Cheste aguanta como el circuito de consenso
Su diseño y la masiva asistencia de público son sus principales bazas para su continuidad como sede de los grandes premios de motociclismo
Cerca de 85.000 personas acudirán hoy al circuito de Cheste al Gran Premio Motul de la Comunitat Valenciana para ver la última prueba del Mundial. El cartel de no hay billetes está preparado y, aunque es cierto que esta vez no habrá gradas supletorias, la prueba ha resistido mejor que las otras cuatro de España, la de Portugal y la de Italia, la reducción de asistencia que se ha vivido en la zona mediterránea y mira con optimismo sus próximas bodas de plata, sus 25 años. “Las va a celebrar con muy buena salud”, asegura el director del circuito valenciano, Gonzalo Gobert.
Él cree que varios aspectos explican la mejor resistencia del Gran Premio valenciano al “pequeño bajón” que han vivido otros y que achaca a la marcha de referentes como Valentino Rossi o Marc Márquez o la inflación. “Primero está el diseño tipo estadio del circuito hace que sea único para ver las carreras porque se puede ver entero desde cualquier parte. Después, está la climatología, que nos va a permitir vivir un Gran Premio en noviembre con un tiempo primaveral. Luego está la afición española y valenciana que ha vuelto a demostrar su fidelidad y el hecho de que seamos la última prueba del Mundial, que nos permite tratar muy bien el producto todo el año”, explica en conversación con EL PAÍS.
El contrato de 44 millones y por adjudicación directa que firmó la Generalitat con Dorna (organizadora del Mundial) en agosto de 2021 abría la puerta a la alternancia en España, como lo hacían los de Andalucía, Cataluña y Aragón. El acuerdo valenciano era de cinco años (empieza en este 2022) con un mínimo de tres carreras pero sin descartar que sean cinco. La fidelidad del público refuerza la confianza en Cheste para poder escapar de la alternancia que la empresa organizadora quiere usar para buscar nuevos públicos. De momento, en 2023 ya es seguro que el Mundial volverá a cerrarse en el Ricardo Tormo y parece que Aragón se quedará sin prueba porque se estrenarán carreras en India y Kazajistán.
“No tengo ninguna duda de que los buenos datos de asistencia van a influir. Son los hechos y decidirá Dorna, pero nosotros hemos hecho todo lo que estaba de nuestra parte”, remarca Gobert. El director ya mira más allá y prepara el futuro. “En 2024 se hará una nueva grada y un nuevo edificio y la semana pasada se anunció que será sede de los FIA Sports Games, los juegos olímpicos del motor”, explica. Será la tercera edición de esta nueva iniciativa que acaba de celebrar la segunda en Marsella.
Fértil cantera de grandes pilotos, Valencia empezó a pensar en un circuito en 1976 y en 1990 el presidente socialista Joan Lerma colocó la primera piedra en los terrenos que se adquirieron en Cheste, pero su Gobierno abandonó el proyecto por el elevado coste. En 1994 los moteros empezaron las manifestaciones y un año después, el nuevo ejecutivo de Eduardo Zaplana impulsó una construcción que costó unos 42 millones de euros y se inauguró en 1999 ya con un Gran Premio.
Fue el primero de los llamados “grandes eventos” deportivos de la Comunidad Valenciana y, a diferencia de la Fórmula 1 o la Copa América, nunca ha sido cuestionado políticamente.
Además de la enorme popularidad del evento, hay otra razón que explica el consenso. Aunque se tiene pendiente un nuevo informe, el último estudio (de 2013) aseguró que cada prueba del Mundial tiene un impacto económico de 38 millones de euros en la provincia y el Colegio de Empresarios cifró en 12 millones más cada año el del resto de actividades que se realizan en el circuito.
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