El diálogo entre catalanes ya está en marcha
Illa es ahora el único que puede obtener la fórmula de gobierno (sociovergencia, tripartito de izquierda o gobierno en solitario, no hay más) y luego entrar en acción
Se diría que toda la política catalana se reduce a un puñado de cálculos oportunistas y cortoplacistas para asegurar o impedir la investidura de Salvador Illa. Los hábitos divisivos cultivados durante años impiden la apertura de una conversación pública entre los distintos partidos sobre la única cuestión que interesa a todos los ciudadanos sin distinciones. Naturalmente, se trata de gobernar mejor Cataluña y profundizar en su autogobierno, en vez de seguir mermándolo y paralizándolo como hasta ahora.
La premisa es el diálogo político, del que solo debieran quedar excluidos quienes se excluyen de antemano, por la derecha, Vox y Aliança Catalana, y por la izquierda, la CUP. Si algo impide avanzar en este diálogo son las brasas del proceso independentista todavía ardientes en muchos rincones de Cataluña y a buen seguro en el corazón de buen número de ciudadanos que lo protagonizaron o lo apoyaron con sus votos y movilizaciones. De acuerdo, admitamos que el fuego pudiera algún día reavivarse o que seguirá vivo para siempre, como una lámpara votiva, como desean algunos y proclama con impostado escándalo la derecha hispánica. No es una dificultad insuperable, sobre todo si se consigue establecer y a ser posible consensuar un plan de acción clara y eficaz, que no nos deje paralizados e hipnotizados ante ese pálido fuego que se extingue lentamente.
Una vez más, un acreditado y prestigioso independentista, quizás el que más, como es Andreu Mas-Colell, ha esbozado en La Vanguardia (21 de mayo) el programa para tal conversación, basado en los acuerdos entre Esquerra y PSOE para la investidura de Sánchez y la plena aplicación del Estatut, con especial referencia a la agencia tributaria consorciada para recaudar los impuestos generados en Cataluña. ‘Todos’, dice el programa del PSC, cuestión de la que Mas-Colell deduce que “se puede construir una auténtica agencia tributaria, provista de todas las facultades decisorias o informativas que corresponde o se puede hacer un escaparate con poca sustancia”.
¿Pueden negarse a entrar en tal conversación los independentistas todavía ardientes? ¿Se negarán ciertos sectores de la sociedad catalana, catalanísimos en su mayor parte, que tan bien sabe representar el PP en cuestiones fiscales? Pudiera ser que el debate y las preguntas sean ya objeto de un debate y unos contactos desconocidos por la opinión pública. Ojalá. Pero hay pocas dudas de que estas son las cuestiones que convienen al país después de la fase exaltada y estéril que acabamos de vivir y que algunos no quisieran clausurar.
Esa conversación nacional es el exacto equivalente de la mesa de diálogo entre catalanes que Salvador Illa pedía y Pere Aragonès rechazó. Illa es ahora el único que puede encabezarla para obtener con ella la fórmula de gobierno (sociovergencia, tripartito de izquierda o gobierno en solitario, no hay más) y luego entrar en acción. Nadie más puede hacerlo. Y el que menos, Puigdemont. Urge ponerse manos a la obra.
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