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Un contrabajo en el cielo de las cuerdas

Soberbia versión de Risto Vuolanne del concierto para contrabajo de Jukka Linkola

Risto Vuolanne, en una foto de la Orquesta Sinfónica de Galicia.
Risto Vuolanne, en una foto de la Orquesta Sinfónica de Galicia.alberte peiteavel

La Orquesta Sinfónica de Galicia ha transmitido en directo su anunciado concierto a puerta cerrada de este viernes con un programa en el que se produjo el estreno en Europa del Concierto para contrabajo y orquesta de Jukka Linkola. Completó el programa la Sinfonía en do mayor, La grande”, de Franz Schubert. La orquesta estuvo dirigida por su titular, Dima Slobodeniouk, y en el concierto de Linkola tocó como solista el principal de contrabajos de la OSG Risto Vuolanne.

Linkola escribió su concierto por encargo “del Grand FinnFest”, festival que evoca cada cuatro años en Michigan las relaciones entre aquella zona y Finlandia desde que, a principios del siglo XX, muchos finlandeses se establecieran allí para trabajar como mineros pero conservando su cultura y tradiciones.

Desde sus primeras notas se muestra lo que el propio autor llama su “mente jazzística”. Lo hace claramente en una cierta profusión de ritmos sincopados; pero no menos en su orquestación, prácticamente equidistante entre la clásica “big band” americana y la música cinematográfica de la que es notable autor. Su división en cinco movimientos le confiere un notable equilibrio estructural.

La obra es de una enorme dificultad técnica, algo que los grandes músicos como Vuolanne utilizan como una herramienta más, una base desde la que despegar hacia el logro de lo que es la razón última de su oficio: hacer música, conmover, emocionar a quien lo escucha. Y por eso, a lo largo de toda la obra, su soberbia afinación, su riqueza tímbrica o sus agilidades –que hacen olvidar por momentos el instrumento que toca- se ponen siempre al servicio de la música.

Y el resultado solo puede ser la emoción de quienes lo escuchan, como ya logró –y de qué forma- en su concierto con Angel if dusk, de Rautavaara de la temporada 2012-2013. El concierto de Linkola tiene un carácter mucho más abierto que el de Rautavaara. Esa mente jazzísticca arriba mencionada impregna de optimismo el primer movimiento, Introducción, y los diálogos entre el instrumento solista con la orquesta. Una especie de cadenza en este movimiento permite al solista un lucimiento de su técnica y abre la puerta a su expresividad, lo que Vuolanne aprovechó al máximo en uno y otro sentido.

Bajo el título general de Sentimental, el segundo es una evocadora suite que se inicia con una Polska, una danza de expresión polivalente que en este caso está llena de una simpática animación, casi como si el autor hubiera pensado en su intérprete del viernes cuando la componía. Vuolanne mostró el carácter de la pieza volcando en ella el suyo propio antes de pasar al sentimiento de lo porteño de Tango-Satyricon, tamizado y elevado por el sentido del humor característico del finlandés.

El movimiento acaba con el contraste de un Salmo en el que la sensibilidad del intérprete se volcó haciendo cantar a su contrabajo en unos agudos sobrecogedores. Es uno de esos momentos de emociones completas que llegan tanto “al corazón” como al cerebro, en los que el principal de la Sinfónica de Galicia mostró lo mejor de su personalidad tanto humana como musical.

El ultimo movimiento es un Finale de libro, en el que Linkola pone a prueba la capacidad técnica del solista con unas escalas iniciales vertiginosas, sucedidas por unos sobreagudos que parecen querer escapar del instrumento. Vuolanne aprovechó unas y otros para proporcionar a su contrabajo una ascensión a ese cielo de los instrumentos de cuerda frotada que pareciera estar reservado al violín.

Y en él permaneció hasta el final de la obra, dejando la impronta de lo que supone otra cadenza, esta acompañada y llena de la más profunda musicalidad. Descendiendo a la sima más profunda del sonido y elevándose de nuevo a las alturas, en un virtuosismo pleno de música y un final, de nuevo en el registro agudo, que dejó la impronta de esa emoción serena y equilibrada de la que impregnó la noche del Coliseum de A Coruña.

Un detalle importante de la transmisión fue la buena calidad del sonido de Pablo Barreiro, técnico de la RTVG, y la soberbia realización de Antonio Cid. En sus planos generales de la orquesta o los parciales de las secciones o solistas demuestra una gran atención al detalle. Los primerísimos planos de la mano derecha y el arco de Vuolanne fueron realmente escalofriantes.

Slobodeniouk Hizo una versión llena de sentido de La grande desde la introducción del primer movimiento. El canto de las trompas tuvo esa grandeza que va más allá del título (recordemos que le viene dado por contraposición a la anterior sinfonía, también en do mayor). El paso al Allegro, ma non troppo tuvo la lógica de lo sencillo y bien leído, con fidelidad a letra y espíritu en toda su extensión.

El movimiento cumbre de la sinfonía fue sin duda, el Andante con moto. Bien marcado en tempo e intención por Slobodeniouk, la respuesta de la orquesta fue la idónea. Sobresalió -Schubert así lo quiso-, el protagonismo del solista de oboe –esta noche, David Villa-, que elevó el listón de su interpretación hasta un altísimo nivel de calidad y, sobre todo, sentimiento. El Scherzo estuvo muy bien movido y los violines le dieron un carácter danzable digno de mención. Un gran cambio de tempo en el Trio proporcionó una notable serenidad antes de un Finale bien adecuado a su nombre y finalidad.

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