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Abascal espera que Feijóo silencie a partir de ahora a los dirigentes del PP críticos con Vox

El partido ultra advierte de que no es lógico que vote la investidura del líder popular en el Congreso mientras se le niega la entrada en el Gobierno de Murcia

El líder de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en el Congreso el martes en Madrid, tras su reunión con el Rey.
El líder de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en el Congreso el martes en Madrid, tras su reunión con el Rey.Jesús Hellín (Europa Press)
Miguel González

El pulso que el líder de Vox, Santiago Abascal, echó al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, a solo 24 horas de acudir a La Zarzuela para participar en la ronda de consultas del Rey, se saldó aparentemente con la victoria del segundo. Abascal comunicó al Monarca que sus diputados votarían a favor del candidato popular y eso permitió a este presentarse ante Felipe VI con el aval de 172 escaños, a solo cuatro de la mayoría absoluta. Sin la cesión de Abascal, Feijóo solo habría podido exhibir el respaldo de 139, 13 de menos de los 152 del PSOE y Sumar, que Pedro Sánchez ya tenía asegurados. Con el apoyo de Vox, Feijóo no será presidente; pero sin él ni siquiera sería candidato.

A cambio, Feijóo leyó ante los periodistas unas palabras de elogio al partido ultra que traía cuidadosamente medidas y había escrito esa misma mañana, tras hablar con Abascal. Expresó su reconocimiento hacia el líder de Vox, con el que dijo mantener “una relación de normalidad democrática con el objetivo compartido de proteger nuestra nación y defender la Constitución”. “Así lo estamos haciendo en distintas comunidades y ayuntamientos donde gobernamos juntos y así lo haremos en la defensa de un Gobierno constitucional para España, de un Gobierno del PP en solitario”, añadió. Feijóo insistió en que se trataba de un “un apoyo sin exigencias, sin condiciones”, en contra de lo que había asegurado el propio Abascal en una comparecencia ante los periodistas en la que no admitió preguntas.

En realidad, las condiciones que este había puesto eran tan gaseosas —que el PP “no colabore de ninguna forma, por acción ni por omisión, en el cordón sanitario” contra su partido; que dé “una muestra inequívoca de respeto” hacia sus votantes o que “ponga en valor públicamente” los gobiernos de coalición que comparten— que resultaba imposible verificar su cumplimiento.

Lo cierto es que hasta que Feijóo salió a la palestra, ningún dirigente del PP había querido responder al órdago de Vox. Abascal reconoció que el desencadenante de su irritación fue la exclusión de su partido —que en la anterior legislatura tuvo una vicepresidencia del Congreso— de la nueva Mesa de la Cámara elegida el jueves. El líder ultra no dudó en culpar al PP por no haberle cedido uno de sus cuatro asientos, mientras los populares alegaron que nunca se habían comprometido a ello y que se limitaron a votar a sus propios candidatos, sin que ello pudiera interpretarse como un gesto de hostilidad hacia Vox. A eso se refería Feijóo cuando dijo que había “aclarado malentendidos” en su conversación con Abascal.

Esos malentendidos reflejan, sin embargo, la profunda desconfianza entre los dos partidos de la derecha, a pesar de que, como ambos líderes subrayaron, gobiernan juntos en cinco autonomías (Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón y Baleares, aunque en esta última Vox no está en el Ejecutivo regional, pero sí en los consejos insulares) y unos 140 ayuntamientos. En su ultimátum del lunes, Garriga llegó a pedir explicaciones al PP por un supuesto pacto con el PNV para excluir a Vox de la Mesa del Congreso, a pesar de que los peneuvistas no apoyaron a la candidata popular, Cuca Gamarra, sino a la del PSOE, Francina Armengol.

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Abascal se dio por satisfecho con las palabras de Feijóo que, según dijo en un tuit, atendían “las justas peticiones de Vox”. Pero añadió algo más: “Espero que, a partir de ahora, los enemigos de los acuerdos de gobierno entre PP y Vox se abstengan de volver a poner en peligro la construcción de la alternativa”. Aludía a los dirigentes populares que se han mostrado públicamente críticos con Vox —como el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, quien censuró sus posturas sobre la violencia de género, el colectivo LGTBI o Cataluña— o a los que en la cúpula del partido han aconsejado a Feijóo que huya de los pactos con los ultras. Fuentes de Vox advierten de que, para que se mantenga “la relación de colaboración” entre ambas fuerzas, como dijo el martes Feijóo, o para que “se abra una nueva etapa” entre ambas, como agregó Abascal, es preciso que el líder del PP silencie a quienes, dentro de su partido, “asumen el discurso de la izquierda y demonizan a Vox”.

Ya es tarde para reparar la exclusión de Vox de la Mesa del Congreso, ya que el órgano de gobierno de la Cámara se elige una sola vez para toda la legislatura, pero la prueba de fuego de esa nueva etapa es la Región de Murcia. Después de que los diputados ultras votaran en contra de la investidura del popular Fernando López Miras, a principios de julio, el reloj ha empezado a correr y la fecha límite para investir al nuevo presidente regional es el 7 de septiembre. Si no se logra, la Asamblea elegida el 28 de mayo quedará disuelta y habrá que repetir elecciones.

Vox se mantiene firme en su exigencia de entrar en el Gobierno autonómico —con una vicepresidencia y dos consejerías—, mientras López Miras alega que está a solo dos escaños de la mayoría absoluta y reclama su derecho a gobernar en solitario. Según el líder regional de Vox, José Ángel Antelo, la última vez que habló con el presidente regional en funciones fue el 8 de julio. El PP le ofreció un senador y un hueco en la Mesa de la Asamblea regional, pero Vox no se conforma con menos que entrar en el Gobierno. Fuentes del partido ultra afirman que no sería lógico que sus diputados voten en el Congreso la investidura de Feijóo mientras López Miras les da con la puerta en las narices. Si Feijóo cede en Murcia, el pulso de Abascal no habrá sido en vano.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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