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Los tiroteos crecen un 23% en Cataluña alentados por el tráfico de drogas

Los Mossos d’Esquadra intervienen 445 armas de fuego en 2024 vinculadas a la delincuencia, lo que supone un 14% más que el año anterior

Los Mossos llevan a cabo un control preventivo en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs.
Los Mossos llevan a cabo un control preventivo en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs.Lorena Sopêna (Europa Press)
Rebeca Carranco

Los tiroteos crecieron un 23% el año pasado en Cataluña alentados por el tráfico de drogas. La policía catalana ha contabilizado 69 episodios de intercambio de tiros, con una media de cinco al mes. “El cultivo de marihuana y los narcoasaltos ha llevado a un incremento de la demanda de armas de fuego, que se está expandiendo entre los criminales”, alerta el jefe de la Comisaría General de Investigación de los Mossos, el comisario Ramon Chacón. El incremento de episodios violentos ha llevado a los Mossos a implantar un plan específico para atajar el fenómeno. El año pasado, intervinieron 445 armas de fuego vinculadas a la delincuencia, que supone un 14% más que en 2023. Entre ellas, 21 armas de guerra. El alto mando advierte de dos riesgos asociados: que un día una persona no implicada en los conflictos de drogas resulte herida, y que menores inexpertos “copien lo que pasa en Marsella y Suecia” y acepten trabajos de sicarios, empuñando armas largas.

Las estadísticas del año pasado dejan fuera uno de los últimos episodios que ha causado más estupor: un tiroteo en el barrio de La Mina (Sant Adrià de Besòs), el pasado 7 de enero, donde dos familias enfrentadas dispararon en más de 200 ocasiones. Una actuación intimidatoria, sin heridos, por la que aún no se ha detenido a nadie. Los datos tampoco incluyen el asesinato de un joven, también a tiros, la madrugada del domingo a la salida de una discoteca en Terrassa, y un posterior intento de venganza, esa misma tarde, que la policía encuadra en el tráfico de drogas. Este año, los Mossos investigan tres homicidios cometidos con pistolas, frente a los siete de 2024 y los once de 2023. “Todos los casos están vinculados al tráfico de drogas”, subraya el comisario, que dibuja un panorama criminal en el que se ha “banalizado” poseer una pistola. “Antes, encontrar armas en registros era la excepción, ahora pasa lo contrario”, afirma el comisario. En más de la mitad de los tiroteos (56,5%) no hubo heridos, frente al 34,8% en los que sí se dieron y el 8,7% con muertos.

El plan específico contra las armas de fuego, que los Mossos aplican desde 2023, descansa en buena medida en la policía científica. El Departamento de Interior ha destinado más de un millón de euros en técnicas que mejoran la trazabilidad de las armas. “Con una vaina, podemos saber si esa pistola se ha disparado en otros escenarios”, cita como el ejemplo el comisario, o la distancia desde la que se ha disparado. “Eso nos ayuda a conseguir más pruebas y más condenas”. También incentivan investigaciones sobre el tráfico de armas de fuego, e invierten en la prevención y la reacción. “Estamos mejor equipados”, señala, en referencia a las 30 furgonetas con material de defensa, como placas balísticas y cascos, con las que cuentan los antidisturbios (BRIMO y ARRO), además del plan DAGA, pensado para detectar armas blancas en cribajes, pero que también sirve para las de fuego. Todo ello unido a un incremento de personas para mejorar la inteligencia, no solo la operativa, también la estratégica, además de perfeccionar los propios procesos policiales internos en el momento de recoger los datos.

La socialización de las armas de fuego nace con el auge del cultivo de marihuana en la última década, con Cataluña convertida en un hub internacional, y se expande ante el temor a los narcoasaltos (los vuelcos en argot policial). Los traficantes primero las compran “para defenderse”, y poco a poco se expande, explica el comisario. Los delincuentes se abastecen de pistolas (45% el año pasado) y de armas largas, la mayoría de caza (55%), que compran a demanda. “No hay grandes organizaciones criminales dedicadas exclusivamente al tráfico de armas”, asegura el alto mando policial. “En el tráfico de hachís no nos había pasado nunca, y ya hemos encontrado grupos muy potentes que se defienden con armas largas y cortas”, añade, sobre una organización desarticulada el año pasado, que tenía subcontratada la seguridad a un grupo de origen mexicano, a los que intervinieron un AK-47. Las armas de fuego, resume, se usan sobre todo en narcoasaltos o venganzas.

El comisario insiste en que las cifras no son “ciencia exacta”, y que trabajan para analizarlas mejor. Con esas cautelas, los atestados alumbran que los delitos asociados a las 445 armas de fuego intervenidas en 2024 son tenencia ilícita de armas (37% de los casos), amenazas (16%), salud pública (8%), defraudación de fluido eléctrico (5%) y crimen organizado (3%). En la mayoría de ocasiones, las armas se aprehenden sin que haya una investigación exhaustiva previa que permita acreditar judicialmente que están en manos de traficantes, más o menos organizados. La otra cara de la moneda son los detenidos: los Mossos el año pasado arrestaron un 18% menos de sospechosos (248 frente a 293), algo a lo que la policía le da una lectura positiva porque hay menos personas relacionadas con armas de fuego. Del total de las incautaciones, 76 pistolas se hallaron en pisos, en los que los criminales huyeron, explica.

“Nos preocupa que haya tantas armas de fuego, pero sobre todo las 21 armas de guerra, porque existe la posibilidad real de herir a un tercero no implicado”, subraya el comisario, sobre los puntos de mayor riesgo que observan los Mossos. “Hasta ahora, los casos son intracriminales, entre grupos”, explica. El miedo, insiste, es que ocurran episodios “exocriminales”: que resulte herido alguien no implicado en el mundo de la droga. Y pone como ejemplo el tiroteo en Salou (Tarragona) en mayo de 2023, en el que jóvenes marselleses, en medio de una guerra entre clanes en su país, abrieron fuego a las puertas de hotel y mataron a dos rivales, pero pusieron en riesgo a vecinos y turistas. “Los menores es otro punto que nos preocupa”, insiste. Hasta ahora, los sicarios suelen tener “una trayectoria delincuencial dilatada, usan un arma de fuego con poca capacidad y tiene un objetivo muy claro”. Si se copia el modelo de “Marsella o Suecia”, existe el riesgo de que menores cojan armas largas, sin pericia alguna, y con una mayor impulsividad, lo que “abre el abanico del peligro de muertes”. Y el tercer punto, la amenaza para los policías, que ya han sido encañonados: “Es una línea roja, que se pierda el miedo a dispararnos”.




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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.
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