Juicio por el crimen del Cash Récord: se busca al último cliente que entró en el supermercado... hace 29 años
Varios testigos confirman que a última hora el local estaba cerrado y solo se abría la puerta a alguien “de confianza”. El hostelero acusado niega su participación en el robo a mano armada que acabó en doble asesinato en Lugo
El tiempo transcurrido en medio de la zozobra policial y judicial juega en contra de las familias de Elena López y Esteban Carballedo, la cajera y el reponedor asesinados en el crimen del Cash Récord de Lugo. Pero aunque los años han borrado la memoria, han eliminado indicios y se han llevado por delante a muchos testigos (en los últimos días se notificaron varios certificados de defunción), en la causa más antigua que se juzga en España existe una convicción bastante firme: la de que el autor de la matanza fue un cliente habitual del supermercado mayorista.
A la hora en que se produjeron los hechos, el sábado en la frontera de las ocho de la tarde, lo normal era que ya no acudiese ningún cliente. Un establecimiento mayorista no tiene los mismos ritmos y flujos que una tienda para el público general. Los hosteleros y propietarios de ultramarinos no acuerdan hacer la compra a última hora en víspera de festivo, en este caso domingo Día de la Madre y del Trabajo. Por eso, pasadas las 19.30 horas el personal del Cash Récord cerraba la puerta con llave —y el portalón del aparcamiento— y ya no abría a nadie a no ser que se tratase de un comprador asiduo. Así lo han confirmado esta mañana varios testigos, en la primera sesión del juicio que se celebra esta semana en la Audiencia Provincial de Lugo contra el hostelero Manuel Juan Vilariño, único acusado por el atraco a mano armada del 30 de abril de 1994 en el polígono lucense de O Ceao.
Vilariño Casanova ha contestado todas las preguntas salvo las de la acusación particular, y ha negado toda relación con el suceso que conmocionó Lugo hace ya casi 29 años: el asalto que acabó con la vida del reponedor de solo 26 años y la cajera de 32, madre de dos pequeños de seis y cuatro años. Según su versión, fue incriminado por narcotraficantes y toxicómanos de Lugo que, gracias a señalarlo a él en relación con el asalto al Cash Récord, “no llegaron ni a entrar en el calabozo” cuando la policía los sorprendió con droga en una redada. El acusado de 56 años, nacido en Barakaldo pero de raíces gallegas, explicó que llegó a Lugo en 1988 y admitió que se vio implicado en varias tramas mientras vivió en la ciudad, antes de poner tierra de por medio en 1996 y acabar estableciéndose en Burgos. En la ciudad gallega regentaba el bar de copas Los Ángeles, que fue registrado por drogas.
Aquellos años ingresó en prisión dos veces: en agosto de 1993 fue detenido por tenencia ilícita de armas (dos pistolas introducidas en el mercado negro por un guardia civil) y a finales de 1994, hasta 1996, por narcotráfico. Según ha descrito, de joven tuvo muy mala suerte y a poco que coqueteó con el delito, lo “pillaron”: o bien por infracciones viales las dos únicas veces que cogió un volante; o bien devolviendo a un traficante de armas las únicas pistolas que tuvo jamás en su haber, y que “no funcionaban”. Desde que a finales del año pasado fue procesado por el crimen del Cash Récord, perdió su trabajo de camarero en Burgos. Su abogada defensora le ha preguntado al final por esto, para que conste que tiene “dos hijas” y debe pasarles la pensión alimenticia todos los meses. El acusado ha llegado y ha marchado emboscado en un gorro de lana y una mascarilla negros. El presidente del tribunal le ha preguntado si tenía algún “problema de covid” y, como ha negado, le ha exigido declarar destapado. En ese momento, ya no había cámaras en la sala.
Vilariño, que aparece en documentos policiales relacionado con varias pistolas Star y munición 9 milímetros parabellum de marca Santa Bárbara semejantes a las que mataron de sendos disparos en la cabeza a la cajera y el reponedor, ha reconocido que compraba alcohol en Cash Récord (y anteriormente en Cash Miño, otro establecimiento mayorista asaltado por dos hombres embozados y armados en 1992). Pero ha insistido en que siempre iba hasta allí “en taxi”. En el sumario del caso abierto más viejo de los que acumula la justicia española figuran testimonios de personas que apuntan que, aquel sábado al caer la tarde, por el solitario polígono vieron merodear determinados modelos de coche, como un Ford Fiesta gris o una ranchera de color claro. Incluso un testigo ya fallecido relató en los 90 que meses antes del atraco Vilariño lo condujo hasta la puerta del Cash Récord en un Chrysler 150 marrón, le entregó un arma y le propuso participar en el golpe. En la primera sesión del juicio, el único sospechoso que llega al banquillo ha dicho que sí tuvo un Chrysler como ese, además de otros coches, pero que él “no los conducía”. Solo los compraba “de segunda mano”, “los guardaba” en su bajo y “luego los ponía a la venta” para sacarles un “beneficio”. “Yo no conducía... dos veces en mi vida los probé y me interceptó la Guardia Civil”, ha defendido.
