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David Alexander, experto en catástrofes: “En la dana, la respuesta administrativa fue débil o estuvo ausente”

El profesor del University College de Londres advierte: “La planificación de emergencias necesita ser rigurosa y sistemática”

David Alexander, profesor del University College de Londres, en una imagen cedida.
David Alexander, profesor del University College de Londres, en una imagen cedida.
Luis Enrique Velasco

David Alexander (Inglaterra, 71 años) conoce bien el historial climático del mar Mediterráneo, sobre el que hizo su doctorado en University College London (UCL). Asegura que el sur de Europa tendrá que afrontar más y peores inundaciones en un futuro no tan lejano. Su área de especialización, sin embargo, es la gestión de desastres y la planificación de riesgos, materias que ha estudiado por 45 años y que ahora imparte en la UCL. Pero sobre todo pone énfasis en explicar la importancia que juega la protección civil en las emergencias, es decir, cuán preparados están los ciudadanos ante los cada vez más frecuentes desastres naturales. Habla sin titubeos de lo que falló en la dana que azotó a la provincia de Valencia el 29 de octubre, del papel de los voluntarios y de las lecciones que no se deben olvidar para que esta tragedia que dejó 223 muertos no se repita.

Pregunta. ¿Qué falló en la prevención de la dana el 29 de octubre?

Respuesta. En Valencia, la alerta fracasó estrepitosamente y muchas personas murieron porque no sabían cómo protegerse y no eran lo suficientemente conscientes del riesgo de inundaciones. Un sistema de alerta tiene tres componentes: técnico, administrativo y social. Si uno de ellos falla, ninguno de los restantes funciona. La noche de la dana, la parte administrativa, —es decir, la toma de decisiones—, y la social —cómo la gente afronta respuesta— fueron débiles o estuvieron ausentes. Para una respuesta eficiente, los ciudadanos deben confiar en las autoridades locales, porque todos los desastres son locales, sin importar lo grandes que sean. Y para alcanzar esa confianza es preciso reforzar la democracia participativa, que la gente se implique en todo el proceso, desde la prevención hasta la gestión posterior. Este es el gran desafío para España y, en general, para el mundo entero. Sobre todo en un momento en el que la realidad parece haberse fragmentado. Tenemos la realidad objetiva que explica la ciencia, pero también la realidad manufacturada de las fake news y los bulos. Si la gente recibe un mensaje diciendo no conduzcas en las próximas 24 horas, tiene que creerlo.

P. Si los sistemas de prevención fallan, ¿qué se puede hacer para que la respuesta posterior sea efectiva?

R. He estado leyendo el código de protección civil español, que rige el control y la respuesta ante grandes catástrofes. Es un manual que dice las cosas correctas, pero lo dice de una forma incorrecta: es muy burocrático y muy complejo. Lo que necesita es un lenguaje simple que establezca un sistema, lo consolide y permita que la gente se acerque y aprenda fácilmente de él. Es necesario para que los ciudadanos sepan qué es seguro hacer y qué no hacer en determinados casos. En una inundación, por ejemplo, quedarse atrapado en el coche es uno de los principales factores de mortalidad. La gente debe saber que con medio metro de agua, un coche flota y las corrientes lo moverán lejos rápidamente o que si los sistemas eléctricos fallan, las puertas se bloquean. Las administraciones están desaprovechando el papel de la tecnología para preparar a los ciudadanos para este tipo de catástrofes. Cuando hay una crisis, la queja más frecuente es no saber qué está pasando, por eso es tan importante, por ejemplo, tener una radio en casa. Necesitamos hablar más de este tipo de cosas.

P. En las zonas afectadas que se quedaron sin internet, agua y luz, la respuesta no llegó hasta tres días después. ¿Qué cree que falló?

