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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo temblamos con Lorca

Los versos del poeta despliegan su intimidad de nardos en la PAU. ¿Por qué gusta tanto a nuestra juventud?

Más de 24.200 estudiantes (un 59 % mujeres y un 41 % hombres) se presentaron a las Pruebas de Acceso a la Universidad en la Comunidad Valenciana, que se celebraron desde el martes y hasta el jueves.
Más de 24.200 estudiantes (un 59 % mujeres y un 41 % hombres) se presentaron a las Pruebas de Acceso a la Universidad en la Comunidad Valenciana, que se celebraron desde el martes y hasta el jueves.Ana Escobar (EFE)

“¡Cómo temblaba el farol! / Madre. / ¡Cómo temblaba el farolito / de la calle! / Era madrugada. Nadie / pudo asomarse a sus ojos / abiertos al duro aire”

Es el primer examen. Los versos de Federico García Lorca despliegan su intimidad de nardos en la página tercera del cuadernillo que se le entrega al alumnado. Estamos delante de las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU). Asignatura: Lengua castellana y literatura. Convocatoria: junio 2024.

Durante el curso pandémico se cambiaron las lecturas obligatorias de 2º Bachillerato en la Comunidad Valenciana. Y ahí entró Lorca. Un gran parte del profesorado y del estudiantado recibió con cierto miedo la noticia. No es nada fácil explicar la poesía del granadino, pensaron quienes ejercían la docencia. No vamos a entender nada, opinaron desde el otro lado.

Sin embargo, cinco años después, el éxito es innegable. A nuestra juventud le gusta Lorca. Siempre hay excepciones, por supuesto. A veces les falta experiencia de vida para sentirlo en toda su envergadura, pero a cambio tienen mucha calle y el temblor no les es ajeno. El mundo lorquiano les atrae, seguramente porque sigue siendo el nuestro. Algo se nos engancha en las entrañas cuando leemos bien leído un texto suyo y ya sabemos que “¡cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!”.

Le he dado muchas vueltas a por qué Lorca gusta tanto, a por qué sigue gustando tantísimo hoy. Uno de los primeros motivos que me viene a la cabeza es, precisamente, la experiencia de la lectura en voz alta. Pocas cosas producen tanto placer como recitar sus versos, notando cómo la música se nos abre paso por el cuerpo, cómo nos vibran las imágenes en la voz, cómo las palabras nos galopan a través de la carne. Sin duda, es un motivo poderoso. Recitar y escuchar a Lorca produce un gozo que es, también, físico.

Otra razón de peso sería su profundísimo sentido de la justicia. Su defensa inquebrantable de los grupos oprimidos y el espíritu que le lleva a criticar el rostro más feroz del capitalismo o la incoherencia de las instituciones eclesiásticas constituyen un gesto radicalmente joven, vivísimo y atractivo.

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Toda esa fuerza se combina con una apabullante sensación de vulnerabilidad que se cuela a través de los versos. ¿Quién no se ha sentido frustrado durante la adolescencia? ¿Quién no padeció, en algún momento, una soledad inmensa? Cuánto nos reconforta compartir ese rasgo de honda humanidad.

Además, Lorca es nuestro muerto, nuestra herida colectiva. Y es obvio que seguimos necesitando velarlo.

Son muchas más las causas por las que su universo continúa fascinándonos, pero últimamente no dejo de cavilar sobre la siguiente.

En una sociedad en la que queremos consentir, pero también anhelamos desear, Lorca nos ofrece la posibilidad de entregarnos al deseo más brillante, más medular, más innegable ̶ que es, a veces, el que más pudor nos da mostrar, el que menos sabemos justificar, el que hemos querido ocultar u ocultarnos.

En un mundo en que lo femenino y lo masculino se ponen en jaque constantemente, sus obras nos ofrecen el regalo de poder sentirnos mujeres, de poder sentirnos hombres, de poder transitar con intensidad y verdad todos los espacios entre uno y otro, sin necesidad de encerrarnos en ninguno; porque el ansia viva y la pena negra nos aúnan y nos liberan.

No hay temblor más real que el del deseo auténtico pujando entre la carne, entre las palabras. Qué alivio poder desear libremente a través de sus versos.

Cómo no íbamos a temblar con Lorca.

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