“Alquileres por las nubes para vivir en cuevas”
Rentas infladas e hipotecas imposibles dificultan la emancipación de los jóvenes. En los mensajes enviados a EL PAÍS muchos narran cómo la crisis del coronavirus les ha obligado a volver a casa de sus padres
Las cuentas no salen. No le salen a Guillermo Sánchez, 23 años, con un contrato en prácticas. “Hace años tenía sueños de vivir con amigos en un piso, pero ni tengo ingresos, ni dinero y el alquiler está cada vez más caro”, dice. Tampoco le salen a Diana Olivares. Ella tiene 34 y un trabajo estable de profesora de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid que “por fin” le permite pagar el alquiler: “Pero miro estupefacta los precios de la vivienda soñando con comprar un piso en mi barrio, al que no puedo aspirar”, explica.
Julen Oteiza, 25, farmacéutico en Bilbao, formula así la suma que no suma: “Los sueldos son una mierda, los alquileres están por las nubes y solo hay cuevas donde vivir”. “¿Cómo te comprometes a una hipoteca de décadas si nadie se compromete a pagarte un sueldo estable?”, se pregunta Sergio, de 30 años, que trabaja en la hostelería y en Correos. Juan, de 23, habla de “una pescadilla que se muerde la cola”. Como otros muchos, ha tenido que volver a casa de sus padres al no encontrar trabajo tras acabar la carrera: “Una vez que has estado fuera, el volver a verte en casa de tus padres te da una sensación muy mala, muy de agobio”.
Estadísticamente los datos van de mal en peor: en España la edad de emancipación está en los 29,8 años (Eurostat), en 2020 aumentó la proporción de personas de 25 a 29 años que vivía con sus padres hasta el 55% (Encuesta Continua de Hogares del INE) y, según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, publicado este mismo viernes, la pandemia ha provocado “una brusca caída de la emancipación de la población de 16 a 29 años” llegando al 15,8 %: “es decir, a finales de 2020 tan solo 1,5 de cada 10 personas jóvenes vivían en un hogar independiente al de origen [...] Una proporción que no se había registrado desde 1999, más de dos décadas atrás”.
En los más de 350 mensajes recibidos por EL PAÍS contestando a la pregunta “¿Cómo es ser joven en 2021?”, se repiten las historias sobre el mercado inmobiliario. Las hay de terror: a Cristóbal Becerra, de 27 años, de Málaga, le han llegado a echar de pisos “incluso violentamente” cuando llega la temporada turística para ponerlos en Airbnb (y eso que especifica que pagaba 500 euros por 30 metros cuadrados de un semisótano). Las hay de acción: “Comprar una casa es misión imposible”, asegura Marina, 28 años, de Palma. Y las hay no tan románticas: “Ser joven en la capital es irte a vivir con tu pareja antes de tiempo solo para poder pagar el alquiler”, cuenta Lucía, ilustradora de 33. “No es que no quisiera vivir con él”, aclara, “pero si las circunstancias hubieran sido distintas, habríamos ido un poco más despacio”.
Incluso los más afortunados, como Héctor, ingeniero aeronáutico de 28 años, se preguntan: “¿Cómo hemos llegado a una situación en la que ni siquiera alguien con un trabajo bien remunerado puede alcanzar por sí mismo algo tan básico como una vivienda?” Iris, analista de 30 años, independizada desde los 21, está pidiendo una hipoteca, pero solo un banco se la concede al 100%, y no le llegan los ahorros. La mayoría considera una casa propia el gran paso a la edad adulta y muy pocos han buscado una vía alternativa, como Alejandro Castaño, de 33 años, que durante el confinamiento decidió comprar una autocaravana “para disfrutar de la vida nómada”. Laura, más o menos de su quinta, se ha visto de vuelta en casa de sus padres tras quedarse en paro por la pandemia. Tiene claro que la vivienda no es una opción personal sino un derecho amparado por el artículo 47 de la Constitución, el cual cita en su mensaje. “O nos ponen facilidades para poder optar a una vivienda digna por 300 euros o que nos suban los sueldos para poder pagar todos los gastos”, reclama.
Testimonios
IVÁN ARCO
Mi historia es la de un chico que desde los 18 años se vio en una crisis económica mundial que le dejó sin poder ir a la universidad. Tuve que empezar a trabajar mientras estudiaba. Actualmente, vivo en un piso compartido. Estoy en ERTE [expediente de regulación temporal de empleo] desde marzo de 2020, acabando mi segundo grado superior e intentando entrar a la universidad por fin. Con un futuro muy incierto y con ganas de buscar nuevas oportunidades fuera de España. Desde los 21 años comparto piso. En Valencia los precios se han puesto increíbles. Nuestro piso es mínimo de los años setenta, sin reformas, y está que se cae, pero hemos tenido suerte. Somos tres y pagamos 450 euros cada uno. Está bastante cerca de las universidades, aunque es un quinto sin ascensor. Los tres estamos en ERTE, por lo que hemos tenido que ir haciendo cosas como quitarnos de comer para poder pagar. A veces han venido personas que se han quedado entre uno y seis meses, un chico que vino de intercambio de Polonia nos contó que allí tienen muchas más ayudas a la vivienda para los jóvenes.
ANTHONY SÁNCHEZ
Estudio por la mañana y por las noches trabajo como mozo de almacén. Lo que más me preocupa es el tema del acceso a la vivienda. Veo que ya he llegado a una edad acorde para independizarme, y no puedo. Nadie en mi entorno está emancipado. Tengo pareja y hay veces que me gustaría estar viviendo con ella, o hacer planes con amigos en mi casa, empezar ya a vivir mi vida independiente de la de mis padres. De hecho, no soy muy partidario del alquiler. Lo que me gustaría sería hipotecarme ya para tener algún día mi propia casa. Pero es inviable a medio plazo, incluso a largo plazo. Los precios que piden por un piso son completamente desorbitados, tanto en Madrid ciudad como en los alrededores. Uno necesita bastante capital propio para poder solicitar la hipoteca y sinceramente no tengo expectativas de que esto cambie en el futuro.
