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Badr, el yihadista que se creía invisible

El ciudadano marroquí detenido en Ciudad Real montaba una célula como otra creada en Salé (Rabat)

Efectivos tras la detención en la localidad ciudadrealeña de Bolaños de Calatrava. EFE/Beldad
Efectivos tras la detención en la localidad ciudadrealeña de Bolaños de Calatrava. EFE/BeldadBeldad (EFE)
Patricia Ortega Dolz

El eco de los comentarios radicales de Badr, un temporero marroquí de 36 años, llegó hasta las oficinas de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional hace aproximadamente un año. Sus enfurecidas críticas a la indumentaria de algunas mujeres occidentales, de los hombres que bebían, o de la música en las verbenas de Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) y de poblaciones aledañas, llegaron al oído de los agentes de la lucha antiterrorista, que el miércoles le despertaron poniéndole las esposas, junto a otros tres compañeros de trabajo. “Se revolvió y trató de ocultar algunos de sus dispositivos”, cuentan.

Badr compartía casa con una veintena de inmigrantes en la localidad manchega, a la que llegó hace un año procedente de Cataluña, donde también trabajó en el campo. “Entró clandestinamente en un camión a la Península desde Marruecos, a finales de 2016”, apuntan fuentes la lucha antiterrorista. “Le pisaban los talones los agentes marroquíes, que le tenían fichado como líder de una célula de cuatro miembros en Salé, su ciudad natal, una población muy cercana a Rabat”, añaden las mismas fuentes. Aquella célula se desintegró por aquel entonces, sus cuatro miembros se dispersaron con la supuesta voluntad de actuar, unos acabaron en Emiratos Árabes y otros, como Badr, “que debía de sentirse ya vigilado”, huyeron a España, según fuentes del caso.

Badr promulgaba entre sus compañeros de trabajo una interpretación fundamentalista de la ley islámica (el credo takfiri), reunía a los “captados” en su habitación alquilada (y candada) de aquella casa de campo de Bolaños para enseñarles vídeos y cantos coránicos y les entrenaba en el ejercicio físico. Los agentes le identificaron al cruzar información con sus homólogos marroquíes de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST).

Badr, que llegó a España solo y sin contactos previos, les decía a sus seguidores que eran “soldados invisibles del Estado Islámico [ISIS, en sus siglas en inglés]”, pero nada más lejos de la realidad. Los agentes de la Comisaría General de Información le tenían monitorizado desde hace un año. Seguían todos sus movimientos y su evolución.

“En los últimos tiempos había incrementado de manera progresiva el consumo de vídeos de martirio y de ejecución de atentados en Europa, como el perpetrado contra el semanario francés Charlie Hebdo”, explicaba la nota policial. “Además, recientemente había comunicado a su círculo más cercano su desesperación porque no le gustaba su estilo de vida y advertía de que tenía un plan para revertir su situación”. Según las mismas fuentes, “había verbalizado de manera directa su odio contra las fuerzas y cuerpos de seguridad y había mostrado su deseo de atacarles mientras realizaban sus funciones”.

Fueron esas amenazas, recrudecidas en las últimas semanas, y unidas a las instrucciones que recientemente ha dirigido el Estado Islámico a sus seguidores a través de comunicados en varias publicaciones, las que precipitaron su detención y la de sus seguidores.

La investigación constató que Badr era un seguidor de Abu Muhammad al Adnani, quien, hasta su fallecimiento, fue el jefe de las operaciones exteriores del ISIS, su portavoz y, además, su máximo responsable en Siria. Este líder llamó a sus fieles a matar a ciudadanos de los países que formaban parte de la coalición liderada por EE UU.

El juez decretó el viernes prisión para Badr y libertad con medidas cautelares para el resto de los detenidos.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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