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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La cartofilia, una desconocida

El Cercle Cartòfil de Catalunya agrupa a coleccionistas e investigadores de la tarjeta postal ilustrada

Tomàs Delclós
Primera postal dedicada a Barcelona de 1894.
Primera postal dedicada a Barcelona de 1894.

La “cartofilia” es el nombre que, prácticamente en toda Europa, identifica el coleccionismo de tarjetas postales ilustradas. En los Estados Unidos, en los años cuarenta del siglo pasado, se introdujo el término “deltiologia”. En cualquier caso, ninguna de las dos palabras están admitidas ni por la Real Academia de la Lengua Española ni por el Institut d’Estudis Catalans. Y han tenido tiempo de escucharlas porque “cartofilia” es un término que nace en Francia a finales del XIX. Aunque hay autores que expanden el territorio semántico de estos vocablos e incluyen, por ejemplo, el amor a los mapas y que la Sociedad Cartofílica Australiana admite como socios a los coleccionistas de cromos… el Cercle Cartòfil de Catalunya está dedicado a la investigación, promoción y divulgación de la tarjeta postal ilustrada, estrictamente. Y en el libro Els inicis de la targeta postal a Catalunya, Andorra i Balears, un monumental trabajo del historiador y actual presidente de la entidad, Ramon Pla, y del historiador y director de la revista del Cercle, Jaume Tarrés, se deja muy claro que no se puede hablar de tarjeta postal si no es para la “comunicación escrita en una cartulina sin sobre mediante el servicio postal de correos”. Pla dice que la cartofilia busca la historia gráfica de una zona a través de la postal, investiga la obra de un fotógrafo, de un editor, el tratamiento de una temática… “La cartofilia es una gran desconocida”.

La historia de la postal se considera que empieza con la propuesta formal que el prusiano Heinrich von Stephani hace en la Conferencia Postal de su país en 1865. No prosperó porque el director de correos las consideró un atentado al secreto de las comunicaciones. De todos modos, los austríacos, explica Tarrés, recogieron la idea y en octubre de 1869 emitían las primeras postales. Eran tarjetas sin imágenes con el franqueo imprimido. Son las llamadas entero postales, de las que se ocupa la enterofilia. La primera tarjeta postal ilustrada se editó con motivo de la Exposición Universal de París de 1889. En España, en 1905, Correos autorizó dividir el reverso de las tarjetas en dos mitades mediante una raya vertical para separar el mensaje del nombre y la dirección del destinatario. “Cuando salieron las primeras tarjetas postales con imágenes estaba prohibido escribir en el dorso, donde figuraba solamente la dirección, y se tenían que aprovechar rincones que dejaba la imagen o hacerlo sobre la misma imagen”, comenta Tarrés.

La historia de la postal en España, siguiendo el libro de Tarrés y Pla, está llena de nombres catalanes. El primer decreto creando la postal es de 1871 con Víctor Balaguer de director general de Correos y Telégrafos. El decreto las concebía, pero no se fabricaron hasta que en diciembre de 1873 el Gobierno de la Primera República aprobó hacerlo en régimen de monopolio. Narcís Monturiol era el responsable de la Fábrica Nacional del Sello y la grabación litográfica de los primeros ejemplares la hizo Joaquim Pi y Margall, hermano del presidente de la República. “El monopolio público”, subraya Tarrés, “se acabó en 1887. Oscar Hauser y Adolf Menet, impresores suizos instalados en Madrid, fabricarán el 1894 la primera postal sobre Barcelona, dedicada a cuatro vistas de la ciudad. Otros impresores extranjeros se establecerán en Barcelona y también aparecerán los editores locales”.

En la literatura de aquella época, se habla del coleccionismo de postales tratándolo de “sport”. Con la incorporación de artistas a la creación de ilustraciones para postales (desde Antonio Utrillo o Alexandre de Riquer a Ramon Casas) nace otro concepto singular: el “pequeño cartelismo” que podía tener una motivación estética, publicitaria… Son las postales con imágenes propias que editan fabricantes de sifones, papel de fumar o de Anís del Mono, seguramente la más popular.

El crecimiento de las ciudades, la mejora del transporte y la aparición del turismo explican el fulgurante éxito de la postal a principios de siglo. Un éxito que se ha ido apagando con la fotografía en los móviles, la comunicación digital instantánea…. Y los clubes cartófilos, obviamente, han seguido la misma tendencia. El círculo de Cataluña lo crearon en 1980 un grupo de coleccionistas. Fue el primero desde la guerra civil y sigue siendo el único en España. “De hecho, cartófilos del resto del Estado son socios de nuestra entidad”, precisa Pla. En total, son unos ochenta miembros y lo que más preocupa es la ausencia de juventud. “Las inquietudes, ahora, son diferentes”.

“Hay que recordar que la postal popularizó la fotografía cuando su soporte era frágil, las cámaras eran escasas y se hacían pocas copias. La postal, con sus grandes tiradas, abarata la foto y permite, aspecto importante para los archivos, que ahora se encuentren imágenes que habrían desaparecido”. El Cercle ha hecho donación de su fondo bibliográfico y de publicaciones al Ateneu Barcelonès, su revista se encuentra en muy determinadas bibliotecas, fomenta la investigación, ayuda a quien pide información y, cuando pase la pandemia, recuperará su trabajo de divulgación. Por ejemplo, colabora con el ayuntamiento de la Ametlla del Vallès en el Museu Virtual de la Targeta Postal de Catalunya que, hoy por hoy, no tiene sede física. En Internet presenta una muestra de 7.000 postales.

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Pla destaca que la historia de la postal abriga otras muchas historias. Y lo resume en dos ejemplos. Uno: en 1938, cuando los bombardeos de Barcelona, la quinta columna enviaba a una estafeta de Marsella controlada por los franquistas postales de la ciudad donde señalaban con cruces los edificios destruidos. Era una manera de documentar su eficacia. Y otro: Hace años, una abuela japonesa encontró en la tienda de Joan Cortés de Girona tres postales de su ciudad, Nagasaki. Eran de la frutería familiar. Su emoción fue inmensa. No solamente porque reconoció parientes suyos. Aquellas postales eran una prueba para poder recuperar la propiedad del terreno. Con la bomba nuclear desapareció, también, toda la documentación y cuando la municipalidad rehizo el padrón, un vecino influyente reclamó como suyo el solar donde estaba la tienda de la abuela.

La postal, un documento. Aquí está el fundamento de la cartofilia.


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