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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Imágenes políticas de ayer y hoy

Puig y Oltra siguen al frente de la segunda edición del Pacto del Botánico, renovado tras las elecciones de 2019, pero ya no hay sonrisas, ni abrazos

Amparo Tórtola
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y la vicepresidenta, Mònica Oltra.
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y la vicepresidenta, Mònica Oltra.José Jordán

En la retina permanece retenida una imagen, ya icónica, que está a punto de cumplir un lustro de antigüedad. Se aprecia en la instantánea cómo la voluptuosidad primaveral del Jardín Botánico de Valencia envuelve a los protagonistas del momento. Ellos son Ximo Puig (PSPV-PSOE), Mónica Oltra (Compromís) y Antonio Montiel (Podemos). Caminan sonrientes los tres, entre verdes arbustos, protegidos del sol por la sombra que proyectan los árboles centenarios. Acaban de firmar el Pacto del Botánico -11 de junio de 2015- que finiquita más de dos décadas de hegemonía política e institucional del PP en la Comunidad Valenciana. Se ofrecen exultantes ante los objetivos de las cámaras.

Los resultados de las elecciones celebradas unos días antes, el 24 de mayo, habían sancionado el cambio de ciclo político. Aunque el PP valenciano revalidó el estatus de fuerza política más votada - pese a registrar la mitad de votos que en 2011- la suma de las izquierdas propició el relevo.

Hoy, domingo, se cumplen cinco años de aquellas elecciones y las sonrisas han mutado. También alguno de los protagonistas. Antonio Montiel abandonó el escenario político y saldó algunas cuentas en un libro –“Acord del Botánic”. Balandra Edicions- de lectura entretenida para conocer la tortuosa gestación del pacto que le da título y apreciar el tono vengativo que suele acompañar a los revisionismos.

Puig y Oltra siguen al frente de la segunda edición de aquel acuerdo histórico, renovado tras las elecciones de 2019, pero ya no hay sonrisas, ni abrazos, ni gestos de complicidad entre ellos. El buen humor lo pone el sustituto de Montiel y vicepresidente segundo del Consell, el podemita Rubén Martínez Dalmau. Ni la crisis pandémica ha borrado de su rostro el gesto de satisfacción por formar parte de un Gobierno tripartito con vías de agua que reclaman calafateado a la orden de ya.

Romano Prodi, ex primer ministro italiano y ex presidente de la Comisión Europea, reflexionaba así días atrás en una entrevista concedida al diario La Vanguardia: “Conciliar las almas de los componentes de la coalición causa siempre problemas… pero un Gobierno cae cuando hay alternativas y en este momento no las veo”. Se refiere, obviamente, al gobierno de coalición de centro izquierda que rige los destinos de Italia, pero tanto vale para el caso valenciano.

En ausencia de mayorías absolutas y una vez descartada la repetición electoral, las opciones de gobierno se reducen a dos: precario ejecutivo en solitario del partido más votado si logra el apoyo para investir a su candidato presidencial, o gobierno de coalición entre dos o más fuerzas políticas. La primera opción promete legislaturas acortadas y tortuosas por la necesidad de consensuar y buscar apoyos parlamentarios para cada iniciativa con aspiraciones de salir adelante. La experiencia demuestra que la segunda opción tampoco es un camino expedito de dificultades: los gobiernos de coalición, con frecuencia, acaban convertidos en una mixtura de partidos y dirigentes que se disputan herméticos espacios de poder a cara de perro. Aquí bautizaron esa fórmula como “mestizaje”.

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¿Resistirá el Gobierno del Botánico II hasta el final de la legislatura? Esa pregunta se planteó en ámbitos políticos y mediáticos al minuto siguiente de la renovación del pacto. Todos éramos conscientes, los firmantes también, del gélido clima que reinaba entre los dos principales socios -PSPV-PSOE y Compromísen comparación con el ambiente cálido y cordial que presidió la primera entrega.

La cuestión recobra vigor ahora, en un contexto de angustia y tensión social como consecuencia de la pandemia, el largo confinamiento y la práctica paralización de la economía. Desde Compromís acusan a Ximo Puig y su equipo de haber diseñado un modelo presidencialista de gestión de la crisis vírica, ajeno al supuesto mestizaje del Consell. Desde las filas socialistas achacan a los altos cargos de la coalición nacionalista hacer mutis por el foro y ponerse a cubierto durante la crisis. En Podemos, tercer socio del Consell, sonríen y apoyan a Puig, mientras afilan las navajas para gestionar entre ellos quien se hace con el control de la organización que acaba de ratificar a Pablo Iglesias como líder nacional indiscutible e indiscutido.

La decisión del diputado Joan Baldoví -único parlamentario de Compromís en el Congreso- de votar en contra de la renovación del estado de alarma, ha abierto una nueva vía de agua. Pero, volvamos a Prodi: un gobierno no cae cuando no hay alternativa. ¿Le gustaría a Ximo Puig estar al frente de un Consell sin Compromís? Sin duda. Mañana mismo firmaría. ¿Está en disposición de hacerlo? Tendría que triangular al PSPV con Podemos y con el C’s de Toni Cantó, y tener la convicción de que tal decisión sería entendida por su electorado llegado el momento de las urnas. Inés Arrimadas ya ha abierto un canal de entendimiento en Madrid con el gobierno de PSOE y Podemos cuyo alcance, a fecha de hoy, se antoja insospechado.

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