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La secta murciana que enloqueció con el mercurio

La policía desmantela un centro religioso dedicado al yoga y la meditación en el que aparecieron decenas de kilos de este metal, altamente tóxico. Decenas de personas buscan en las sectas una respuesta a sus vidas

Instalaciones de la Fundación Mahasandhi, en Murcia, el pasado 29 de noviembre.
Instalaciones de la Fundación Mahasandhi, en Murcia, el pasado 29 de noviembre.ALFONSO DURAN
Jacobo García

“Fuera de aquí, es la última vez que lo digo”, dijeron budistas con el dedo levantado a la altura del rostro. El buen rollo del centro de yoga Mahasandhi se esfumó desde que hace dos semanas la policía tumbó la puerta y toda la calma llegada de Benarés se evaporó como el pachulí. Hasta hace unos días, por esta finca de 100.000 metros cuadrados se paseaba con túnica y sin calzoncillos un lama nacido en Murcia, que hoy está detenido acusado de cinco delitos, entre ellos asociación ilícita o tráfico de drogas. A los gurús que se han quedado al frente del centro no les gusta ver a periodistas junto a su puerta.

Se llama José Manuel Cánovas y tiene 50 años. Durante 15 años, Cánovas levantó un centro de meditación que atraía gente de todo el mundo, principalmente de España, que llegaban para meditar, cantar en grupo o participar de ceremonias colectivas en honor a Shiva o Ganesh. Enclavado en el espectacular desierto de Abanilla, un apocalíptico paraje de colinas y pliegues montañosos entre Murcia y Elche, Mahasandhi comenzó siendo una finca desde la que comenzar una nueva vida después de 14 años viviendo a la ribera del Ganges. Cánovas, se había marchado con apenas 20 años y volvía a casa cerca del pueblo y de sus padres, “dos buenas personas de campo”, como describe un vecino que conoce bien a la familia. Aquella finca le permitió dejar de alquilar locales en gimnasios de Murcia y pronto se convirtió en centro de yoga donde se daban clases, celebraban ceremonias y se hacían masivos encuentros los fines de semana a los que llegaban más de 200 personas. La gente- una pediatra de Cuenca, un cantante de ópera de Bilbao o una profesora de Argentina- poco a poco empezó a quedarse a dormir.

Instalaciones de la Fundación Mahasandhi, el pasado 29 de noviembre.
Instalaciones de la Fundación Mahasandhi, el pasado 29 de noviembre.ALFONSO DURAN

Se habilitaron casas-cuevas típicas de la zona, se compraron fincas limítrofes y se construyó un lugar de meditación decorado con imágenes del Tibet, Buda, Jesucristo o el lama murciano. En el recinto se construyeron dos enormes cúpulas blancas con formas de iglú para meditar y se plantó una de las joyas de la corona del centro, un esqueje del árbol de Bodhi, la higuera bajo la que Siddharta Gautama se sentó a meditar y alcanzó la iluminación. “Dentro había unas 20 personas haciendo trabajo comunitario y que levantaron cada lugar de meditación y cada escultura con su trabajo”, explica un exmiembro de la comunidad que lleva tres años alejado del centro. Durante años se paseó por televisiones y radios de Murcia y hasta el ayuntamiento promovía el “turismo espiritual” en la zona, aprovechando la cercanía de Caravaca o la pedanía de Mahoya, donde supuestamente aparecieron dos astillas de la cruz. “El maestro tenía cinco criadas o Dakinis que lo atendían y que a su vez tenían a otras de menor rango y que estaban encargadas de limpiar, cocinar o hacer la compra en Akanishta, la casa privada donde él vivía”, explica Javier Nieves, un bilbaíno de 71 años que durante diez años ejerció de mano derecha del lama murciano.

Nieves, rebautizado en sánscrito como Valmiki, se encargó entre 2010 y 2020 del mantenimiento de los coches del maestro, cómo él lo llama, y organizar las ceremonias. “Yo recogía los donativos de las ceremonias que se hacían en la Gompa, el templo principal. No sé cuánto dinero había porque lo metía en una bolsa de plástico y se lo daba a la responsable de la tienda de Mahasandhi, pero en la Gompa llegó a haber 180 personas durante algunas jornadas de meditación”, explica. El exmiembro de la secta confirma que en el Auditorio Municipal de Abanilla acudían más de 400 personas, para asistir a las clases de ayurveda, la medicina tradicional de la India, que pagaban 5 euros por cabeza, sumando unos 2.000 euros cada sábado. Desde que vestía con túnicas naranjas y el pecho descubierto, el lama murciano se hacía llamar “maestro”, pero con el paso del tiempo cambió de nombre. Nada de sánscrito o referencias divinas, sino algo más prosaico: “Trascendencia total”.

El gurú solía contar que Murcia es uno de los puntos energéticos más potentes del mundo, algo que gusta también decir a los vecinos de Abanilla que hablan del potente triángulo místico que forman la Santa Cruz de Abanilla, Caravaca y Ulea. Para la policía, sin embargo, el triángulo era otro. El que forman Abanilla, Lorquí y Abarán, los tres pequeños municipios del centro de Murcia donde Cánovas escondía la marihuana, el dinero o el mercurio.

