Tubau, la abogada a la que obedece el ‘major’ de Mossos
La penalista encauzó la fuerte personalidad de Trapero, que se sometió a su criterio
Cuando le dijeron que las cosas se estaban complicando demasiado (acababa de sortear la prisión provisional) y que lo mejor sería buscar un abogado externo, Josep Lluís Trapero puso mala cara. A los mossos, peleó con gen corporativo, deben defenderles los servicios jurídicos del Departamento de Interior. Pero el abogado de la casa, su tocayo Josep Lluís Florensa, se mantuvo firme, casi tan terco como el major: un proceso penal en la Audiencia Nacional, con delitos graves, era demasiado trabajo e iba a desbordarle.
Florensa propuso una candidata: Olga Tubau. La conocía porque había logrado, junto a su compañera Lidia Lajara, la absolución de dos antidisturbios del cuerpo acusados de reventar el ojo a una manifestante, Ester Quintana, con una pelota de goma. La sentencia concluyó que no había pruebas para saber si disparó tal o cual mosso. Caso cerrado y punto para la abogada, que a finales de octubre de 2017 se vio sentada por primera vez frente a Trapero en un despacho de Egara, cuartel general de la policía catalana.
En Egara nació una sintonía que ha crecido en tres años y ha derivado en afecto mutuo: el miércoles, tras conocer la absolución, el comisario y la abogada se fundieron en un abrazo que era alivio, desahogo, felicidad pura. Una concesión a los sentimientos en dos personajes poco dados a mostrarlos: en público, Tubau (59 años) es reservada y contenida; Trapero (55), áspero y distante.
Trapero tiene un carácter complicado. Su disputa a cara de perro con el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos por la coordinación ante el 1-O es un ejemplo de ello y explica, tal vez, la inquina del coronel en el juicio. Presto a la discusión, acostumbrado a mandar, con todo el poder en la jefatura de Mossos, el major se sometió en cambio, dócil y voluntariamente, a un mandato superior: el de su abogada.
Como cliente, el comportamiento de Trapero ha sido ejemplar: obediente, respetuoso, no ha puesto trabas y ha confiado en la estrategia diseñada por Tubau para su defensa. Cuando no ha estado de acuerdo lo ha expresado en voz alta, pero siempre sometido al criterio superior de la nonna, como llaman en el bufete a Tubau por una anécdota en un restaurante italiano, donde el camarero la llamó “abuela”, cosa que la enojó sobremanera.
Tubau —casada, tres hijos y sí, un nieto— ha alcanzado el olimpo profesional. Acaba de ganar el juicio de su vida y le llueven casos: el último, el del productor televisivo Josep Maria Mainat, al que su mujer presuntamente intentó asesinar suministrándole insulina. Presente desde hace años en la primera división de los penalistas de Barcelona, Tubau tuvo otro momentum a finales de los 80, con los GAL, cuando dirigió la acusación en el caso de Segundo Marey.
“Pero su gran éxito es este, porque un abogado es sobre todo un abogado defensor”, reflexiona José María Fuster-Fabra, que con los GAL estaba “en la otra trinchera”. El abogado recuerda que fue “una época de mucha tensión”. Por eso, para muchos fue una sorpresa verles tomar una copa por Madrid, en los albores de una amistad que perdura pese a que ideológicamente están “en las antípodas”. “Es una gran trabajadora, pausada pero contundente”, añade Fuster-Fabra.
A Tubau le apasiona su trabajo casi tanto como las golosinas y el baile, aunque es “mejor abogada que empresaria”, dice Lajara, con la que lleva años trabajando frente a frente. Por lo demás es comedida, respetuosa, atenta. Podría pensarse que su estilo afrancesado —pelo corto y blanco, gafas estilosas, gabardinas— la adquirió en París, donde nació. Pero no. Sus padres, trabajadores emigrantes, se conocieron allí, y ella llegó a Barcelona de niña.
Amante (literaria) de Albert Camus, pero también de la novela negra (Andrea Camilleri, Donna Leon), ha trabajado la imagen pública de Trapero, que también en eso ha debido transigir. “El tono y la actitud son importantes. Debía mantener el temple, contener la indignación”, explica Tubau un día después de su triunfo, aún exultante aunque la vida sigue: acaba de llegar de unas declaraciones en un asunto mucho menos mediático.
La letrada, que sigue escribiendo sus informes a mano, tenía clara la línea a seguir desde el principio: “Demostrar que los Mossos hicieron lo que pudieron”. La sentencia le ha dado la razón. Y también a Florensa. Con el tiempo, el major lo ha reconocido y ha agradecido que diera un paso al lado y le dejara en manos de la nonna.
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