R. Las autoridades deben tener muy claro qué está pasando y dónde está pasando, dónde están los límites geográficos del desastre, y enviar de manera muy focalizada los recursos allí donde han sufrido más daños, porque una vez han enviado la ayuda es muy difícil traerla de vuelta. Estas son las acciones que hay que decidir de forma inmediata. Luego, empezar a restaurar los servicios básicos, empezando por el sistema eléctrico que es vital para que cualquier otro servicio funcione. Hay que invertir en un sistema de respuesta eficiente, organizado principalmente por voluntarios de sociedad civil, donde se incluya una multitud de perfiles como ingenieros o enfermeros. La apuesta por la protección civil se debe convertir en un servicio básico más; tan importante como la iluminación pública o la recogida de basura.

P. En la Comunidad Valenciana en varias manifestaciones se ha señalado como principal responsable de la catástrofe al presidente Carlos Mazón, ¿cree que usted que es legítimo responsabilizar a una sola persona?

R. Creo que es justo hasta cierto límite, en el sentido de que somos todos responsables de los fallos de la protección civil. Algunas personas tienen más responsabilidades, pero en este caso, si es su gobierno, hay que preguntarse por qué no estaba preparado para un evento de esta magnitud.

P. Los voluntarios jugaron un papel crítico en la limpieza de los primeros días, pero también hubo muchas críticas por la descoordinación y la escasa llegada a ciertos lugares.

R. Hay una gran diferencia entre voluntarismo espontáneo y organizado. El espontáneo puede llegar con herramientas caseras y limpiar lodo, pero generalmente es muy ineficiente y poco efectivo por la falta de entrenamiento y equipamiento necesario, genera caos. Además, no es autónomo, no tiene ninguna familiaridad con el sistema de protección civil. Si, por otro lado, empiezas a organizar voluntarios, tienes una imagen muy distinta. Se convierten en una herramienta muy útil: tienen obligaciones, deberes, están coordinados en lugar de comandados y se convierten en la columna vertebral del sistema de gestión de una catástrofe.

P. ¿Qué países son pioneros en una buena reacción?

R. He trabajado mucho en Japón, donde he desarrollado la mitad de mi carrera. En este país las empresas están organizadas y la población es obediente y disciplinada. Entienden el problema de los desastres muy bien. No siempre hacen todo bien o tienen la estrategia correcta, pero siempre quieren aprender y mejorar y eso es importante. Han interiorizado el concepto de servicio público y no olvidan las lecciones de los desastres. Hay 62 museos dedicados a los tsunamis que les recuerdan los riesgos y el papel de la protección civil. En Australia también hay muy bien sistema de voluntariado porque hay muchos pueblos alejados unos de los otros. En Suecia, por su lado, hay un amplio sentido de responsabilidad: pudieron organizar un sistema en menos de 1 año. Pero quien destaca en el sur de Europa es Italia, donde existe un sistema de protección civil bien organizado y casi 4.000 organizaciones locales de voluntariado. Italia no es buena reduciendo el riesgo, pero sí respondiendo ante él.

P. ¿Qué es lo que hay que hacer para que una devastación como la de Valencia no vuelva a suceder?

R. Las inundaciones pasarán el futuro y serán más fuertes que las que hemos vivido hasta ahora. El nivel regional de gobierno debe coordinar y apoyar los esfuerzos locales, y el nivel nacional debe fusionar todo esto en un sistema totalmente armonizado, caracterizado por la compatibilidad y el apoyo mutuo. En este ámbito, el intercambio de información y la alerta son fundamentales. También debe existir un sistema adecuado, estructurado y probado mediante simulacros y práctica. La planificación de emergencias necesita ser rigurosa y sistemática. Pero sobre todo, necesitamos un cambio de cultura hacia algo más inclusivo y más serio. ¿Qué es la protección civil? La respuesta es que todos somos protección civil: tiene que ser un esfuerzo colectivo para mantenernos seguros, algo en lo que pensemos individualmente, como familias, como comunidades y como miembros de una sociedad más amplia. La cultura es difícil de transformar, requiere mucho esfuerzo y muchos recursos, pero no es imposible si hay una determinación lo suficientemente firme para lograr los cambios.

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