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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El 12 de Octubre

Cualquier evocación de la antiquísima España es inseparable de la memoria imperial y colonial de su crecimiento, pero también de su declive

Una imagen de la manifestación del 12 de Octubre de 2021 en Barcelona.
Una imagen de la manifestación del 12 de Octubre de 2021 en Barcelona.
José María Mena

Mañana es el día de la Virgen del Pilar que, según antiquísima tradición, un 2 de enero se apareció “en carne mortal” sobre una columna de piedra en Zaragoza. También es el día de la fiesta nacional. El Papa Clemente XII decidió cambiar la fecha de la festividad de la Virgen del Pilar, que era el día de su aparición, para que se celebrara el 12 de octubre, conmemorando el día en que Colón arribó a tierras de América. Satisfacía así a Felipe V, que deseaba conmemorar su triunfo militar sobre Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña aboliendo sus fueros, y vincular su victoria con la unidad de las posesiones de su corona en España y América, santificando todo ello bajo el manto del mito religioso de Aragón. Estos territorios “de las Españas de ambos hemisferios” se enumeraron pormenorizadamente en la Constitución de 1812. Ninguna de las posteriores constituciones volvió a aventurar enumeraciones de territorios, quizás porque habían empezado a independizarse, generalmente pese a la oposición armada española, y pese a la sangre de miles de humildes soldados, campesinos pobres de la metrópoli y de ultramar.

Únicamente el frustrado Proyecto de Constitución Federal de la República Española, en 1873, se refirió a “los Estados que componen la Nación española”, enumerándolos por orden alfabético, para remarcar la igualdad entre todos ellos, de modo que en el listado se puede leer “…Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura…”. En 1892 todavía se mantenía el mismo espíritu de unidad territorial sacralizada cuando la reina regente María Cristina autorizó al gobierno de Cánovas del Castillo para que decretara que el 12 de octubre fuera fiesta nacional “perpetuamente”. Poco duró esa perpetuidad, porque la unidad con las tierras que constituían la España de ultramar se acabó solo seis años después, con la pérdida de Cuba y Filipinas.

Cualquier evocación de la antiquísima España es inseparable de la memoria imperial y colonial de su crecimiento, pero también de su declive. Tras cada escisión territorial del siglo XIX, tras cada derrota y hundimiento moral y económico, resultó un nuevo mapa de España, amputado y disminuido, que, para los irreductibles evocadores del glorioso pasado, volvía a ser el de la España de la unidad, sacralizada y perpetua.

La festividad que evocaba aquel pasado histórico siguió manteniéndose, pese a todo, aunque con distintas denominaciones. Primero fue el día de la raza, denominación que entusiasmaba al Franco de tiempos de Hitler. Era una designación siniestra aunque estúpidamente errónea, dada la evidencia del mestizaje hispano y latinoamericano. Después fue la más aséptica, o ambigua, de día de la hispanidad. Finalmente, la vigente hoy es de Fiesta Nacional de España según una ley de 1987, firmada por Felipe González. En su preámbulo explica que la fiesta “simboliza el inicio de la proyección lingüística y cultural de España más allá de los límites europeos”. Mucho más simboliza esa fecha, y debería reconocerse que no todo fue idílico, pero queda por explicar por qué sigue implicándose a la Virgen del Pilar en tan ambivalente conmemoración.

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