Casa cueva en las instalaciones de la Fundación Mahasandhi, el pasado 29 de noviembre.
Casa cueva en las instalaciones de la Fundación Mahasandhi, el pasado 29 de noviembre.ALFONSO DURAN

La mañana del 17 de noviembre, más de medio centenar de policías enviados desde Madrid, 20 furgonetas, perros, detectores de metales y dos excavadoras, se presentaron en el lugar en un espectacular operativo y efectuaba tres registros simultáneos. Uno en la enorme finca de Abanilla donde residía el líder y vivían otras 20 personas, otro en la nave de Lorquí, donde se elaboraban las cremas y cosméticos que luego vendían y otro más en una fosa de Abarán. En los tres registros se encontraron 90.000 euros, 180 kilos de mercurio y cinabrio, 17 kilos de marihuana, una pistola, varios machetes, tubos de ensayo, alambiques para la alquimia, manuales para el manejo de sustancias peligrosas y material religioso y esotérico.

Por el momento, los exmiembros de la comunidad no han mencionado abusos sexuales, uso de menores, violencia o envenenamiento, pero sí dominación emocional y abusos. “Se aprovechaba de la gente para forzar que le hicieran donaciones”, recuerda Nieves. “Una profesora de música de Secundaria le regaló una furgoneta Mercedes, un valenciano le dio unos terrenos fantásticos en su tierra, otro le donó su casa-cueva que luego le vendió a otra discípula”, detalla. Sin embargo, durante el registro policial lo que más llamó la atención de los agentes fue el mercurio. “Es la primera vez que veo la utilización de mercurio en las sectas”, dice Luis Santamaría, miembro de la red iberoamericana que estudia el avance de las sectas y autor de varios libros sobre el tema. “Generalmente se utiliza peyote, ayahuasca o sustancias derivadas del sapo, pero el mercurio no lo había visto nunca antes”, explica Santamaría.

Según Daniel Torregrosa, divulgador químico y autor del libro Del mito al laboratorio, desde la antigüedad el mercurio está relacionado con la “inmortalidad”, pero su consumo o inhalación destroza el aparato digestivo en poco tiempo y afecta el sistema neurológico central. “Los sombrereros ingleses lo usaban para trabajar la piel y terminaban enloqueciendo. De ahí surge la figura del sombrero loco de Alicia en el país de las maravillas”, explica Torregrosa. La capacidad tóxica del mercurio es altamente dañina para el medioambiente, de ahí que uno de los cinco delitos imputados es el de delito ecológico. Según Torregrosa es imposible tener 180 kilos de mercurio por su costo, la complicación del almacenamiento y el peligro de evaporación, por lo que deduce que casi todo el mineral incautado era cinabrio, una roca que mediante un proceso químico permite extraer el mercurio. “Con ese mercurio se formaban unas pelotas de golf que tocábamos durante las ceremonias y pasamos a la persona que estaba al lado para absorber la energía”, reconoce Nieves, el exmiembro de la secta. Otro de los confidentes reveló que se vendía el mercurio en gramos para colgantes que se vendía en el centro. “Trascendencia Total lo consideraba una herramienta para avanzar espiritualmente”.

Vista aérea de las instalaciones de la Fundación Mahasandhi, en Murcia.
Vista aérea de las instalaciones de la Fundación Mahasandhi, en Murcia.

El día que la policía detuvo a Cánovas, iba “tranquilo y muy calmado”, dice un agente que lo recuerda caminando con la túnica naranja con una pizarra bajo el brazo. El lama murciano había hecho voto de silencio y las primeras declaraciones las hizo escribiendo en la pizarra. El compromiso místico le duró lo que tardó en llegar a la celda, confirma el agente. Con el paso de los días, el cachondeo local ha rebautizado al gurú que iba a colocar a la empobrecida comarca en el mapa mundial de la meditación con la construcción del Buda más grande de Europa, una escultura ya aprobada por el ayuntamiento de 30 metros de altura. Desde hace dos semanas “Trascendencia total” es ahora “Trascendencia parcial”.

A pesar del espectacular despliegue policial y mediático, legalmente los expertos coinciden en que no es fácil demostrar los delitos. “En España hay cientos de grupos como Fundación Mahasandhi y unas 400.000 personas enganchadas a algún tipo de secta en España”, dice Santamaría. Desde hace 30 años Francia cuenta con un observatorio permanente, pero en el código penal español ni siquiera se recoge el término “secta”. Hay libertad para vivir dentro de cualquier modelo posible, salvo si se comete un delito. En este caso, para la policía se cometieron cinco: tráfico de drogas (por los 17 kilos de marihuana encontrados), delito contra la salud pública en su modalidad de fabricación, suministro y comercialización de productos y medicamentos e intrusismo profesional (por las cremas y productos homeopáticos que no contaban con el registro sanitario) asociación ilícita y delito contra el medioambiente.

En uno de los países que mayor número de ansiolíticos consume del mundo y con los suicidios disparados, las sectas y el mercurio corren el peligro de convertirse en la nueva evasión, coinciden los expertos. “Atraen a gente vulnerable que atraviesa un momento débil o bajo de ánimos”, explica Santamaría. Los expertos suelen ejemplificar con una rana y agua hirviendo su capacidad para someter a alguien hasta anular su personalidad: “Si metes una rana en agua hirviendo saltará inmediatamente, pero si la metes en agua y vas subiendo progresivamente el calor, morirá sin darse cuenta”.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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