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LAS CONSECUENCIAS DE LA DANA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La generación TikTok valenciana asume su momento histórico

Si algo nos ha enseñado la generación Z es que no somos ni ‘meninfots’, ni despreocupados ni pasotas

Concentración frente a las Corts Valencianas el 15 de noviembre para pedir las dimisiones de Carlos Mazón durante el pleno sobre la emergencia de la Dana.
Concentración frente a las Corts Valencianas el 15 de noviembre para pedir las dimisiones de Carlos Mazón durante el pleno sobre la emergencia de la Dana.Massimiliano Minocri

Un mes después de la tragedia colectiva de la barrancà del 29 de octubre, la sociedad valenciana continúa aguantándole el pulso al president Mazón con una nueva manifestación multitudinaria, más reposada pero con las convicciones de todo un pueblo intactas. Tras las dimisiones de las conselleres Nuria Montes y Salomé Pradas o la muy probable del secretario autonómico de Emergencias Emilio Argüeso y una militarización del Consell sin precedentes, Mazón aguanta en el cargo sostenido únicamente por sus socios de Vox. Y lo hace con un apoyo cada vez más menguante, cuestionado por su propio partido. Cambiando su versión cada día y encontrando su principal escudo en cierta prensa proclive, que se halla inmersa en una batalla cultural titánica que tiene por objeto dar un giro al relato e intentar convencernos de que “todos los políticos son iguales”.

Lo cierto es que, a día de hoy, según una encuesta de la consultora Social Data, un 78.7% de los valencianos aboga por la dimisión de Mazón. Entre ellos, el 92.9% de votantes socialistas o el 97.8% de los votantes de Compromís. Incluso, entre aquellos que afirman que votarán a Vox, un 70.8% se muestra favorable a la dimisión del ¿Molt Honorable? President. En el seno del mismo Partido Popular, un nada desdeñable 41.1% también aboga porque Mazón recoja sus bártulos y se marche del Palau de la Calle Cavallers. Estamos hablando de la mayor crisis de popularidad de un president de la Generalitat desde la restauración de la institucionalidad valenciana tras la dictadura, como recordaba ayer en esta casa Andreu Escrivà.

Recuerda en su libro El peso del tiempo el gran Oriol Bartomeus el papel clave que tienen las generaciones como factor que explica los cambios y las fases políticas. En la Comunitat Valenciana, una nueva generación —a menudo criticada por “vaga” o por ser “de cristal”— vive su momento de politización, al igual que nos pasó a quienes somos de los 90, que nos politizamos y empezamos a soñar con que un mundo mejor era posible cuando vimos por primera vez aquellas imágenes de la Primavera Valenciana o del 15M. Mientras con cierto elitismo y desdén se repudia a los chavales que gritan que sólo el pueblo salva al pueblo, nuestra generación Z se pone las botas y parte por el Pont de la Solidaritat hacia Paiporta, pone rumbo a la manifestación contra Mazón o se expresa a través de vídeos o de publicaciones en las redes sociales. Igual el problema no era que eran vagos, sino que nada (ni nadie) había conseguido interpelarles políticamente. Habían perdido, como siempre dice Pepe Mujica, el horizonte: algo tan sencillo como mirar hacia adelante y creer en algo. Simple y llanamente, necesitaban imaginarse que un mundo mejor es posible.

Pero ojo con nuestras previsiones. No vivimos ni en el 57, ni en el 78 ni en 2011: vivimos en 2024 y estamos ante una situación nueva cuyas consecuencias políticas y alcance desconocemos. Esta repolitización de la juventud valenciana puede darse en un sentido reaccionario, si consiguen que cale la idea de que todos los políticos son iguales, o en un sentido reformador y valiente, si somos capaces como sociedad de aprovechar este momento de desazón para instalar la idea de que un futuro mejor para los valencianos no es sólo posible, sino que es imprescindible para la reconstrucción que debemos acometer. Y, cómo no, de que los jóvenes estamos destinados a ocupar un espacio central en esta. Si algo nos ha enseñado la generación Z valenciana es que no somos ni meninfots [persona que muestra indiferencia o desinterés por todo], ni despreocupados ni pasotas. Somos un pueblo trabajador, emprendedor y valiente que ha renacido una y mil veces de sus cenizas y lo volveremos a hacer: con el abrazo entre diferentes y con el protagonismo de la juventud.

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