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El mapa de las elecciones catalanas

Tres viajes ilustran los hitos del 14-F la caída de Ciudadanos; la reconquista del PSC de la Barcelona metropolitana y el contencioso irresuelto por la hegemonía secesionista

Tres mujeres pasean, el viernes pasado, por la Riera de Mataró.
Tres mujeres pasean, el viernes pasado, por la Riera de Mataró.Joan Sanchez
Blanca Cia
Mataró | Santa Coloma de Gramenet | Valls -

Las elecciones catalanas del pasado 14 de febrero han configurado varias corrientes de fondo en la política autonómica. Además de la entrada por primera vez de Vox en el Parlament, como cuarta fuerza, los comicios han confirmado la caída de Ciudadanos, la reconquista del PSC de los municipios de la Barcelona metropolitana y la pugna, todavía por resolver, entre ERC y Junts por la hegemonía del independentismo. EL PAÍS se ha desplazado a algunos de los municipios que mejor ilustran estos movimientos.

MATARÓ. Una ciudad mediana de la gran Barcelona donde ERC avanza.

Una de las ideas fuerza de Esquerra Republicana en las elecciones del 14-F, la de ampliar la base, cuadra a la perfección con la evolución de su electorado en buena parte de la corona metropolitana barcelonesa. Elección tras elección, los republicanos han ido sumando votos, han pasado por delante de Junts per Catalunya y en esa escalada, suave pero constante, están dando alcance al PSC. Mataró, capital del Maresme y octava ciudad catalana, es uno de los ejemplos más claros de esa evolución. El PSC ganó hace una semana, algo que no ocurría desde 2003. Desde entonces ganaba la antigua Convergència.

El punto de inflexión se podría situar en las autonómicas de 2012, cuando ERC mejoró, CiU bajaba en votos y los socialistas retenían la segunda posición. Tres años más tarde, el independentismo se presentó en bloque. Y en 2017, cuando Ciudadanos arrasó también en Mataró, ERC superó a Junts (19,9% frente a 18,5%). El domingo, el PSC ganó con un 24,9%, ERC fue segunda (20,1%) y Junts, tercera (18,6%). En 10 años, la distancia entre el PSC y ERC se ha reducido de 12 puntos porcentuales a 4,6. “Pero los socialistas hemos ganado en 10 de los 12 distritos”, subraya el alcalde David Bote.

“Yo lo veo normal. ¿O es que los independentistas solo ganan por la ideología? Pueden hacer política igual que los demás, ya no se trata solo de independencia. Está claro que pueden gestionar igual que los otros”, opina Anna Maria, que toma un aperitivo con unas amigas en la plaza Santa Anna, en pleno centro de Mataró. Aclara que ella votó a Junts “como toda la vida”. Muy cerca, Laura, farmacéutica, explica que antes votaba a Junts, pero que el domingo optó por ERC: “No me gusta la política, pero me informé un poco de lo que han hecho unos y otros y voté a ERC”.

Mataró tiene 130.000 habitantes, entre ellos 20.000 extranjeros con mayoría de marroquíes y senegaleses. Una fuerza de trabajo esencial en el cultivo de la flor, una de las particularidades de la economía comarcal. Con un pasado industrial textil, Mataró es hoy una ciudad de servicios a 30 kilómetros de Barcelona.

ERC, un poco como Junts, tenía su electorado en el centro de Mataró y en el Eixample de la ciudad, dos zonas de clase media. “En los últimos años, Esquerra ha ido ganando implantación en barrios más de clase trabajadora, como Rocafonda o Molins”, apunta Anna Salicru, concejal republicana. Cree que el factor local suma votos: “Somos muy activos como oposición, en el Ayuntamiento estamos muy encima de los problemas, de lo que dice la gente. También somos muy dinámicos en las redes sociales. El perfil del votante de ERC está cambiando y si hace años el 95% era catalanoparlante, ahora ya no. Es más, hay votantes de ERC que no son estrictamente independentistas”. “Yo creo que está bastante ligado al voto joven independentista que se inclina más por ERC que por Junts”, opina Mari Carmen, propietaria de una zapatería y que votó a En Comú Podem: “En casa hay de todo, uno de mis hijos votó a ERC”.

SANTA COLOMA. El desencanto y la abstención arrasan a Ciudadanos

Dicen que no quieren hablar de política pero inmediatamente se enfrascan en una animada conversación. Son cinco mujeres, de mediana edad, tomándose un café en una placita del centro de Santa Coloma de Gramenet, uno de los grandes municipios del área metropolitana de Barcelona. Tres de ellas no fueron a votar en las elecciones autonómicas del pasado 14 de febrero, y dos sí lo hicieron. Dos de ellas habían votado a Ciudadanos en las elecciones autonómicas de 2017: “No he ido a votar porque creo que no se tenían que haber celebrado las elecciones en plena pandemia. De todas formas, tampoco les habría votado esta vez. Tengo la sensación de que no han hecho nada”, afirma una. Las demás asienten.

Santa Coloma de Gramenet es una de las localidades del cinturón barcelonés donde la formación naranja cosechó un rotundo triunfo en las autonómicas de hace cuatro años con un 35% de los sufragios, 12 puntos por encima del PSC, partido que siempre se había impuesto en las elecciones al Parlament y que controla la alcaldía desde hace décadas. El 14-F, en Santa Coloma, Ciudadanos sufrió una de sus más estrepitosas caídas y solo le votó el 8,4% de los vecinos. En la localidad la abstención también batió récords, fue de un 55,6%. Algo que se nota al preguntar por el voto porque cuesta encontrar por la calle a los que dicen que sí lo hicieron.

