Lola Índigo tuvo su estadio: “Lo importante es que estamos aquí, vive y sé feliz”
La cantante madrileña apabulló con un montaje gigantesco en el Olímpico de Barcelona

Ande o no ande, caballo grande. Lo fue, descomunal, y anduvo, no siempre con paso dinámico, no siempre con trote sostenido, pero llegó a meta tras más de dos horas y media de carrera, un resumen de la de su amazona. Un antes y un después para Lola Índigo tras esta gira de tres estadios que se ha marcado por Madrid y Sevilla y que este jueves cerró en Barcelona ante 30.000 personas realojadas en un Olímpico que en principio iba a ser el estadio del Espanyol. Ya puede decir que ha triunfado, porque hoy triunfar ya no es desarrollar un oficio, sino alcanzar la gloria, aplastar con números, apabullar dando sentido al espíritu de un programa de televisión, OT, del que Lola salió sin éxito y cuya meta parece ser convertir a sus concursantes en celebridades. Ya no se está para menos, lo demás es anonimato, aunque te ganes la vida. Por eso el caballo fue tan grande, por eso Lola se emocionó, por eso tuvo tantos invitados, por eso todo fue tan descomunal, por eso el show fue tan y tan largo, pues una vez hollado el Olimpo ¿quién desea volver a ser mortal?
El espectáculo de Lola Índigo fue fruto de años de trabajo y sinsabores y en él quiso resumir su existencia, como si a los 33 años, su edad, ya hubiese toda una vida por detrás. Como ese escritor que en su primer libro mete todo lo que sabe, Lola no se dejó nada en el tintero: bailarines a destajo, banda de metales y percusión para comenzar el concierto, fuegos de artificio, fuego a secas, cámara en tirolina para planos cenitales, cambios de vestuario y de ambientación escénica, tablao flamenco en un extremo y una pantalla que dejaba la de Beyoncé de Formation World Tour casi reducida a la de un móvil. Veintiséis metros de altura y pasarelas para caminatas y coreografías a tutiplén. E invitados para construir un star-system.

En el bloque flamenquillo Estopa, Tu calorro y un Bisbal que con Bulería casi derrumba el estadio, aunque lo que pareció el recinto fue un plató de OT con esas frases de manual de autoayuda, superación y agradecimiento que llevaron a Lola a llorar de emoción. Ya en el tramo final, de aire futurista, con ella ataviada como una Wilma Picapiedra del mañana inmediato, surgió de un huevo metalizado Quevedo junto a Lola, acompañándola para evocar el huevo del clip y cantar El tonto. Más tarde, con pantallas de móviles tachonando el estadio para inmortalizar el momento, los hermanos colombianos Cali & El Dandee despacharon con Lola Yo te esperaré. Había algo de aspiracional en todo ello, una muestra de músculo que partía de la fragilidad más que de la fortaleza, un ajuste de cuentas no vengativo con un pasado que no fue tan rosa como el que tiñó el escenario en tonos Barbie durante el tercer tramo de aquella muestra de poderío y presupuesto que fue el concierto. Aunque por momentos dio la sensación de que el subtexto era una inseguridad que para ocultarse acude a la altisonancia. ¿Lo veis?, lo he logrado a pesar de todo, parecía decir Lola. Sin arrogancia, tampoco con ironía.

El ritmo del espectáculo fue un diente de sierra que combinaba velocidad de Tik Tok con las canciones enlazadas y resumidas para un corte de telenoticias con momentos de parón para cambios de vestuario y de decoración, con Lola ausente, su voz presente y bailarines danzando como insuficiente pasto visual. La cohesión de los bloques no siempre fue comprensible, como cuando tras el cuadro flamenco para afrontar la parte meridional del show, apareció un entramado de almacén selenita que sirvió para que cantase, entre otras, Yo tengo un novio, la parte más procaz de su cancionero, “Yo tengo un novio que me come to los día’”, la letra añade más afirmaciones, pero no son aptas para un telenoticias. Solaz femenino total y todas las mujeres del estadio, y crías y adolescentes, cantando briosas y celebrando comunión con Lola. Ese vínculo se mantuvo siempre, incluso cuando el ritmo del espectáculo te echaba en brazos de Tik Tok.
En lo musical el show fue fiel al pangénero de Lola, en el que cabe el drum&bass desleído en pop, Mala suerte, el flamenquillo urbano, El condenao, las baladas, La primavera, el reggaetón pop, 4 besos, el pop con pellizco funky, Toy Story, el pop-rock de guitarras, ABC y el pop orientado al club, Corazones rotos. Entre otras cosas. Todo tocado por una banda casi oculta en los laterales del escenario, porque hoy lo importante son las “coreo”, como se llaman ahora. Frases típicas de funeral por medio, “lo importante es que estamos aquí, vive y sé feliz”, denuncia al maltrato infantil, solidaridad con el colectivo LGTBI y de nuevo voz entrecortada por la emoción para decir lo evidente, que ella no quería acabar el show. La luna, llena y plena, miraba desde arriba con una seguridad que no precisaba palabras, las que definieron el concierto y Lola pronunció en su desarrollo “está muy guapo lo de hacer estadios”.
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