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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cataluña no va bien

El Índice de Igualdad de Género valora al territorio con un índice de 70,9, un dato poco superior al de la media del conjunto de España (70,1), pero muy lejano a Suecia (83,6)

Una operaria en una cadena de montaje de Nissan.
Una operaria en una cadena de montaje de Nissan.Albert Garcia
Albert Branchadell

El pasado 17 de febrero el consejero de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat, Chakir El Homrani, presentó la última edición del estudio Evolució de la bretxa salarial de gènere a Catalunya, correspondiente a 2017. De acuerdo con los datos analizados, las mujeres catalanas cobraron en 2017 una media del 23% menos que los hombres. Si los hombres cobraron 27.572,80 euros, las mujeres se quedaron en 21.110,30. Comparando esos datos con los del año anterior, la brecha se redujo en tan solo 4 décimas. Un análisis más pormenorizado revela que la brecha, de hecho, creció entre los salarios más bajos, donde alcanzó nada más y nada menos que el 34,4%.

En un arranque poco habitual de sinceridad, el consejero El Homrani (que por cierto, no está en la quiniela de presidenciables) admitió que la brecha sigue siendo “inaceptable” y no dudó en considerar que la inapreciable disminución en 4 décimas no es “adecuada” ni “lógica”.

Cataluña tiene un problema, y no se llama “brecha salarial de género”, sino que responde al nombre más amplio de “desigualdad”. En enero de este año el Institut Català de les Dones publicó los datos del Índice de Igualdad de Género (IIG) correspondiente también a 2017. El IIG es un instrumento que permite medir el grado de igualdad entre mujeres y hombres en los países de la Unión Europea y oscila entre 1 (que correspondería a la desigualdad total) y 100 (igualdad total). Con un índice de 70,9 Cataluña se sitúa por encima de la media europea (67,4) pero no destaca especialmente respecto al conjunto de España (70,1) y sobre todo anda muy lejos de la sociedad más igualitaria de Europa, que es la sueca (83,6).

Si se analizan las dimensiones y subdimensiones que conforman el IIG, la cosa no está ciertamente para lanzar cohetes. En la dimensión de Conocimiento, el índice catalán (62,4) está por debajo del europeo y también del español, lastrado por la subdimensión Segregación, que refleja el sesgo temático según el género a la hora de escoger estudios. La desigualdad de género en la dimensión de Poder (político, económico y social) es la más elevada de todas: el índice se queda en 59,8, por encima del europeo pero otra vez por debajo del índice español. Y a años luz del sueco.

Los datos del IIG están en triste sintonía con la de otro índice parecido elaborado por el Gabinete de Estudios de la Cámara de Comercio de Barcelona con la colaboración del Observatorio Mujer, Empresa y Economía. El llamado Indicador de Igualdad de Género de Cataluña (IIGC) oscila entre -1 (máxima desigualdad de las mujeres) y +1 (máxima desigualdad de los hombres), donde el 0 reflejaría una situación de igualdad total. En el último año analizado, que también es 2017, el IIGC global se situó en -0,21, con un inapreciable descenso respecto a la medición anterior (-0,22) que seguro que El Homrani no consideraría ni “lógico” ni “adecuado”.

El IIGC global está formado por 28 indicadores parciales agrupados en cinco bloques (formación, mercado de trabajo, sector TIC y R+D, condiciones de vida y empoderamiento). Hurgando entre estos bloques se descubre también que hay ámbitos de mucha desigualdad estructural que apenas se mueven con el paso del tiempo. En el sector TIC y R+D, el estudio de la Cambra revela no solo que en los cuatro indicadores que lo forman las mujeres se encuentran por debajo de la paridad, sino que en el caso concreto de las TIC las desigualdades no se han reducido nada de nada desde la primera medición en el año 2005.

Esta columna podría seguir con otros muchos datos que apuntan en la misma dirección casi en cualquier ámbito. Es cierto que en el Plan de Gobierno de la XII Legislatura ERC y JxCat prometieron “alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres” a través de un plan estratégico, y también es cierto que en julio de 2019 se aprobó el Pla estratègic de polítiques d’igualtat de gènere 2019-2022. Pero que exista un plan estratégico de tipo literario con objetivos operativos de manual tan previsibles como “eliminar la brecha salarial de género” no significa que el Gobierno de la Generalitat haya hecho de la lucha contra la emergencia de género un eje central de su actuación política. Más allá de la “lucha final” que algunos convocan, sería deseable que en la campaña electoral que se avecina pudiéramos hablar también sobre el alarmante estado de la igualdad de género en Cataluña.

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