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Deja que llore

Culmina el homenaje de la Sinfónica y el Teatro Colón con obras desde el barroco haendeliano a la música de Kurt Weil pasando por clásicos y románticos

La serie de conciertos de cámara en “streaming” organizados por la Orquesta Sinfónica de Galicia y el Teatro Colón de A Coruña ha finalizado con los de su tercera semana. El primero de ellos -un “Homenaje a nuestros mayores”, el grupo de edad que más bajas ha sufrido a causa del Covid 19- fue protagonizado por Fumika Yamamura y Adrián Linares (violín); Gabriel Bussi, viola y Mª Victoria Pedrero al chelo.

Estos integrantes de la OSG interpretaron tres obras para trío y cuarteto de cuerdas: la Pieza para trío, D.471 de Schubert, el Trio en sol menor, op. 9 nº 1 de Beethoven, y el Cuarteto nº 12 en fa mayor, “Americano”, op.95 de Dvořák. Destacó a lo largo del concierto la adecuación al estilo de cada autor, con un Schubert idóneamente reflejado en la sensibilidad con que ejecutaron las modulaciones y su espíritu romántico.

La fuerza beethoveniana fue alimentada por el sereno diálogo del Adagio; allegro con brio inicial y la dulzura del Adagio ma non tanto e cantábile para culminar con la expansión de los dos movimientos finales, Molto vivace y Vivace ma non troppo respectivamente.

El concierto concluyó con una brillante versión del cuarteto “American” de Dvořák, recorrido por lo que podríamos llamar un lirismo de espacios abiertos desde su Allegro ma non troppo inicial. El diálogo como de luces y sombras del Lento y la fuerza del Molto vivace precedieron al ambiente festivo del Vivace ma non troppo final, en contraste con sus transiciones que pudieran ser como momentos de apartada intimidad de algunos participantes en la fiesta.

El jueves 18 fue el “Homenaje a los más pequeños”. Justo reconocimiento de lo que todos debemos como sociedad a todos los niños y niñas que han visto interrumpida su relación con los demás ciudadanos de su edad y su socialización en parques, escuelas y colegios. Este concierto estuvo vertebrado por una omnipresencia del contrabajo, ese grandullón de voz nasal tan desconocido como instrumento de cámara y no digamos como solista.

El programa, protagonizado por Risto Vuolanne -contrabajista principal de la Sinfónica- y sus compañeros de sección Todd Williamson, Serguéi Rechetilov, Fernando Rodrigues y Mário Alexandre, tuvo como invitados al trombonista Eyvind Sommerfelt, la principal de volonchelos, Ruslana Prokopenko y el violista Jeffrey Johnson.

El bonito Dúo para trombón y contrabajo de Elgar dio paso a la Elegía por Mippy II de Bernstein, un atractivo solo para trombón acompañado por el continuo percutir de un pie del solista sobre el tablado escénico. Vuolanne y Williamson, en

el Canon para dos violonchelos de Domenico Gabrielli, añadieron al peculiar timbre de sus instrumentos una resonancia telúrica antes del inefable contrapunto de Dos invenciones para teclado de Bach interpretado por Vuolanne y Rechetilov.

El Dúo para violonchelo y contrabajo de Rossini dio a Vuolanne y Prokopenko la ocasión de lucirse en el sonido y texturas propios del lenguaje instrumental del Cisne de Pésaro. Tras este cambio, las versiones que hicieron de varios Dúos para dos violines de Bartók el solista de la Sinfónica, Fernando Rodrigues y Mário Alexandre, fue un verdadero homenaje al instrumento. El concierto culminó con la Suite para viola y contrabajo de Reinhold Glère. La belleza del sonido logrado por ambos profesores de la OSG y de los diferentes aires de la suite fue una hermosísima culminación del concierto.

La semana terminó el viernes 19 con el concierto del Grupo de Metales de la OSG. El acto se inició con la interpretación del Scherzo de John Cheetam por el quinteto formado por la trompetas de Tom Purdie y Alejandro Vázquez Lamela, la trompa de David Bushnell, el trombón de Eyvind Somerfelt y la tuba de Jesper Nielsen, Una pieza llena de juguetona viveza con una excelente concertación que permitió a todos y cada uno de los miembros del grupo lucir sus grandes cualidades musicales. Tras esta animada apertura, se pudo escuchar la limpia claridad de líneas en el contrapunto del Centone nº 5 de Samuel Scheidt y el aire descreído e irreverentes disonancias de la suite de la Ópera de los tres peniques de Kurt Weil.

El grupo de trompas formado por Bushnell, Nicolás Gómez Naval, Manuel Moya, Estefanía Beceiro, Millán Molina y Adrián García hiieron una gran versión del Concierto para cuatro trompas de Telemann (seguro que esa coral del Grave puso los pelos de punta a distancia a más de un espectador). También lo fue la del breve y hermosísimo Andante para cuarteto de trompas de Bruckner. Casbah of Tetouan, de Kerry Turner, aportó el exotismo y la variedad de timbres del instrumento como reflejo de los diferentes ambientes de un día en la ciudad norteafricana.

Una sentida versión de Gómez Naval de Negra sombra, de Juan Montes, dio paso a una suite sobre el Rinaldo de Haendel, con toda la variedad de situaciones de la ópera barroca. El lucimiento de cada solista a lo largo de su ejecución dejó paso al mejor final que se pudiera pensar para estas tres semanas de música en directo. Su Lascia ch’io pianga tuvo en Alejandro Vázquez Lamela la más sentida respiración y en sus compañeros un acompañamiento absolutamente idóneo (esos ecos del canto en la trompeta de Purdie fueron de libro).

Un final de serenísimo dolor al que poder adherirse quienes han perdido a algún ser querido o quienes más han sufrido la soledad en estos meses de confinamiento. Y quienes aún tiemblan por la zozobra de un futuro incierto a la espera de vacunas o tratamientos eficaces.

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