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Testosterona y poder, una relación íntima

Mónica García rechazó la lista única ofrecida por Pablo Iglesias alegando que Madrid no necesita más hormona masculina. La candidata de Más Madrid y otras políticas como Yolanda Díaz, Ana Pastor, Adriana Lastra o Carmen Calvo reflexionan sobre la cuestión

Manuel Jabois
Ilustración
Sr. García

El martes 16 de marzo, a las 10.43 de la mañana, la anestesióloga Mónica García, líder en la Asamblea de Madrid de Más Madrid, publicó un vídeo en su cuenta de Twitter. En él, rechazaba la oferta de lista única ofrecida por el nuevo candidato de Unidas Podemos a las elecciones anticipadas a la Comunidad, Pablo Iglesias. “Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos”, dijo. Madrid no es una serie de Netflix, advirtió, que necesitase “más frivolidad ni más espectáculo ni más testosterona”. Testosterona, según la Real Academia: “Hormona producida por los testículos que tiene por función el desarrollo de las glándulas genitales y el mantenimiento de los caracteres sexuales secundarios masculinos”. Roger Muñoz Navarro, doctor en Psicología y experto en Neuropsicología Clínica: “La testosterona y el poder están íntimamente relacionados. En toda contienda siempre hay testosterona y cortisol. Hay estrés. Y la testosterona amortigua el estrés. En quien gana, aumenta la testosterona y baja el cortisol. Al revés para los que pierden. Por eso muchos líderes lo que no quieren es perder: se sufre en las derrotas”.

¿Hay exceso de testosterona en la política española? “En la política y en la sociedad”, responde Mónica García. “Yo vivo en dos mundos: el sanitario, un mundo muy femenino relacionado con los cuidados; y el político, mucho más impregnado de testosterona. Lo masculino sigue siendo la unidad de medida. Sigue habiendo una especie de halo según el cual la política es una cosa seria que ejercen los hombres y nos dan permiso a las mujeres para ejercerla. No se le dice lo mismo a una mujer que gesticula o es vehemente que a un hombre; en general nunca se le dice lo mismo a una mujer que a un hombre cuando hace lo mismo porque para la mujer siempre hay una explicación relacionada con lo femenino. Solo se homologa cuando imita a un hombre: ‘le ha echado huevos, es una tipa dura, no le tose nadie”. Ana Pastor, también médica, vicepresidenta del Congreso y exministra del PP, recuerda a Loyola de Palacio, fallecida en 2006. “Alfonso Guerra la llamó ‘monja alférez’. La primera ministra de Agricultura, la primera española vicepresidenta de la Comisión Europea, una tía listísima, más preparada que la media de todos, con cinco o seis idiomas… Pues monja alférez. Porque mandaba mucho. Porque sigue existiendo ese estereotipo de que el hombre es el que manda, y cuando lo hace la mujer es una mandona que pega voces. Y solo la aceptan cuando se reconoce que ‘es la que lleva los pantalones”.

Adriana Lastra, portavoz socialista en el Congreso, no cree que el problema sea la testosterona: “Lo que falta es feminismo. Cuando una mujer llega al poder, llega arrancándolo. Y mantenerlo le cuesta más. Cuando se renueva una lista electoral, la renovación siempre viene del mismo lado: de las mujeres. Nos cuesta más mantenernos en los sitios. [Las mujeres en política] Tenemos una tasa de separaciones y divorcios más alta que los varones. Tenemos menos hijos que los varones. Si obviamos eso, obviamos todo”. En 2009, un estudio de las universidades de Northwestern y Chicago en Estados Unidos dictaminó que la testosterona, en las mujeres, sí tenía impacto para alcanzar el éxito (el estudio se refería al mundo de las finanzas). Entonces un profesor, Alex Haslam, experto en psicología social, hizo en la BBC una declaración interesante: “Nuestro apetito por las explicaciones biológicas en las diferencias de género es muy preocupante. Es una forma de justificar el status quo y los prejuicios”.

