKE PARA
Sergio C. Fanjul

La voz al teléfono: “Pues, lamentablemente, ha salido positivo”. Dos días antes una enfermera me había introducido ese palito blando por la nariz, hasta los abismos de mi sistema respiratorio, para tomar muestras. Yo ya me había metido cosas por la nariz sin mayor problema (hace unos meses, una cámara para investigar un dolor persistente de garganta), pero esta vez me había resultado molesto, doloroso, se me habían humedecido los ojos. Me hacía la prueba porque un amigo con el que había paseado por Las Vistillas había dado positivo. La PCR detectó que yo también tenía el virus.

Estaba asintomático, pero tener dentro el virus era extraño. El famoso virus, el virus que nos tiene ocupados desde principios de año, el gran acontecimiento de nuestra época. Era como ser parte de la Historia, de la peor manera posible. Me miraba la piel frunciendo los ojos, tratando de hacer zoom a una célula, sin éxito. Y me imaginaba al famoso SARS-CoV-2, celebrity de la microbiología, utilizando mis ribosomas para replicarse. Esa cosa tan microscópica que tiene unas consecuencias tan macroscópicas, esa conexión entre el microcosmos y macrocosmos propia de la filosofía hermética.

Sentía miedo, claro, y estaba muy atento a la aparición de cada síntoma. Hubo momentos en los que me faltaba el aire, pero era sugestión, ansiedad: la falta de aire es fácilmente reproducible por la propia mente. Hay gente que acude ahogada al hospital y solo son nervios. (Recordé cuando tuve mi primer reflujo gastroesofágico, hace 20 años, y pensé que era un infarto). Hay gente a la que le dicen que son nervios, y resulta que tiene neumonía. Yo me imaginaba ingresado, pasando esos infiernos que cuentan los que han pasado por el ventilador, días y días inmóvil, al borde de la muerte, boca abajo. Toda la iconografía de la enfermedad que hemos ido generando.

Al final lo pasé, afortunadamente, sin notarlo. Antes tuve que regresar al confinamiento y le volví a sacar provecho en cuestión de paz mental y concentración, aunque esta vez fuera diferente: no es lo mismo aislarse cuando lo hace toda la población que cuando la calle está llena de gente en las terrazas. Es menos histórico, más molesto y ruidoso.

Crece la impresión entre la gente de que hay muchos contagios y pocos fallecidos (aunque cualquier muerto ya es mucho). Eso es bueno, claro, pero también puede consolidar la idea de que esta enfermedad ya no tiene peligro y conducir a un relajo en las medidas de prevención. Incluso a una mayor tasa de desconfianza en las instituciones y en la ciencia. Hay gente más proclive a pensar que todo es una exageración o un invento. Al final, el resultado puede ser que la cosa se desmadre hasta tal punto que la desconfianza en la letalidad del coronavirus desaparezca por completo, por su obviedad. Eso sí, a un alto precio.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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