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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Respuestas ya, no comisiones eternas

No nos podemos permitir el lujo de la espera en el pacto político con las previsiones de deterioro socioeconómico y con las necesidades de la ciudadanía

Amparo Tórtola
Hospital de campaña instalado junto a La Fe de Valencia.
Hospital de campaña instalado junto a La Fe de Valencia.Mònica Torres

De momento ya se ha perdido una semana, la que hoy concluye; está por verse qué se avanzará en la próxima. El miércoles se reunirá la Diputación Permanente de las Cortes Valencianas para consensuar la creación de una comisión y definir un plan de trabajo. Se trata de desarrollar ese “gran pacto por la reconstrucción” tras la covid-19 al que se han sumado todos los partidos valencianos con representación parlamentaria. La voluntad política es invitar a participar en las tareas de desescombro económico y social a ese amplio y a veces difuso universo que se aglutina bajo el epígrafe de “sociedad civil”.

Dado que el presidente del Consell, Ximo Puig, pronosticó en rueda de prensa que las secuelas de la pandemia marcarán el devenir de la década recién estrenada, se lo han tomado con tranquilidad. Para qué apurarse si hay tiempo por delante. Bailemos al ritmo del compás de espera.

Hace más años de los que me gusta recordar, allá por los ochenta, causó furor una sitcom británica producida por la BBC y titulada Sí, Ministro. Aún recuerdo las carcajadas que nos echábamos al escuchar los irónicos, cáusticos, diálogos de sus personajes. En uno de los episodios, el protagonista, un ministro del Reino Unido, preside angustiado una reunión de su gabinete por un trivial problema que se ha convertido en grave al ser recogido en los titulares matinales de los tabloides británicos. ¡Qué tiempos aquellos! Tras mucho dar vueltas al asunto, su principal asesor y secretario privado da con la solución: “¡Creemos una comisión!”. Todos respiran satisfechos. Los guionistas de la serie se inspiraron, quizás, en una reflexión que tan pronto se adjudica a Napoleón como a otras conocidas figuras de la historia: “Si quieres solucionar un problema, nombra a un responsable; si quieres eternizarlo y ganar tiempo, crea una comisión”.

Y en esas andamos. ¿Será útil la Comisión delegada del Parlamento valenciano? No lo sabemos y, lo peor, no nos podemos permitir el lujo de la espera. No con las previsiones de deterioro socioeconómico que se están dando a conocer desde hace semanas. El mismo Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) al que el presidente Puig ha encargado un informe de situación que facilite arrancar los trabajos de la Comisión, ya avanzó en un documento fechado el pasado 31 de marzo que “si la epidemia se controla pronto y la economía vuelve a una normalidad relativa en el plazo de un mes, el PIB de la Comunitat Valenciana se contraería entre el 3,2 y el 5,3 por cien…En cuanto a los efectos sobre el empleo, el informe calcula una caída del mismo entre el 3,7 y el 5,4 por cien, ligeramente por encima de la media de España”. Y sigue: “Si desgraciadamente la caída de la actividad se prolongara dos meses, el PIB anual de la economía valenciana tendría una tasa de crecimiento negativa en 2020 del -4,8 y -9 por cien en el escenario base y adverso, respectivamente”.

Tras mes y medio largo de confinamiento y paralización de buena parte de los sectores productivos, estamos en la orilla del peor escenario barajado por el IVIE. Además, antes de la pandemia, al cierre de 2019, la Comunidad Valenciana acumulaba una deuda pública de 48.433 millones de euros -la segunda autonomía más endeudada en términos absolutos- y su déficit se acercaba a los 2.000 millones de euros. Ahora hay que sumar el gasto público generado por la plaga y la duda sobre cómo va a responder el Gobierno de España a las reclamaciones económicas lanzadas desde la autonomía. Los sucesivos inquilinos de la Moncloa alimentan el resuello federalista de Ximo Puig, que crece al socaire de un poder central solo sensible de boquilla y palmadita en la espalda ante las perennes urgencias valencianas.

Seguimos sin un nuevo modelo de financiación autonómica -faltó voluntad política para afrontarlo y se creó una comisión que no ha avanzado nada en el último lustro: ¿les suena?- y, de momento, el único bálsamo es el anuncio realizado ayer por el presidente Pedro Sánchez de habilitar para las autonomías un fondo no reembolsable de 16.000 millones de euros para la reconstrucción tras la crisis. En el caso valenciano permitirá, entre otros capítulos, enjuagar el gasto derivado de levantar tres hospitales de campaña, rehabilitar un pabellón del antiguo hospital La Fe, y fletar más de una decena de aviones desde China con toneladas de material sanitario. El otoño está a la vuelta del calendario y, si el coronavirus decide darse otro garbeo por aquí, mejor que nos pille preparados y no como hace dos meses.

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Tras las frías cifras porcentuales se agazapan la incertidumbre y la aprensión de miles de valencianos que se ven asaltados por necesidades perentorias que no entienden de tiempos políticos, como dar de comer a los suyos, poder mantener el techo bajo el que se cobijan y mantener la dignidad asociada a un puesto de trabajo remunerado. Que nadie les hable a ellos de comisiones que se dilatan en el tiempo. Necesitan respuestas y las necesitan ya.

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