Compañera de coalición de Pablo Iglesias —a él se dirigía la frase de Mónica García sobre la testosterona—, a la futura vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz, no le gusta echarle la culpa a las hormonas. “¿Hay testosterona en la política? Sí. Pero hacer lecturas políticas con la testosterona es un planteamiento inadecuado y poco feminista”, dice. Para Díaz, los comportamientos sociales no deben analizarse a través de las hormonas. “Si es un problema biológico relacionado con la testosterona, no tendríamos capacidad de mudarlo, y si algo es el feminismo, es transformador”. Como ministra de Trabajo, se ha encontrado en reuniones en las que estaba establecido que una negociación tiene que ser dura, hasta el último minuto. “Y eso es lo que tenemos que alterar, y no tiene que ver con la biología, sino con el paradigma y nuestro comportamiento”. Para la analista Verónica Fumanal, una política de golpe de efecto en donde “todos compiten por ser más audaces y temerarios que el anterior” es un ejemplo de testosterona o política masculina. “Los liderazgos más empáticos, transversales y dialogantes no predominan; la única oferta electoral de algunos partidos es echarle un par de huevos”.

“Si sirve para competir...”

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Lo que hay, según el profesor Roger Muñoz Navarro, es un exceso de conductas de dominancia social y de competitividad. Por tanto, hay un exceso de una manera de hacer política competitiva y dominante. “Yo no sé si hay un exceso de testosterona. Ya me gustaría saberlo. Pero sí podemos pensar que hay un contexto que facilita este aumento de testosterona y de falta de empatía. Y creo que se señala mucho, de manera muy injusta, a Pablo Iglesias. Es muy probable que Íñigo Errejón tenga casi la misma testosterona, por eso siguen compitiendo. De hecho, la gran mayoría de políticos o tienen testosterona alta o puede que no aguanten este ambiente tan estresante. Si la testosterona sirve para competir y defender la regulación de los alquileres, el aumento de fondos para la dependencia u otras medidas que defienden a los más desfavorecidos, bienvenida sea”.

¿Sintió Mónica García un especial despliegue de testosterona cuando Iglesias propuso la candidatura unitaria de sus partidos, que presumiblemente la dejaría a ella en el número dos? “Más que sentirlo yo —porque al fin y al cabo estamos en un juego político—, creo que representaba muy bien esa situación en otros ámbitos de la vida. He tenido mucha solidaridad de mujeres que no forman parte de la política. Iba más allá del hecho en concreto. Era algo que otras mujeres han vivido en otros ámbitos, una queja ampliada que tenía ese punto de partida”. Dos adversarias políticas de García que prefieren no decir su nombre tienen visiones antagónicas entre sí. Para una, la reacción de la candidata de Más Madrid fue la propia de alguien a la que amenazan con quitar el puesto y “tira con lo que sea”; para otra, su discurso fue ejemplar: “Reacciona a la posición típica del hombre: déjame a mí, que las cosas se ponen feas”.

Del mismo modo que hay techos de cristal y acantilados de cristal (el momento de crisis o transición, sin posibilidades reales de ejercer el poder o acceder a él), la testosterona sirve para saltar la primera valla. Esto último lo defiende Carmen Calvo, feminista veterana y vicepresidenta del Gobierno. “He estado en muchas reuniones en las que yo, o una compañera, ha dicho algo, y hasta que a los 15 minutos no lo repetía un hombre, ese algo no se había tenido en cuenta. Hay un tercero que luego lo redondea. Y añade: ‘Como dijo antes fulano…’. ¡Pero vamos a ver!”. ¿Por qué? “Porque consciente o inconscientemente los hombres son muy conocedores de su pasado y de su historia de poder absoluto, y lo ejercen con una contundencia y una legitimidad y un derecho propio, y observan a las mujeres con una cierta aprensión porque pisan un terreno que es nuevo históricamente para ellas”. Un terreno virgen en el caso de la presidencia del Gobierno, que no ha ocupado nunca una mujer. Precisamente el movimiento de Pablo Iglesias que provocó la reacción de Mónica García deja a otra política, Yolanda Díaz, en una vicepresidencia del Gobierno y todas las papeletas para liderar Unidas Podemos y, por tanto, presentarse a las elecciones generales. “Te voy a contestar con franqueza: estoy preparada, cualquier mujer puede estarlo, pero no estoy en campaña ni voy a estarlo: no estoy pensando en ser candidata. Estoy centrada en lo que estoy (Ministerio de Trabajo), que es lo que me apasiona. Y me encantaría que este país y la Xunta de Galicia tuviesen una mujer presidenta”.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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