Archivo Tarradellas: del Institut d’Estudis Catalans, a Poblet
Correspondencia inédita demuestra que el presidente de la Generalitat cambió varias veces de parecer por diferencias políticas sobre a quién legar el importante fondo que conservaba
Durante años, el vasto legado documental sobre la Guerra Civil, el exilio republicano y la Transición que atesoraba el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas fue codiciado por muchos. Ahora se han cumplido cuarenta años desde que el 23 de marzo de 1980 tuviera lugar el acto simbólico del depósito y aceptación del fondo al monasterio de Poblet entre Tarradellas, a las puertas de abandonar la presidencia, y el abad Maur Esteva. Pero ese no iba a ser el destino inicial que el presidente pensó para legar el fondo, según dos cartas inéditas recuperadas por este diario en el Archivo Montserrat Tarradellas i Macià.
En la primera, el 28 de enero de 1958 Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio, confesó al diputado de ERC Miquel Guinart, uno de sus amigos íntimos de adolescencia, que “con Antonia en su día ya decidimos que el día que faltemos todo pase al Institut d’Estudis Catalans [IEC] y así las generaciones que vienen, podrán en mi opinión estudiar una época bien importante de nuestra historia”.
A principios de noviembre de ese año, sin embargo, había cambiado de opinión. A las puertas de su segundo viaje como presidente a América, Tarradellas dispuso ante un notario de Tours que, en caso de fallecimiento, su biblioteca de historia y política y los “quince archivadores metálicos compuestos de cincuenta y ocho cajones, un importante armario metálico y veinte y cuatro ficheros metálicos” se legasen al Parlamento de Cataluña. Así lo transmitió al entonces vicepresidente y presidente en funciones, Francesc Farreras Duran, el 3 de noviembre de 1958.
¿Por qué se desdijo? Sin que el presidente dejara constancia del motivo, se puede inferir que la alternativa de la IEC, la academia catalana de las letras y las ciencias, como destino del archivo que reunía documentación particular, de la Generalitat de Catalunya y de Esquerra Republicana, perdió enteros a partir del otoño de 1968. En el marco de las críticas de Tarradellas a Òmnium Cultural por camuflar su actuación política tras la promoción cultural, el médico y profesor Josep Alsina Bofill, miembro de esa entidad y vicepresidente del IEC, requirió al presidente argumentos. Tarradellas le dirigió el 9 de noviembre una larga misiva y le dijo que, tal como empezaba a hacer entonces para dar a conocer su opinión, la haría pública, de manera anónima, como carta enviada a “un profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del Institut d’Estudis Catalans”.
Alsina le pidió por telegrama que retirara toda referencia al IEC. También su presidente, Jordi Rubió i Balaguer, desautorizó la utilización del nombre de la institución para lo que no fuera “estrictamente científico y cultural”. Tarradellas retiró la referencia al IEC y la difundió. Esa polémica la abordó Joan Badia-Homs en la revista Estudis del Baix Empordà (2005).
En 1977, cuando Tarradellas regresó del exilio, el presidente del IEC era, precisamente, Alsina Bofill. Al año siguiente le relevó el historiador del arte Joan Ainaud de Lasarte, con mejor relación con Tarradellas. Con todo, Òmnium Cultural subvencionaba el IEC. Esas circunstancias pesaron a la hora de buscar una alternativa.
El Parlament, descartado
Para que la documentación no fuese a parar al Parlament fue determinante, apunta a este diario el exconsejero del gobierno Tarradellas, Josep Maria Bricall, la preocupación de éste para que “no se abusara” del archivo: “Si se ubicaba en Barcelona habría sido de demasiado fácil acceso”. También que el monasterio de Poblet, a diferencia del de Montserrat, “no hubiera intervenido en política y diera unas garantías de rigor y continuidad”. Se trataba, además, de una institución con fuertes vínculos con la Corona de Aragón. Según la exdirectora del Archivo Tarradellas, Montserrat Catalán, el político habría decidido legar la documentación a Poblet tras su primera visita al monasterio en febrero de 1978, “cuando el presidente, que logró fondos para la restauración del complejo, pidió a Maur Esteva que consultara con la comunidad la posibilidad de hacerse cargo del archivo”.
Tarradellas dedicó buena parte de su exilio a guardar la documentación y a reunir volúmenes de ensayo histórico de la Cataluña contemporánea. “Son —explicaba a Guinart— toda una vida de trabajo y de sentido de continuidad. Si de toda mi actuación solo resta esto, creo que habré servido fielmente a Cataluña, pues tengo la ilusión de creer que mis archivos, más la biblioteca especializada, son algo importante”.
Una biblioteca 'viajera', en Olot
A finales de los años sesenta, Josep Tarradellas vendió parte de su biblioteca, que pudo llevarse durante la Guerra Civil o serle enviada después, para sobrevivir económicamente. Según la carta inédita a Guinart, sin embargo, parte de sus libros “de política y crítica catalana” permanecieron en Olot, donde se había reunido por última vez el gobierno Companys en enero de 1939 en el inicio del exilio. El arquitecto local, Josep Danés, según el presidente, los habría guardado en la biblioteca municipal.
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