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Brahim Gali, mito y ogro

El secretario general del Frente Polisario es una leyenda viva para sus seguidores y un violador y torturador para Rabat y sus detractores

El líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en el campo de refugiados de Tinduf (Argelia) el 27 de febrero.
El líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en el campo de refugiados de Tinduf (Argelia) el 27 de febrero.RYAD KRAMDI (AFP)
Francisco Peregil

Brahim Gali, el líder saharaui cuya acogida humanitaria por el Gobierno español con una identidad falsa en un hospital de Logroño el 17 de abril desató la crisis diplomática que atraviesan España y Marruecos, es una leyenda viva para sus partidarios. Y un torturador y violador para las autoridades marroquíes.

Gali es el actual secretario general del Frente Polisario y también fue el primero, cuando la organización se fundó el 10 de mayo de 1973 con el fin de obtener la independencia del Sáhara Occidental respecto a España. Diez días después, el 20 de mayo, dirigió la primera operación armada del Polisario. Consistió en hacerse con el armamento del cuartel de Janguet Quesat, a cinco kilómetros de la frontera con Marruecos. No hubo muertos. Gali tenía 24 años y ya no iba a dejar de ocupar puestos de relevancia entre los saharauis.

Ejerció como ministro de Defensa de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) entre 1976 y 1989. Es decir, durante casi toda la guerra con Marruecos (1975-1991). En 1988 viajó a Rabat como miembro de la delegación del Frente Polisario que negoció con Hassan II la paz de 1991. “Gali compartió espacio político durante unos días con Mohamed VI”, comenta un miembro del Frente Polisario. “O por lo menos, con su padre”, precisa.

El hombre al que ahora Marruecos desea ver sentado en el banquillo de la justicia española sustituyó a Mohamed Abdelaziz, al mando del Polisario y de la RASD durante 40 años. Gali contó con el 93,19% de los votos emitidos por los 2.470 congresistas que asistieron un sábado de 2016 al campo de refugiados de Dajla, en las proximidades de Tinduf (Argelia). Sus partidarios destacaron entonces que tenía un gran conocimiento militar, que nunca faltó en “las grandes batallas” y que también se manejaba en el campo diplomático porque fue embajador de la RASD en España entre 1999 y 2008 y en Argelia de 2008 a 2015.

Gali, nacido en la localidad saharaui de Smara hace 71 años, no estudió en la universidad, a diferencia de su antecesor Abdelaziz, que cursó hasta tercer año de Medicina antes de emprender la lucha armada. Está casado y tiene cinco hijos y cuatro hijas. Una fuente del Frente Polisario señala que su principal rasgo es que se ha sostenido hasta 2021 con los mismos ideales en los que se implicó desde 1970: “Eso demuestra su legitimidad para liderar esta lucha”.

El jefe polisario participó con 21 años en las manifestaciones del 17 de junio de 1970, junto al líder saharaui más carismático de aquel momento, Sidi Mohammed Bassiri. Este periodista de 28 años desapareció aquel día sin que las autoridades franquistas ni las posfranquistas informaran sobre su paradero. El Frente Polisario sigue reclamando que se desclasifiquen los archivos de la época.

Sus detractores criticaron la falta de transparencia de la elección que le llevó al poder. Y recordaron las denuncias que pesaban en su contra. La Asociación Saharaui para la Defensa de los Derechos Humanos (Asadeh) interpuso en 2007 una querella contra varios dirigentes del Frente Polisario, entre ellos Gali, por torturas, desapariciones, asesinatos y detenciones ilegales entre 1976 y 1987 contra la población saharaui disidente refugiada en los campamentos próximos a Tinduf. El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz admitió la querella en 2013 e imputó a Gali por delitos de genocidio y tortura.

Gali también había sido denunciado en 2013 por la saharaui Jediyetu Mahmud Mohamed Zubeir, quien aseguró que sufrió “acoso, agresión sexual y violación por parte de Brahim Gali” cuando se presentó ante la embajada de la RASD en Argel para solicitar al Polisario un visado para viajar a España. Esa denuncia no prosperó. Pero sí lo han hecho otras dos en España.

Denuncias por torturas

El secretario general del Polisario fue denunciado en agosto de 2020 ante la Audiencia Nacional por Fadel Mihdi Breica, un activista saharaui de nacionalidad española. Breica relató que en abril de 2019 llegó a los campamentos de Tinduf, donde, “tras organizar varios actos contrarios a la línea oficial del Frente Polisario”, fue arrestado en junio por militares de este grupo. Asegura que fue “trasladado a varios lugares de detención” y “sometido a golpes y descargas eléctricas” mientras se le mantenía “con los ojos vendados y manos y pies atados”.

El juez instructor de esa causa, Santiago Pedraz, ha reabierto la denuncia interpuesta por Asadeh en 2007. Este proceso se archivó en 2020 ante la imposibilidad de interrogar a los imputados por no encontrarse en España, pero el magistrado ha decidido retomarlo ahora que Gali está hospitalizado en Logroño, bajo una identidad falsa y con pasaporte diplomático argelino, este sí, a su nombre. La Fiscalía ya ha apuntado que no aprecia “indicios claros de participación” del líder del Polisario “en las conductas recogidas en la querella”.

La penúltima entrada oficial de Gali en España fue en 2015 para asistir a la Conferencia Internacional de Apoyo al Pueblo Saharaui. Entró y salió sin problemas. Y ha vuelto a entrar el 17 de abril. En esta ocasión, la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, ya declaró el viernes desde Rabat que si España optase por sacar de su territorio al líder del Frente Polisario “con opacidad” las relaciones entre los dos países se verán estancadas. El mensaje está dirigido al Gobierno español. Pero quien tendrá que pronunciarse es la justicia española. Un matiz indispensable.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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