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Festival Porta Ferrada
Crónica
Texto informativo con interpretación

La pasmosa solvencia de Wilco en el festival Porta Ferrada

El grupo norteamericano mostró su sólido cancionero ante 2.000 personas en una parada de su gira en Sant Feliu de Guíxols

Concierto de Wilco en el festival de Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols (Girona).
Concierto de Wilco en el festival de Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols (Girona).Xavier Casals

No tiene pinta de estrella de festival de verano. Un aire de cierta turbulencia emocional impregna su figura, redondeada, con ese desaliño que ondean sus cabellos, desordenados como un ejército en desbandada. Nada que ver con las aseadas figuras que llenan estos festivales, donde la melodía, el confort, la ausencia de emociones agudas y la general falta de pellizcos suelen ser la norma. Música aseada y divertida para ser escuchada de noche, con el espíritu de asueto magnificado por el verano y los cuerpos caldeados por la temperatura. Pero Wilco, una banda de rock que en tiempos coqueteó con darle la vuelta al rock e insuflarle incomodidad en un contexto más o menos experimental, arriesgado, en todo caso , es ya un grupo de perfiles redondeados. Una banda clásica de rock con todas las letras bebiendo de la tradición, vía country y folk. Por eso un Jeff Tweddy que siempre parece que acaba de salir de la cama o de ensayar toda la noche en el garaje, hasta cuaja en festivales de verano, y en Porta Ferrada (Sant feliu de Guíxols), cerca de dos mil personas no tuvieron bastante con dos horas de concierto y tras la final Spiders (Kindsmoke), aún pedías más. Dejar al público con un poco de hambre es siempre el mejor final.

Llegaban Wilco de hacer un concierto de festival en Sonorama, es decir, un concierto de trece temas que en Porta Ferrada se convirtió en concierto de gira. 24 composiciones y cerca de dos horas de música en la que country, presente como corriente freática en su discografía y más superficial en su último trabajo, rock de pradera y folk se hermanan. Y lo hacen con las turbulencias propias de dos guitarras que en ocasiones se trenzaban en encaje de bolillos, como ocurrió por ejemplo en Bird Without A Tail/Base of My Skull. Porque sí, la guitarra, las guitarras (hasta tres), llegaron a sonar simultáneamente, es el alma de Wilco, en uno de cuyos principales recovecos, Impossible Germany, fue cimentado, construido y decorado por un solo de más de cuatro minutos a cargo de Nels Cline, un músico sutil incluso cuando sube el volumen del instrumento o la velocidad de digitación. La posterior interpretación de Jesus etc confirmó los perfiles melódicos e íntimos del grupo, que quizás para no sonar tan redondo imprimió más velocidad de la presente en disco a la interpretación de otra balada, You and I, que había sonado antes.

Tratándose de un concierto de gira, el último trabajó quedó representado con un tercio de su cancionero, mientras que el resto dejó espacio a un buen ramillete de clásicos de un grupo que en directo suena con precisión y gusto, con alguna estridencia controlada y un ruido eléctrico que sirve para mejor paladear los registros más tenues de la formación norteamericana. Y, de paso, evidenciar que lo suyo no solo es placidez, sino un balance entre caricia y arañazo. Incluso hubo recuerdos al primer disco del grupo, allá por el lejano 1995, año en que sonó por vez primera el tema Box Full Of Letters. Rock para marinar una noche con buena parte del público en pie, en la pista sin sillas de un recinto que para los menos bailongos dispone también de gradas con excelente visibilidad. En los bises, el recuerdo a la colaboración con Billy Bragg por medio de California Stars y un cancionero que recaló fundamentalmente en Cruel Country (último disco), A Ghost Is Born y Being There. Son Wilco, un grupo que pasea su clasicismo con una solvencia pasmosa.

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