FELISA DEL VIEJO
Vivo en Madrid desde abril, donde pago 600 euros por una habitación en un piso que comparto con dos amigas. En los últimos años he compartido en muchos lugares, de Londres a Rumania y la lección aprendida es que es mejor compartir con gente conocida. En Alemania compartía piso con lo que yo llamaba "compañeras fantasma", solamente las veía por el pasillo... ¡Hasta se hacían las comidas cada una en su cuarto! Yo vengo de una familia numerosa, en mi casa siempre había gente y hacíamos mucha vida en común, así que no me gustaba nada ese aislamiento. Me encantaría comprar un piso, creo que alquilar es tirar el dinero. Estoy ahorrando, pero ahora mismo es imposible, no tengo estabilidad financiera, ya que mi contrato es todavía temporal. A mi edad, mis padres ya tenían un piso. Pero mi alquiler se lleva un 35% de mi sueldo.
LEO SANJURJO
Tengo la suerte de vivir en pareja, independizado y trabajando los dos. Sé que tengo muchísima suerte. El hecho de que se considere suerte tener, como jóvenes, dos sueldos en una casa, ya me da pena. El mayor problema que se nos presenta a mi pareja y a mí es el acceso a la vivienda: pagamos 650 euros de alquiler, lo que, con dos sueldos, es cierto que nos permite ahorrar. Pero nos es imposible acceder a una vivienda propia. Queremos comprar una casa, pero venimos de familias trabajadoras a la que no le podemos pedir dinero, nuestros ahorros son escasos, y nos piden 60.000 euros para la entrada de una casa. ¿Cómo es posible que NO HAYA NINGUNA OPCIÓN para los jóvenes para optar a adquirir vivienda? Ahorrar ese dinero nos llevaría alrededor de ocho años, en los que tiramos dinero al alquiler, que no deja de subir año tras año mientras el sueldo se queda estancado. Lógicamente tendría que haber medidas de financiación más flexibles para adquirir la primera y NECESARIA vivienda, que no es lujo alguno ni se trata de una casa en la playa. Lo más increíble es que en el par de años que llevamos buscando, ha ido a peor, antes te podías encontrar casas majas por un precio razonable pero ya no. Dicen que los jóvenes no compramos pero no es porque no queramos.
LOLA BANDERA
Mi experiencia universitaria llegó a su fin el 10 de marzo de 2020. Me vi volviendo a Málaga con mis padres, después de más de cuatro años de vida independiente en Madrid, necesitando un tratamiento con antidepresivos durante seis meses a causa del confinamiento y alargando la carrera un año más de lo debido. Hoy, después de 14 meses aquí, me pregunto dónde voy a acabar, sin saber muy bien a qué me quiero dedicar. Sí que sé que lo único que sigue intacto después de este tiempo son esas ganas insaciables de salir de mi ciudad y volver a la vida en Madrid. Allí viví primero en un colegio mayor y luego en un piso que compartía con otras tres. Por el piso pagaba 600 euros con gastos, el cambio rentaba porque el colegio mayor era carísimo. Fue bastante agobiante volver a casa, no supe llevar bien alejarme de esa libertad, de mi rutina, de la vida que ya tenía hecha. Eso repercutió en mis estudios. Anímicamente me destrozó. No sé aún si quiero trabajar en la empresa privada o prefiero opositar; en ambas opciones, necesitaría tiempo hasta que pueda volver a independizarme.
RANIA BEN AUICHA
Me es muy difícil ahorrar porque no puedo encontrar un trabajo decente para compaginar mientras estudio. La falta de experiencia juega siempre en mi contra, y la piden incluso para empleos de cajera o dependienta, que son completamente honrados, pero ni a ellos puedo acceder. Me da la impresión de que mi apellido les echa para atrás también. Al final acabo cogiendo trabajos muy pequeñitos, uno y luego otro, y al final no tienes tiempo ni para leer un libro o ver una película cuando llegas a casa. En la mía somos siete, y mis padres me ayudan en lo necesario. Es asfixiante porque ves a gente que ya lo tiene todo, ves a 'influencers' con tu edad, incluso a amigos tuyos..., y tú te ves todavía en la carrera, sin un euro en el banco y sin saber si haciendo Historia encontrarás trabajo. Los de la uni me dicen "venga hoy vamos a comer, al cine...", y yo no puedo. He ido al cine una vez en mi vida, tres veces a un concierto... La vida adulta es difícil. Siento que no he evolucionado nada desde que tenía 14 años. Sigo durmiendo en el cuarto que comparto con mi hermana pequeña. Sigo sin tener dinero para ir al cine y de repente me tengo que preocupar del paro o de independizarme. ¿Cómo me voy a independizar si no me puedo permitir ir al cine?
Capítulo 4. Vivienda
Reportaje | La habitación de Alexandra no es su hogar
Podcast | Ni puedo alquilar, ni puedo comprar
Datos | Por qué los jóvenes españoles tardan más en irse de casa
Soluciones | Objetivo, construir un parque de alquiler asequible
Opinión | Buscar (y encontrar) piso: una odisea, por @Elzulista
Tribuna | ¿Qué pensaban los jóvenes de 1929?, por Juan Francisco Fuentes
Editorial | Acceso a la vivienda: edificar el futuro
TODA LA SERIE | Una generación en busca de futuro