En este lugar un hombre asesinó a una mujer
El fotógrafo Jesús Montañana regresa a los escenarios de crímenes machistas para retratarlos con una mirada distinta a la de la inmediatez del suceso
Entre esa tupida vegetación, con árboles y arbustos, “Miguel Ángel Fernández violó, quemó y estranguló a una mujer en un parque”; en ese descampado junto a la trasera de un edificio de viviendas, “Nelson Enrique Parra Tabares acuchilló a su pareja”; al lado de unas vallas de seguridad por el paso del tren, “Carlos Sánchez degolló, apuñaló y trasladó el cadáver de su novia para enterrarlo junto a unas vías”. Los entrecomillados pertenecen a los sucintos y escalofriantes pies de foto que cuentan lo que sucedió en las imágenes tomadas por el fotógrafo Jesús Montañana en escenarios de violencia machista. Un trabajo que puede verse en la Escuela Internacional de Fotografía y Cine (EFTI), en Madrid, hasta el 3 de octubre.
El paseo por la exposición, titulada Lo que no se ve, compuesta por 25 imágenes, “te deja mal cuerpo”, reconoce Montañana (Valencia, 36 años), en conversación telefónica. El fotógrafo ha rescatado esos espacios que “podrían estar al lado de donde vivimos, pero en los que se ha cometido un crimen machista” y de los que Montañana solo identifica al asesino, no aparece el nombre de la víctima.
No es habitual que en una exposición de fotografía, unos pies de foto tan sencillos sean tan fundamentales. “Las fotos cogen fuerza por lo que pone en los pies. Hacen que entre en juego la imaginación porque lo que no se ve es lo que te cuento con esas palabras”. Así ocurre tomando cualquiera de las instantáneas, como la que muestra las huellas de un incendio en un salón en el que se ve un sofá y una mesa cubiertos de cenizas, con este pie: “Andrés Hermes Oval golpeó a su novia hasta matarla”.
Una mirada diferente a esta clase de sucesos que nació precisamente de su larga etapa como fotoperiodista. “Cubrí un caso de violencia machista y vi que los compañeros fotografiaban a los familiares de la víctima. Envié mis fotos y me llamaron del periódico para preguntarme dónde estaban las buenas. Yo no había querido hacer el tipo de imágenes que hacían los demás y al final acabaron publicando una de agencia”.
Información espectáculo
Alejado tiempo después de la prensa, Montañana vio en las noticias otro crimen: “Un hombre había disparado cinco veces a su mujer delante de su hijo de 3 años, a las puertas del colegio... sentí que se me había quedado una espina dentro y que tenía que hacer algo al respecto”. Así que decidió “fotografiar esos lugares de manera más responsable”. “Creo que la información se ha espectacularizado y en realidad eso lleva a desinformar”, apunta. Y continúa su reflexión sobre cómo se cuentan estos hechos en la prensa: “Para informar no todo vale, aunque la intención sea buena. No ayudamos si no tratamos bien la información, hay que hacerlo con más calma y respeto, no solo por las víctimas, sino también por el lector”.
A lo largo de 2017 fotografió 54 escenarios de crímenes de violencia de género, el número oficial de víctimas, aunque había más crímenes que no eran catalogados así y que él investigó. “La diferencia legal radica en que en los asesinatos por violencia de género la víctima tiene que haber tenido algún tipo de relación con su asesino, pero hay otras víctimas que no conocían a su agresor y que son crímenes machistas. Así que decidí ampliar el campo a prostitutas, niños... que quedaban en otras categorías”.
Para estar al día, Montañana se informó a través de dos blogs y luego de lo que contaban de cada crimen los periódicos locales. Viajó durante siete meses en su furgoneta a los lugares donde se habían producido los hechos, hablaba con vecinos y la mayoría de las ocasiones comprobó que la historia difería de la que se había publicado en los medios. “Son sucesos que se cubren con demasiada rapidez, así que con frecuencia los datos que yo obtenía eran diferentes de los que se habían contado”. Este proyecto documental le sirvió para lograr en 2018 una beca DKV en el Seminario de fotografía y periodismo de Albarracín, que organiza Gervasio Sánchez.
Un trabajo que realizó metódicamente. Normalmente, llegaba a primera hora de la mañana al lugar para poder moverse a gusto, aunque apunta que en un par de ocasiones vivió situaciones muy tensas con personas a las que no les gustaba ver a un fotógrafo por allí. “Yo quería pasar desapercibido, llevaba la cámara guardada, estaba de media un par de horas y me iba”. El resultado son unas imágenes que retratan el silencio que queda en un sitio tras morir violentamente una persona.
Esa hora temprana para fotografiar ha influido en que imágenes que relatan algo tan terrible tengan, sin embargo, una luz suave, tenue. “Es que no he querido añadir dramatismo. No hacían falta colores vivos, mis fotos no tienen ninguna edición especial para potenciar el mensaje”, explica. Un mensaje que cae como una losa en este paseo por los horrores del machismo: “Que las personas que vean mis imágenes reflexionen y tomen conciencia de la violencia machista”.
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