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Vendimiar a 32 grados y con mascarilla: la difícil misión de evitar nuevos brotes en el campo

Comisiones Obreras detecta incumplimientos de las medidas sanitarias en el transporte de los temporeros, en el material individual de trabajo y en el alojamiento

Vendimia en los viñedos de la bodega Enate, en Huesca. Vídeo: Juan Barbosa
Cristian Segura

La cuadrilla de Juan Antonio García trabaja entre las parras de uva con la coordinación de una centuria romana. Avanzan a una velocidad que solo da la experiencia. García, natural de Jaén, lleva 37 años desplazándose al Penedès (Barcelona) para la vendimia. Se quita y se pone la mascarilla porque el calor, 32 grados, es un suplicio. Que el Gobierno les busque una alternativa, dice, porque esto no es compatible con las tareas agrícolas. La vendimia ha empezado en varias regiones de España con el objetivo de evitar los brotes de la covid-19 que se produjeron durante la pasada cosecha de la fruta de hueso en Aragón y Cataluña. Comisiones Obreras advierte que es en el transporte de los temporeros y en su alojamiento donde están identificando un mayor riesgo.

La vendimia ha arrancado en agosto en zonas como el Penedès, Castilla La Mancha, La Rioja Baja y Aragón. EL PAÍS ha seguido la labor en el campo y en bodegas del Penedès y Somontano (Huesca), y ha podido comprobar la dificultad de aplicar con rigor las medidas de seguridad establecidas por el Ministerio de Sanidad y por los Gobiernos autonómicos, sobre todo la distancia entre personas y el transporte de los temporeros con suficiente espacio en los vehículos. La guía de prevención y control del Ministerio establece recomendaciones complicadas de cumplir a rajatabla, no solo la distancia de metro y medio, también el tener que lavarse las manos con frecuencia o evitar tocarse ojos, nariz y boca.

“Los principales problemas se están detectando en la movilidad de los trabajadores, en los equipos de protección individual que se les debe aportar y en el alojamiento”, asegura Pepe Fuentes, adjunto del Área de Política Sindical y del sector del campo de Comisiones Obreras Industria. Tanto UGT como Comisiones Obreras han denunciado que en La Rioja no se aplica el convenio colectivo agropecuario de la región. Joaquín Yangüela, responsable de integración social de Cáritas La Rioja, recuerda que en 2019, en el operativo de acogida que gestionan con el Ayuntamiento de Logroño, atendieron a 1.800 jornaleros a los que los empresarios no aportaban residencia. Confirma que este año, desde los meses de poda, se está apostando por la contratación local, por lo que es temprano para saber si el problema será menor o no. “El principal foco de contagio de la covid-19 en el campo es la movilidad entre regiones. El alojamiento también es un riesgo, por lo que es mejor que los temporeros se hospeden separados por cuadrillas y no en pabellones”, apunta Yangüela.

Comisiones Obreras ha planteado al Ministerio de Trabajo que se incrementen las inspecciones de trabajo. En ninguna de las cinco bodegas visitadas para este artículo han recibido inspecciones por parte de las administraciones. “El trabajo en la viña es un trabajo de proximidad, hemos tenido que incidir bastante en el uso de la mascarilla y en la distancia social”, explica Miquel Herrero, del departamento de comunicación de la bodega Juvé i Camps. “Hemos tenido que dividir los grupos en turnos para que no coincidan en espacios comunes. La dificultad está en cambiar determinadas rutinas que vienen de muchos años”.

Más temporeros locales

La petición de los gobiernos autonómicos de reclutar a personal de proximidad, para evitar desplazamientos entre comunidades autónomas, está surtiendo efecto, valora Joaquín Vizcaíno, responsable vitivinícola de la Coordinadora de Agricultores y Ganaderos (COAG). Vizcaíno estima que la vendimia necesita en España de unos 50.000 temporeros, y que la mitad de los vendimiadores procederán de zonas alejadas del lugar donde serán empleados. Fuentes, de Comisiones Obreras, eleva la mano de obra temporal de la vendimia hasta las 100.000 personas si se suma la elaboración del mosto y el movimiento en las bodegas.

Jordi Mata recuerda que antes de la crisis de 2008 era difícil encontrarse a jóvenes de la comarca del Alt Penedès vendimiando, pero que ahora vuelven a verse en el campo. Mata es miembro de la familia propietaria de Recaredo, una de las bodegas que elaboran vinos espumosos de mayor calidad en el Penedès. Tras el parón de la actividad comercial por la pandemia del coronavirus, para evitar reducciones de empleo han trasladado a recoger uva a personal de producción, de las bodegas e incluso de oficinas. Juvé i Camps ha contratado esta temporada a treinta vendimiadores, que complementa con quince asalariados de la bodega. El año pasado, los temporeros reclutados por este elaborador de cava fueron ochenta. Tanto a Juvé i Camps como a Recaredo les ha pasado factura en esta cosecha la plaga del mildiu, un hongo que seca la uva y que en cultivos sobre todo ecológicos, como el de la familia Mata, causa pérdidas de frutos por encima del 40%.

Vendimia mecanizada en el Somontano.
Vendimia mecanizada en el Somontano.JUAN BARBOSA (EL PAÍS)

Un 50% de la uva se recoge de forma mecanizada en España y va a más, según Vizcaíno. El uso de maquinaria para la vendimia se ha priorizado en muchas empresas, para evitar el movimiento de trabajadores. Jesús Arajona, enólogo en Enate, bodegas del Somontano, confirma que este año, “por precaución sanitaria”, han renunciado a la vendimia manual para sus dos vinos de gama más alta. “En Huesca estamos saliendo mucho en los medios de comunicación porque parece que tengamos más positivos de coronavirus que en Madrid”, lamenta Arajona. Raquel Latre, presidenta del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Somontano, destaca el temor a que suceda como en la cosecha de la fruta en Huesca, que acaparó una inusual atención por los positivos de covid-19: “Con la fruta se produjo algún caso y se trató a todo el sector por igual. Si dos empresas lo hacen mal, afecta a todo un sector”.

Joaquín Rodrigo lleva 19 años vendimiando en Enate. Rodrigo también es propietario de viñas que trabaja con sus hermanos y dice que faenar en el campo con mascarilla es un engorro al que ya se ha acostumbrado. En una viña de chardonnay plantada hace casi treinta años, y con vistas privilegiadas al monasterio del Pueyo, la cuadrilla de Rodrigo mantiene durante la entrevista los protocolos de sanidad pese al calor y al ajetreo. Las bodegas indican que las líneas de vid tienen suficiente separación entre ellas para cumplir con la distancia indicada. Pese a ello, Manel Quintana, director técnico de Segura Viudas, corrobora que están detectando que sus proveedores trabajan más con máquina, en parte para prevenir contagios entre temporeros.

Quintana habla frente a la cola de tractores cargados con uva que esperan a ser pesados en la central de Segura Viudas. Por seguridad, no se permite bajar de la cabina a los conductores, ni compartir los espacios comunitarios, explica la empresa, porque han estado en contacto con toda la cadena de trabajo. Esta compañía y el resto de bodegas de la Denominación de Origen del Cava también realizan pruebas PCR de detección de la covid-19, entre otras medidas. La Generalitat ha establecido que los temporeros que procedan de fuera del Penedès, deben pasar antes un test PCR. A Juan Antonio García le hicieron la prueba el pasado martes y dio negativo. Si todo va según lo previsto, cuando acabe la uva volverá a Andalucía para iniciar la cosecha de la aceituna, maldiciendo tener que faenar de nuevo con la mascarilla.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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