_
_
_
_

El adiós a las cosas que no se pueden comprar

La inundación no solo se ha llevado por delante vidas y viviendas enteras, sino también los recuerdos de varias generaciones

Chelo, reflejada en un espejo de su vivienda de Catarroja, este martes.
Chelo, reflejada en un espejo de su vivienda de Catarroja, este martes.Samuel Sánchez

El fango de la riada lo ha teñido todo. Da la sensación de que todos los vecinos de Catarroja tenían muebles del mismo color, del mismo estilo, muebles antiguos, marrones, como sacados de los primeros episodios de Cuéntame; sillas, percheros, retratos de color sepia que un día estuvieron colgados encima del aparador y que ahora descansan en medio de la calle, formando una barricada entre el pasado que se llevó el torrente y un futuro sin memoria. Y es eso, justo eso, lo que provoca que a Chelo, la vecina del número 10 de la calle Crescencio Chapa, se le resquebraje la voz:

—Mire —dice mientras se agacha y recoge del suelo una bolsa de basura azul— aquí hay fotos y documentos de tres generaciones. La historia de mis abuelos, de mis padres y parte de la mía está aquí, en esa bolsa llena de barro. No sé si se podrá recuperar algún retrato, y me da miedo de que con el tiempo ya no me acuerde de cómo eran.

Dana Valencia
Chelo enseña un álbum de fotos de su familia.Samuel Sánchez

La casa de Chelo se ha quedado en los huesos, pero ella la enseña como si los muebles rotos y teñidos de fango que se agolpan en su puerta aún estuvieran presentes. El armario donde se guardaban las fotos, la cómoda, un perchero en el que se colgaban los sombreros y antiguamente los paraguas, aquel espejo de sus abuelos, la mecedora de la abuela de su marido. “Ya sé”, concluye resignada, “que saldremos adelante, que compraremos muebles nuevos, pero es muy duro despedirse de las cosas que no se pueden comprar”.

Un poco más allá de su casa, dos viejos conocidos se cruzan y se dan la mano:

—Me han dicho que lo has perdido todo…

—Hasta las tijeras. No sé cómo voy a salir adelante sin mi peluquería.

—Ya sabes dónde estamos.

Al final de la calle Azorín, una tanqueta del Ejército recuerda a los vecinos que existe un punto de atención sanitaria abierto las 24 horas. En la puerta del bazar Alex, su dueña, nacida en China hace 34 años con el nombre de Jinjin y rebautizada en Catarroja como Erika, cuenta su historia. Su español tan rápido, tan expresivo, le juega una mala pasada y dice: “Yo tengo dos niños normalmente, pero el año pasado…”. Se para, se le cae una lágrima, y se vuelve a explicar, ahora ya no tan veloz, no tan segura, ya más despacio, con el cuidado que pone al pisar el barro blando y todavía profundo de su calle. Jinjin cuenta que antes tenía dos niños, pero que a uno de ellos —que ahora habría cumplido 13 años— lo atrapó el cáncer cuando tenía tres años. Le dieron todos los tratamientos posibles y, al final, le aplicaron quimioterapia. No funcionó. Jinjin dice que, desde entonces, por encima de todas las cosas, de todas las luchas, de todos los peligros normales y sobrevenidos, su marido y ella se han conjurado para que al hijo que les queda, que tiene 10 años y es un virtuoso del violín y del piano, no le pase nada. Una misión que la otra tarde estuvo a punto de naufragar.

Un hombre limpia una tienda de Catarroja, este martes.
Un hombre limpia una tienda de Catarroja, este martes.Samuel Sánchez

—Nos dijeron que venía agua, pero no cuánta, ni tan rápida. Mi marido y mi hijo consiguieron cruzar la calle y meterse en un portal que estaba abierto y subir las escaleras, pero cuando yo lo intenté, el agua ya me llevaba por el cuello y me subí a las rejas de mi bazar y allí estuve tres horas o más. Me caí al agua y oí que mi marido gritaba: ¡no sabe nadar, no sabe nadar! Llevaba en el hombro mis dos guacamayos que, asustados, me picaban en la cabeza. Al final, los vecinos de arriba consiguieron rescatarme, y los de enfrente aplaudieron y me felicitaron. Ahora tengo más miedo que nunca, pero también me siento más acompañada. Creo que antes yo solo era la china del bazar; ahora creo que para ellos soy algo más.

Daños causados en el interior de una tienda tras el paso de la dana en Catarroja, este lunes.
Daños causados en el interior de una tienda tras el paso de la dana en Catarroja, este lunes. Samuel Sánchez


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_