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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Welcome to Barcelona?

La turistificación es tal vez uno de los más grandes problemas que atraviesa la ciudad: se enfrenta a la desaparición de todo lo que la hacía ser lo que es

Gasto turismo
Varios turistas equipados con sombrillas visitan la Sagrada Familia en una imagen de archivo.Alejandro Garcia (EFE)

Cuando era joven me gustaban los turistas. En aquella época tenía diecinueve años y trabajaba cerca de Sagrada Familia. Cada mediodía agarraba mi bocadillo y me sentaba en un banco de la plaza, y los veía deambular, y me gustaban. Porque su existencia me recordaba que allí fuera había otros países y otra gente, esperándome; un futuro. Y aquel pensamiento me sacaba del agobio, me ayudaba a imaginar una vida mejor.

Por añadidura, los turistas de 1993 venían en números razonables, y se conducían con una cierta humildad, desde luego con respeto a los usos locales, y además parecían interesados en la urbe que visitaban. Me hacía sentir un cierto orgullo que, de todos los rincones del planeta, hubiesen escogido esta, mi ciudad.

Esto, naturalmente, terminó. El crecimiento pantagruélico del turismo ha transformado la presencia de viajeros en una pesadilla para los barceloneses. Treinta millones de turistas visitan la ciudad cada año. Un extra de 160.000 personas (el 10% de la población urbana) ocupan diariamente el lugar donde vivimos. Según una reciente encuesta municipal, el 61% de ciudadanos considera que Barcelona ha llegado a su límite turístico.

Si ustedes viven aquí, lo siguiente les será familiar: un piso de Airbnb, ocupado por ingleses de parranda, mantiene en vela a un patio de vecinos; alguien intenta utilizar el transporte público a una hora no conflictiva y se lo encuentra atestado de turistas, impidiéndole montar en él; cierra un nuevo comercio local, y el millonésimo Vivari, que con tanta urgencia necesitábamos, ocupa su lugar; alguien desea visitar un servicio emblemático de la ciudad y lo encuentra reservado para el vacacionista; la Barceloneta y el Gòtic han sido transformados en centros turísticos de bebe-cuanto-quieras-y-vomita-donde-se-te-antoje; aumentan el crimen y la inseguridad ciudadana, con el parejo aumento de fuerzas de seguridad (ni en Munich en 1929 se veía a tanta gente uniformada); el sueldo mínimo de los trabajadores de servicios no cesa de disminuir; los alquileres de pisos se sitúan a niveles que solo un rapper famoso, tipo Kendrick Lamarr, podría pagar; y mucho más.

¿Quién tiene la culpa de todo ello? Es fácil señalar a la turista que exclama “¡Look, it’s the Ocean!” desde el Park Güell. Pero la responsabilidad debería recaer exclusivamente en la administración pública y los grandes grupos empresariales. Ellos han permitido, incluso incentivado, la situación presente, y lo han hecho por afán de lucro, desdeñando cualquier consideración hacia el bienestar, la tranquilidad, el espacio comunitario, incluso la identidad de los barceloneses.

Para colmo, nos dicen que solución es seguir creciendo: ampliar el aeropuerto, inaugurar más hoteles, aumentar la regularidad de autobuses y metros, más, más, MÁS. Pero hay ocasiones en que el fuego no se combate con fuego, y aunque así fuese no pondrías a un pirómano al mando. La política de crecimiento incontrolado que ha implementado la administración tiene visos de nihilismo, incluso de locura neroniana: sigamos entonando odas a la “Botiga més gran del món” mientras la urbe se reduce a cenizas.

La ausencia de menciones a la turistización durante las recientes elecciones demuestra que nadie, más allá de la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic y unos pocos movimientos sociales, la considera un problema. Pero lo es; tal vez uno de los más grandes que atraviesa la ciudad. Barcelona se enfrenta a la desaparición de su tejido social, de su espíritu, de todo lo que la hacía ser lo que es. El escritor inglés Alexander Baron decía que “una ciudad es memoria acumulada”, y nuestra urbe está a punto de perderla para siempre; de convertirse en otra cosa, muchísimo peor, brutal y sucia, mercantilista y antisocial. Inhabitable.

Es hora de que a los barceloneses se nos permita decidir qué modelo de ciudad queremos. Es hora de que la administración pública se decida, de forma inaplazable, por un decrecimiento y una limitación radical del turismo en la Ciutat Condal.

Kiko Amat es novelista.

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