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La vida congelada en La Rambla

Las patrullas de la Guardia Urbana instan a los ciudadanos a regresar a sus casas advirtiendo de que no pueden estar en la vía pública

Àngels Piñol
Un agente amonesta a ciudadanos por pasear porla Rambla.
Un agente amonesta a ciudadanos por pasear porla Rambla.Joan Sanchez (EL PAÍS)

Tres señores mayores ojeaban este domingo por la mañana, sobre las 9.30, un periódico en las sillas individuales de La Rambla, justo delante de la Font de Canaletas. Un guardia urbano mantuvo una acalorada discusión con ellos y, al final, a regañadientes, acabaron levantándose y marchándose Rambla abajo. El agente se fue después hacia la estación del metro de la plaza de Catalunya donde le aguardaban otros compañeros. La Rambla amaneció ayer intentando digerir la orden de confinamiento por la pandemia. La vida, poco a poco, empezó a congelarse en el paseo casi a cámara lenta.

El paseo se ha quedado vacío. En apenas 48 horas, la avenida se ha convertido en una especie de escenario en el que van desapareciendo poco a poco los actores. Apenas queda nadie. Turistas con maletas de ruedas camino de la estación; extranjeros que se han quedado atrapados en Barcelona; algún runner desafiante; vecinos que van a reciclar y que van a comprar el pan y aprovechan para dar un rodeo.

—No hace falta que vayan dos, con uno, basta. A partir del miércoles, multamos.

Un agente apostado junto a un coche-patrulla, a la altura de la Virreina, recuerda que esto no es una broma. Un letrero luminoso parpadea en el vehículo diciendo: “Accés prohibit”. Muchos parece que al mediodía no se han dado por enterados. Rambla abajo, hacia Colón, el paseo está concurrido. “Los turistas no lo saben”, alega el policía.

Ni Liceo ni teatros ni cafeterías ni quioscos (la mayoría cerrados). Persianas echadas en La Rambla y en las calles adyacentes salvo un despistado todo a cien. Las farmacias avisan de que ya no tienen mascarillas. Taxis sin clientes. Y buses que circulan sin pasajeros. Ni un alma en la parada del V-13.

— ¡No pueden estar en la vía pública. ¡Váyanse a su casa!, se oye desde la megafonía de un coche de la Guardia Urbana.

Dolores Ibáñez, de 83 años, la Señora Lolita, lleva 61 viviendo en el paseo y se toma con filosofía lo que se avecina. “La Rambla está muerta. Ni en la calle Bon Succés, donde siempre hay tráfico, se ve a nadie. Esto es peor que una guerra. No afecta solo a unos países: afecta a todo el mundo por igual”.

Hace una semana que ya no sale de casa y no le preocupa abastecerse porque tiene a sus hijos y se hace llevar las provisiones a su domicilio. Tampoco le asusta el coronavirus: “Lo que tenga que ser, será. No voy a obsesionarme”, dice. E invita a sus vecinos a que tengan paciencia porque esto puede ser muy largo. “A mí no me afecta mucho porque yo siempre trabajé en casa cosiendo cuero. Y estoy acostumbrada”. No niega que las vistas de su balcón ayudan a que todo sea más llevadero. Y plantea casi una duda universal: “¿Por qué pueden abrir las peluquerías? ¿La gente no se puede duchar y lavarse el pelo?”.

No lo lleva tan bien Núria Riera, de 77 años, otra vecina del mismo bloque. “Me subo por las paredes”, admite. “Lo llevo muy mal”. Muy activa, la señora Núria va tres veces a la semana al gimnasio, camina mucho y va a buscar a sus nietos. Le asusta una cosa: que pueda enfermar y fastidiar así a su hija.

La noche es casi tétrica en La Rambla. No se ve ni un alma pero, por encima de todo, es que no se oye nada. Y ese pesado silencio evoca al de las horas posteriores al atentado de 2017. Nada de bullicio. Hasta se echa de menos al grupo de break que baila casi todas las noches con su música machacona. No se ven casi paquistaníes vendiendo cerveza. Pero la vida sigue. Y la señora Núria tiene claro que saldrá a comprar. Aunque admite que ayer quería ir a ver a una amiga que vive al lado de casa pero renunció: “Es que me han metido miedo. Hasta ha salido en la tele que han echado a gente de los bancos de La Rambla”.

ENCERRADOS EN CASA CON...

Lugar de cuarentena: Un bloque de La Rambla de Barcelona.

Número de personas y edades: Cuatro adultos y un adolescente.

Principales carencias del confinamiento: La angustia y el aburrimiento por no poder salir de casa.

Libro y serie para estas dos semanas: El libro ‘Sentido y sensibilidad’, de Jane Austen, y la serie de televisión Babylon Berlin


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