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La palma blanca de Elche también supera la pandemia

Después de dos años de inactividad, el gremio familiar de las rizadoras recupera la tradición de trenzar las hojas de palmera para celebrar el Domingo de Ramos

Paqui Serrano, artesana de la palma blanca trenzada de Elche.
Paqui Serrano, artesana de la palma blanca trenzada de Elche.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ
Rafa Burgos

Al taller de la familia Serrano Valero ha vuelto la agitación de la Semana Santa. Agrupadas en torno a una decena de mesas, las rizadoras de la familia trenzan las hojas de la palmera en torno al nervio con diferentes motivos ornamentales. Dos años después, tras el parón provocado por la pandemia, regresa el trajín de las palmas, el sonido de las cintas que se estiran, la clasificación por tamaños, hasta el empaquetado de los regalos institucionales, que llegarán incluso al Vaticano. Ocho familias de Elche (Alicante) son las encargadas de sacar cerca de 100.000 palmas blancas al mercado, siguiendo así una tradición que no se sabe muy bien hasta cuándo se remonta, pero que este domingo, durante la celebración del Domingo de Ramos, convertirán a la ciudad alicantina en un punto de referencia mundial.

Paqui Serrano, artesana y presidenta del gremio, contesta a EL PAÍS con el teléfono en manos libres, sin dejar de rizar. Es la “cuarta o quinta” generación del oficio familiar, habitualmente reservado a las mujeres. Los Serrano Valero regentan el taller de rizadoras más pequeño de Elche, este año sacarán “unas 6.000 piezas”, pero tienen a su cargo las palmas que recibirán la reina Letizia o el Papa Francisco, para quien han preparado “una gran cruz que se exhibirá en la plaza de San Pedro, junto al Obelisco”. Para sacar adelante su producción, llevan “desde Navidad” trabajando la palma. Son cuatro artesanas las que trabajan en el taller, aunque en las últimas semanas han precisado la ayuda de seis más.

Francisco Serrano, junto a su hija Paqui y las palmas institucionales que el ayuntamiento de Elche envía a la Reina, al presidente del Gobierno y al Papa Francisco.
Francisco Serrano, junto a su hija Paqui y las palmas institucionales que el ayuntamiento de Elche envía a la Reina, al presidente del Gobierno y al Papa Francisco.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

El proceso de la palma blanca dura “un año, aproximadamente”. “En primavera”, explica Serrano, “comienza el atado de las palmeras”, es decir, la unión de todas sus hojas en una especie de ramos. “Luego, en verano, procedemos al tapado de las hojas, para que no hagan la fotosíntesis y permanezcan blancas”. A finales de otoño, “se cortan las palmas y se meten en cámaras de azufre, para acabar de blanquearlas, eliminar impurezas y mantenerlas frescas”. Y a finales de año, se reparte la producción. “La mitad la destinamos a trabajarla, a trenzarla”, señala, “y la otra mitad, se queda como palma lisa”. De los talleres de los Serrano y de las otras familias de rizadoras van saliendo palmas lisas, de solapa, trenzadas y especiales. “Las de solapa se trenzan en unos minutos; las más grandes, podemos tardar una semana entre varias personas”. Y luego hay encargos especiales, como “una cruz para procesionar en Hellín (Albacete) cuya elaboración lleva casi dos semanas”.

Un millón de facturación

El sector de la palma, cuyos productos se venden a precios de entre 10 y 2.000 euros, factura “algo más de un millón de euros al año”, según las cuentas de la Asociación de Productores y Artesanos de la Palma Blanca de Elche, creada en 2020 y presidida por Serrano. La entidad nació fundamentalmente para paliar las pérdidas generadas por el cerrojazo del primer estado de alarma, que dejó al gremio con toda la producción ya elaborada. “Solicitamos ayudas por el cierre de actividad”, recuerda Serrano. Entre 2020 y 2021, recibieron 200.000 euros de parte del Ayuntamiento de Elche y otros 100.000 de la Diputación Provincial. Fuentes del consistorio apuntan que, aunque el sector de la palma blanca es pequeño, tiene un gran valor estratégico para el turismo local. “En estos días”, aseveran, “todo el mundo se fija en Elche gracias a la palma blanca”. Este viernes ya se abrieron los puntos de venta diseminados por el casco urbano y las pedanías, 27 en total, 15 más que el año pasado.

En realidad, la palmera es más que un símbolo de la ciudad alicantina. Con unas 500 hectáreas de extensión, y cerca de 200.000 ejemplares, “que llegan a medio millón con los viveros”, puntualiza Vicente Campos, presidente de la Asociación de Palmereros de Elche (Apelx), el palmeral ilicitano es el mayor de Europa. Y está etiquetado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Su origen se remonta a la época musulmana. “Los árabes se asentaron cerca de la ciudad íbera y romana de Ílice e implantaron su cultura de los oasis”, comenta. El de la palma blanca es más difuso, aunque Campos recuerda que “en piezas de cerámica halladas en l’Alcúdia”, el yacimiento de la Dama de Elche, “ya hay muestras del uso ornamental” de las hojas de la palmera. Tal como la conocemos hoy, apunta Serrano, se usa al menos desde el siglo XIX, ya que “hay documentada una multa impuesta a una persona que transportaba palma blanca en un carro con destino a Valencia”, recuerda la artesana.

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