La Rambla de San Sebastián de Santa Coloma de Gramanet el pasado viernes.
La Rambla de San Sebastián de Santa Coloma de Gramanet el pasado viernes.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

El trasvase —o el regreso— de electores que hace cuatro años votaron a Cs y esta vez optaron por el PSC parece bastante claro. Los socialistas obtuvieron el 23,7% de los votos en 2017 y el domingo pasado escalaron hasta el 41,6%. “La presencia en el territorio, el conocimiento de lo que se hace, es muy importante aunque se trate de autonómicas y el PSC cuenta con la ventaja de una alcaldesa muy potente —Núria Parlón que revalidó su mayoría absoluta en las municipales de 2019—”, explica Raúl Moreno, diputado socialista y una de las voces del PSC en ese territorio metropolitano.

Apenas hay ya rastro de las elecciones en Santa Coloma y son precisamente los carteles de Ciudadanos y las banderolas con los rostros de Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa de los pocos que se ven en la Rambla de Fondo, que conecta uno de los barrios de la ciudad más populosos con el centro.

Santa Coloma tiene unos 120.000 habitantes, con un 26% de inmigración. Por nacionalidades, un 14,3% son originarios de Marruecos y un 14,1% son de origen chino. La tercera nacionalidad de origen es la ecuatoriana, seguida de Pakistán y República Dominicana.

La tasa de paro, a diciembre pasado, era de un 16% de media. La ciudad es una de las que tiene la renta per cápita más baja de Cataluña, 23.200 euros frente a una media autonómica de 30.500 euros.

En el barrio del Fondo es complicado encontrar detrás de una barra de cualquier bar, en las peluquerías o en muchas tiendas de alimentación algún rostro que no sea asiático o magrebí. En la Rambla, Ana es la encargada de una óptica. Cuenta que hace cuatro años votó a Ciudadanos: “Soy contraria a la independencia y hace cuatro años me pareció que tenían el discurso más claro”, explica para añadir que el domingo pasado no votó: “Es la primera vez que no voto y lo hice por la situación de la pandemia. Si hubieran hecho las elecciones más tarde, hubiera votado al PSC porque ahora es el partido más fuerte y Ciudadanos no ha conseguido gran cosa”.

El diagnóstico del pinchazo dentro de sus propias filas se relaciona con la alta tasa de abstención: “La pandemia ha hecho que mucha gente se haya quedado en casa y el cabreo que hay en general. También es evidente que venimos de un mal resultado de las generales que han perjudicado a la marca”, opina Dimas Gragera, concejal de la formación naranja en Santa Coloma.

VALLS. La Cataluña industrial, fiel a la cuna convergente

En Valls (Tarragona) conviven unos 25.000 vecinos que defienden a fuego un ideal común: no hay mejor calçot que el que se cultiva en el pueblo. Más allá del consenso en torno a esta popular cebolla que se devora mirando al cielo, en Valls cuesta encontrar un argumento que no despierte una réplica inmediata. Hay dos bandos de castellers, dos teatros y las elecciones del 14-F abrieron una disputa local a tres bandas. Las candidatas por Tarragona de ERC y PSC, Raquel Sans y Rosa Maria Ibarra, respectivamente, tienen sus raíces en el municipio. Igual que el cabeza de lista de Junts, Albert Batet, quien llegó a ser alcalde. El pique vecinal no azuzó la participación y la abstención fue del 49,6%, 30 puntos más que en las votaciones de 2017. El triunfo electoral se lo llevó Batet, por 400 votos de ventaja sobre la lista republicana.

Cartel del candidato de Junts Albert Batet en la lPlaza Nova de Valls, el pasado viernes.
Cartel del candidato de Junts Albert Batet en la lPlaza Nova de Valls, el pasado viernes. Josep Lluis sellart

Convertido en un incondicional de Carles Puigdemont, Batet encarna el legado de la antigua Convergència en un territorio de profunda huella catalanista y con un sólido tejido industrial. “Quien depende de la restauración o del turismo sufre pero, en general, aquí la pandemia se ha aguantado bien”, afirma Josep Maria Rovira, presidente de la Cámara de Comercio. Detalla que en el polígono industrial operan 3.500 empresas que generan un impacto de 35.000 puestos de trabajo. Opina que, en este escenario, “Batet siempre fue el favorito”, y le define con cierta veneración: “Es un político potente, muy trabajador y sabe perfectamente cómo liderar una campaña”. En Valls, el PDeCAT apenas sumó 200 votos, la mitad que Vox, con lo que la escisión no ha penalizado a Junts. El partido conserva la distancia con los republicanos.

Francesc Fàbregas es el director del semanario El Vallenc desde hace 32 años. “Que tres cabezas de lista fueran de Valls daba para quinielas, pero se cumplió la previsión, Junts siempre partió como el que más posibilidades tenía de ganar”, apunta. Fàbregas define a Valls como “una ciudad con actividad social, con una potente cultura popular y con un polígono industrial que da empleo a mucha gente”, lo que conlleva, según él, que “a la hora de votar se busquen pocos riesgos y pocos experimentos”.

Tras la restauración democrática, el PSC se impuso con holgura en varias elecciones municipales, llegó a tener hasta el 46% de apoyos, y en el municipio se recuerda que el padre de Raquel Sans, la candidata de ERC, estuvo en las listas. Pese a aquellos años de gobierno socialista, Fábregas manifiesta que esta es una zona “de perfil conservador”. Señala además que, de un tiempo a esta parte, la ciudad “se ha posicionado claramente a favor de la independencia de Cataluña”. En la investigación para desbaratar el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, la Guardia Civil registró las dependencias de El Vallenc buscando papeletas y material relacionado con las votaciones. “Esta ciudad no ha sido apática a la hora de organizar potentes movilizaciones”, sentencia Fàbregas. En ese río revuelto, Junts ha sacado la mejor pesca.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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