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El In-Edit comienza a caminar a medio gas

El festival internacional, que cumple 19 ediciones, presenta 50 documentales musicales hasta el próximo domingo

In-Edit
Caetano Veloso, en un fotograma de 'Narciso-em-ferias', que participa en el In-Edit.

Hace diecinueve años el festival In-Edit Inició una incierta andadura por la que casi nadie daba ni cinco céntimos. Un certamen únicamente dedicado a documentales musicales parecía tener poco futuro, pero casi dos décadas después la realidad les ha dado la razón, aunque todo parece estar cambiando no a mejor ni a peor si no llevando las cosas a un plano diferente. La irrupción de las plataformas televisivas ha trastocado las leyes del mercado y conseguir estrenos es sumamente difícil. Así, muchas de las películas punteras de esta edición ya han pasado por otros festivales e, incluso, pueden encontrarse con cierta facilidad en Internet (aunque no siempre de forma legal).

Y si fallan los nombres de campanillas también la audiencia, ya que, como se ha comprobado en los primeros días, no siempre el gancho de la pantalla grande es suficiente para llenar salas.

En el segundo día del festival destacó la presencia The Myths and the Legendary Tapes centrada en el personaje, en realidad en el descubrimiento tardío de una cinta en una caja de cereales, de Delia Derbyshire, matemática y pionera británica de la música electrónica de los años sesenta que ya nos enamoró en la sesión de clausura del pasado año al participar en un filme extraordinario, Sisters with Transistors, que con muy bien criterio se ha repetido en la programación de este año y se pudo ver en la tarde del domingo.

Ambas películas hablan del peso importante de la mujer en los inicios de la música electrónica por delante de muchos hombres que acapararon los honores mediáticos. La lástima es que en el pase del domingo la sala 5 de los multicines Aribau solo registraba un triste tercio de su entrada. Una asistencia más que discreta que se ha repetido a lo largo de todo el fin de semana.

En la tarde del sábado, a pesar de que el olor a palomitas era irritantemente intenso a la entrada, más propio de un cine de barrio (si es que queda alguno) que de un certamen cultural, en el interior de la sala 5 poca gente se había reunido para recordar a Rick James. Probablemente su época ya ha pasado, pocos le recuerdan y menos le bailan, pero el filme de Sacha Jenkins vale la pena porque no solo muestra la personalidad del músico, sino a toda una generación de afro estadounidenses luchando por posicionarse en una sociedad que en el mejor de los casos los ignoraba.

Poco cambiaron las cosas al día siguiente. A primera hora de la tarde el olor a palomitas era casi imperceptible, la máquina diabólica acababa de ponerse a funcionar, pero en la sala dominaban las butacas vacías, aunque esta vez los ausentes no se perdieron nada. A Symphony of Noise no deja claro si es una película a favor o en contra de Matthew Herbert, en realidad si Herbert está a favor o en contra de su propio personaje y de su, por momentos, bastante dudoso gusto musical.

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Atravesar la calle Aribau cambiaba un poco las cosas. No solo el ambiente ya no olía a palomitas, sino que estaba un poco más caldeado. El sábado se llenó la sala 4, de tamaño medio para asistir al pase de Trance en la que el director Emilio Belmonte persigue a Jorge Pardo a lo largo de dos años mostrando muchas de las facetas del magnífico saxofonista y flautista madrileño. Y no solo las musicales, ya que también se penetra en aspectos mucho más íntimos. Un filme importante que además incluye una cantidad de música de alto voltaje que merece ser vista en pantalla grande justificando así la esencia del In-Edit. Belmonte lucha para que la cinta entre en el circuito de salas comerciales, esperemos que tenga éxito y que el público que no puede asistir a los festivales no lo deje escapar.

El domingo esa sala casi se llenó para una película aparentemente poco atractiva, pero que acaba cautivando. En Narciso Em Férias Caetano Veloso explica a lo largo de 90 minutos de cámara fija dos meses de prisión en 1969. Una anécdota mínima comparada con su inmensa trayectoria, pero cuando Caetano se pone a hablar sencillamente enamora. Y, además, canta Hey Jude. Los que aceptaron el reto seguro que salieron altamente satisfechos, no por la calidad fílmica del producto, sino por el atractivo expansivo del sabio cantautor brasileño.

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