Fallece Gabriel Delgado, el padre de la Frontera Sur
La entrega a los migrantes y más necesitados llevó a este sacerdote de Cádiz a impulsar diversos grupos de voluntariado y a ser reconocido con la Medalla de Andalucía
Gabriel Delgado había oficiado muchos entierros como sacerdote. Pero había unos a los que, pese a lo numerosos que son y los años transcurridos, se confesaba incapaz de acostumbrarse: los de esos migrantes —algunos menores de edad— que acaban en un nicho sin nombre a la orilla gaditana de la Frontera Sur. “Lo hago con dignidad, pero lo paso mal”, explicaba a EL PAÍS en julio de 2018. Hasta que este viernes les ha tocado llorar por él a todos los que le conocieron. El padre de los más necesitados, de los inmigrantes de la Frontera Sur, ha fallecido en Cádiz a los 75 años. Tras de sí deja una marcada huella de entrega, materializada en el impuso de dos asociaciones de ayuda a los recién llegados y reconocida con la concesión de la Medalla de Andalucía en 2001.
La exhortación del papa Francisco a sus sacerdotes para que oliesen “a oveja” —pronunciada en abril de 2015—, pilló a Delgado ya de vuelta. Para ese entonces, este cura de semblante serio y ojos penetrantes ya llevaba muchas décadas con olor a grasa de motor, primero; a mar, después. El gaditano recaló en Astilleros de Cádiz, donde trabajó como parte de su compromiso como cura obrero, justo después de ordenarse el 25 de octubre de 1975 tras pasar por el Seminario de Cádiz y la Facultad de Teología de Salamanca. Delgado llegó a ser consiliario diocesano y regional de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de Andalucía y presidente de la Asociación Cardijn, entidad a la que ha estado ligado hasta su fallecimiento.
Una cruel coincidencia hizo que el 1 de noviembre de 1988, víspera del día de los Difuntos, apareciese en la playa tarifeña de Los Lances el primer cadáver de un inmigrante ahogado en el Estrecho. Gabriel Delgado pronto comprendió que la Diócesis de Cádiz y Ceuta, como primer punto de llegada del Estrecho se iba a enfrentar a un reto migratorio que llegaba para quedarse. En 1994, el sacerdote fue nombrado director del Secretariado Diocesano de Migraciones, un cargo en el que ha permanecido hasta su muerte, al margen de los cambios de obispo. En 2010, sumó a sus responsabilidades la dirección de la Fundación Centro Tierra de Todos, una entidad creada bajo su auspicio para ayudar a los más desfavorecidos de Cádiz y a los migrantes.
Delgado nunca estuvo solo en esa complicada tarea que ejerció en Cardijn, Tierra de Todos y el centro Tartessos. Se rodeó de un equipo de voluntarios y profesionales, entregados a la ayuda de los que menos tienen. En las entidades que hasta este mismo viernes dirigió el sacerdote, los migrantes encuentran una primera acogida tras jugarse la vida en el mar. Además, promueven “la formación integral de los jóvenes y su acceso al empleo, así como la integración y la reagrupación familiar de los inmigrantes, la asistencia jurídica, el conocimiento de la lengua y la cultura, el acceso a alojamientos dignos”, entre otras muchas tareas que ha resumido este viernes el Obispado de Cádiz en un comunicado. Muchos de esos colaboradores estrechos que le ayudaron han llorado hoy la pérdida de “un hombre bueno con mayúsculas”, como lo ha definido también el Obispado.
El director del Centro Tierra de Todos siempre supo que una pata esencial de su ayuda a los migrantes estaba en remover conciencias por el drama migratorio que se vive en las costas de Cádiz. Cada mes convocaba los Círculos de silencio, citas en las que invitaba a rezar por los migrantes fallecidos en el Estrecho en lugares céntricos y concurridos de la diócesis, como la plaza de la Catedral de la capital o las playas en las que se producían las tragedias. Tampoco cejó nunca en proclamar su compromiso con los derechos humanos y en denunciar las injusticias que sufrían los recién llegados que visualizaba, cada vez que podía, con entrevistas o a través de sus redes sociales.
La militancia en la defensa, apoyo y consuelo con los desfavorecidos llevó a Delgado a ser reconocido con la Medalla de Andalucía en 2001, máximo galardón de la región. Este viernes, el alcalde de Cádiz José María González, ha alabado esa “convicción admirable” y ha decretado un día de luto oficial por su fallecimiento. González ha recordado cómo el secretario de Migraciones combinaba “su carácter y las formas afables con un mensaje siempre firme de defensa de la tolerancia, de la diversidad, de la pluralidad, del respeto, de la empatía, de la dignidad de las personas sean de donde sean y vengan de donde vengan. Un mensaje sencillo, profundo, verdadero, cargado de sensibilidad y de razones que dejaban y dejan aún hoy en evidencia los discursos del odio”.
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