Penas de un espectador del Grec frustrado
El colapso del servicio de venta de entradas del festival defrauda a los que han tratado de obtenerlas
A las nueve en punto del viernes, la hora anunciada de apertura de la web de venta de entradas del festival Grec, quien firma estas líneas estaba frente al ordenador. Inútil. El servicio estaba colapsado y cuando querías entrar en la página del espectáculo escogido para adquirir las entradas... solo conseguías ver un círculo rotando. Si acudías al chat de atención al cliente y enviabas un mensaje preguntando qué plazo era el esperable para que el colapso se solucionara... te encontrabas con que tu pregunta ocupaba el puesto 104 por lo que era impensable recibir una respuesta. La opción del chat a las 12.45 horas ya ni tan siquiera aparecía y en la página se exponía un aviso en el que se informaba de tres posibles explicaciones al problema de acceso: que se hubiera quitado el recurso que se estaba buscando, que se le hubiera cambiado el nombre o que no estuviera disponible en estos momentos. Unos momentos que fueron horas. Al pobre internauta se le sugería que intentara: crear el contenido en el servidor web, revisar la dirección URL del explorador o crear una regla para hacer un seguimiento de solicitudes... unos consejos más destinados al administrador del sistema caído que al pobre espectador que únicamente quería comprar unas entradas.
Sin mucha esperanza, pasadas las diez de la mañana, me planté presencialmente en el Palau de la Virreina de la Rambla, donde están las taquillas del Grec. Un centenar de personas hacían una cola que no prosperaba porque, obviamente, también allí el sistema informático no funcionaba. Las empleadas del servicio procuraban dar la poca información que tenían y ante la perspectiva de una espera larguísima suministraron una silla a un papá que iba con un bebé en brazos...
Hacia las once dijeron que en media hora se abriría la venta presencial y que el servicio de Internet seguiría bloqueado, como mínimo, una hora más. A las 11,20 horas empezó la venta de entradas pero al haber únicamente dos taquillas —alegaron restricciones de aforo por razones sanitarias— la atención a cada comprador se eternizaba. Las cámaras de betevé estuvieron haciendo un reportaje en la cola donde, obviamente, recogían la incomprensión y enfado que suscitaba tanta ineptitud municipal a la hora de organizar la venta ante una más que previsible avalancha.
La drástica reducción de aforo de los distintos espacios de este Grec de urgencia, puesto en pie en circunstancias tan complicadas, ya hacía prever que iba a ser difícil conseguir entradas. El comisionado de Cultura municipal, Joan Subirats, lo había advertido, ciertamente: “Mucha gente se va a quedar sin poder venir al festival”. Los precios populares (15 euros) y el hecho de que se hayan vendido abonos antes de la crisis han contribuido al embudo.
Al mediodía, calculé que con ochenta personas por delante, y en el supuesto de que la informática o la impresora no fallaran, como había sucedido, podría ser atendido a las cuatro o a las cinco de la tarde. A las 12,15 horas abandoné la cola y me despedí de los nuevos amigos que había hecho en ella. No poder comprar entradas para el Grec me costó 20 euros de taxi.
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