El Sant Jordi de verano facturó el 25% del ‘clásico’ de 2019
El sector del libro, que habría recuperado ya el 45% de las ventas de la 'diada' con la doble cita de este año, se plantea una jornada festiva de julio estable
El sector de la edición y, en particular, los libreros salieron con el espíritu reforzado tras la respuesta ciudadana a la diada del Sant Jordi de verano que tuvo lugar el jueves como manera de recuperar la fiesta callejera que este año no pudo celebrarse el tradicional día de Sant Jordi, el 23 de abril, y que al final tampoco se pudo llevar a cabo en Barcelona y parte de Tarragona y Lleida por las restricciones sanitarias. Pero, al parecer, también han salido reconfortados mínimamente en lo económico porque, a pesar de no haber prácticamente puestos con libros ni firmas de autores, la jornada se saldó, en lo económico, con una facturación equivalente a una cuarta parte de la realizada en Sant Jordi de 2019 (algo más de cinco millones de euros), según la Cambra del Llibre de Catalunya, elevando en un 5% las previsiones más optimistas.
La afluencia de público a las librerías se manifestó en todo momento superior a las expectativas de los propios profesionales del sector, desanimados tras las medidas sanitarias que obligaron a renunciar a poner tenderetes y firmas para evitar las aglomeraciones, una situación que en el caso de la capital catalana se llevó por delante la zona perimetrada que había de concentrar, en un paseo de Gràcia cortado al tráfico, 110 estands de los casi dos centenares que estaban previstos en toda Barcelona. Ya a media mañana, algunas tiendas habían facturado lo mismo que en una jornada completa. La presencia de compradores llegó a provocar por la tarde colas en la entrada de algunas librerías del centro de la ciudad, fruto de los límites de acceso de control y aforo que marcan las normas sanitarias.
El fenómeno no tuvo, sin embargo, el mismo eco en todo el territorio de Cataluña ni en las diferentes zonas de Barcelona, como tampoco en un determinado tipo de negocios, en especial grandes almacenes o macrotiendas culturales. En esa línea, algunas fuentes rebajan la facturación global con relación a un Sant Jordi clásico que facilita la Cambra y lo fijan entre un 10 y un 15% del total de las ventas. Sea como fuera, y según las cifras facilitadas por el propio sector, entre la facturación alcanzada el pasado 23 de abril (básicamente a través de encargos y ventas online) más la obtenida por el Sant Jordi de verano se habría recuperado casi un 45% de la facturación del año pasado.
La tipología de los compradores del jueves, más cercana a los clientes asiduos de las librerías que a los más ocasionales que conforman la clientela masiva del 23 de abril, explicaría, por un lado, el volumen de las ventas, así como el tipo de libros que conformaron los más solicitados, con una notable presencia de libros de fondo que neutralizaron las novedades, arrastrando quizá el fenómeno que, de manera obligatoria al no poder las editoriales lanzar más títulos ni tampoco distribuirse, ya se dio durante el periodo de confinamiento. Así, si bien una rabiosa actualidad (del mismo día) como M’explico, donde el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont cuenta su huida a Bruselas, se perfilaría como el más solicitado, junto a la intriga de Joël Dicker El enigma de la habitación 622, (lanzado tras el confinamiento), también estuvieron entre los más vendidos títulos más de fondo como Canto jo i la muntanya balla, de Irene Solà; La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes; o Boulder, de Eva Baltasar. El reciente fallecimiento de Juan Marsé provocó una gran demanda de su obra.
El ambiente generado y las cifras que se intuían al final del Sant Jordi de verano ya llevaron al final de la propia jornada tanto al presidente de la Cambra del Llibre de Catalunya, Patrici Tixis, como a la presidenta de Editors.cat, la Associació d’Editors en Llengua Catalana, Montse Ayats, a reconocer a este diario que el sector podría plantearse una jornada así “de manera estable”. No todo el colectivo estaría de acuerdo en ello, en especial los libreros, que a los problemas organizativos añaden el coste de aplicar un 10% de descuento. Asimismo, también dudan de cambiar su estrategia comercial para esta época del año, que ya cuenta con las ventas de lecturas de vacaciones y la promoción del ganador y los finalistas del premio Llibreter que convoca el propio gremio.
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