Una lista rota en la papelera
El encargado del supermercado en aquella fecha, Juan Antonio López Ceide, que aquel último sábado de abril no trabajaba, ha admitido que él, en las mismas circunstancias que Elena y Esteban, seguramente habría dejado entrar a comprar al acusado, un cliente que iba al Cash Récord todas las semanas. López Ceide ha dicho que lo conocía “de ir a comprar” y ha descartado la posibilidad de que los asesinados hubiesen abierto a “una persona desconocida”. “No tengo duda de que fue alguien conocido”, entre otras cosas, ha apuntado, “porque la lista de personas que habían ido a comprar ese día apareció rota en una papelera”. Para el superior directo de las víctimas, este detalle indica que “a la cajera no le valió esa lista, porque entró otra persona después”. Sin embargo, debía de ser muy tarde, porque la relación de clientes estaba hecha y ya había sido enviada a la central de A Coruña.
El encargado también ha contado a los magistrados de la Audiencia que en el establecimiento guardaban la recaudación de tres días, porque desde el jueves no habían ido a Caixa Galicia a llevar las ganancias. El atracador o atracadores se llevaron, entre metálico y talones, 25.958,84 euros en pesetas. Según se recoge en las investigaciones, López Ceide, que trabajaba de encargado, comercial y también reponedor, era el que tenía que trabajar aquel fin de semana, pero le cambió la libranza a Esteban, que acabó muerto su jornada laboral. Según la familia de la víctima, el chico no llevaba más que unos nueve meses en la empresa y aquel sábado no pudo asistir a las bodas de plata de unos tíos por ir a hacerle el turno a su jefe.
Vilariño ha negado toda relación con personas del entorno de las víctimas, y también con expresidiarios que en algún momento, durante los años de instrucción, llegaron a vincularlo con el crimen. Alguno llegó a contar a los investigadores que el acusado presumió de haber atracado el Cash Récord durante “una partida de parchís” en la cárcel, pero el sospechoso lo rechaza. Él no jugaba al parchís, “estaba siempre en la lavandería”.
Aunque Vilariño dice que no lo recuerda, testigos como la hermana de la cajera, Isabel López Rodríguez, han apuntalado la idea de que el acusado no solo era un cliente habitual, sino que tenía cierta confianza con Elena, ya que, con la mediación de esta, su padre, carpintero de oficio, había ido a hacer unas reparaciones al bar del hostelero. El acusado ha dicho que solo conocía a los fallecidos “de vista” y que “ni sabía sus nombres”. Según él, aquel sábado estuvo trabajando en el bar Los Ángeles “todo el día” y se enteró del suceso “por la prensa”.
En su turno, Isabel López ha recordado que una vez, cuando ella fue a recogerla al trabajo, su hermana salió alterada por una discusión que había tenido con el hostelero procesado porque “se quería ir sin pagar la compra”. “No fui yo el que atracó la tienda y mató a sus empleados”, ha zanjado durante su declaración Juan Vilariño, para el que las familias piden 28 años entre rejas. En Lugo “era un secreto a voces que estaba implicado en el crimen”, ha sostenido sin embargo la hermana de la cajera tiroteada, que fue quien halló los cadáveres. Isabel López llegó a mantener dos huelgas de hambre para protestar por el abandono de esta causa que se juzga casi tres décadas después, cuando los huérfanos de Elena han cumplido ya 34 y 32 años.
‘Caso Cash’, ‘caso Arcano’
En Galicia se retomaron en los últimos años las instrucciones de dos viejos crímenes sin resolver que comparten no solo un rosario de archivos provisionales, graves errores en la investigación policial y un estancamiento del que han salido por el trabajo y los desvelos de las familias de los fallecidos. Son el caso Cash Récord y el caso Arcano, sobre la desaparición y muerte de la viguesa de 22 años Déborah Fernández-Cervera. Además del callejón sin aparente salida en el que se vieron perdidos, los dos sucesos ocurrieron un 30 de abril, en 1994 y en 2002 respectivamente. Al límite de la prescripción del segundo, el año pasado fue imputado el exnovio de la víctima. El caso Cash Récord fue reabierto en 2011, después de que Isabel López se encadenase ante los juzgados.
A la salida de la Audiencia, las familias de los dos trabajadores asesinados han dicho que “siguen confiando” en la Justicia y en que el fiscal jefe de Lugo, Roberto Brezmes, que de momento pide el archivo de la causa, alcance a ver por fin “los indicios” contra el único acusado. Una de los abogados de la acusación particular, Carmen Balfagón, tiene esperanza en que “a la vista de las pruebas” y de la declaración del medio centenar de testigos que pasarán esta semana por la Audiencia, la Fiscalía “modifique su perspectiva” y no pida la absolución. “Es una cosa extraña. Está en nuestras manos el intentarlo, y va a haber bastantes sorpresas con las declaraciones que hay”, ha augurado Isabel López.
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