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La incertidumbre cae sobre San Sebastián

Las calles se vacían y los empresarios se preguntan: “¿Hasta cuándo podremos aguantar?”

Terrazas vacías, ayer en la plaza de la Constitución de San Sebastián. / JAVIER HERNÁNDEZ
Javier Hernandez

—Aita, ¿puedo salir esta tarde con los amigos?

—Ya sabes que no.

—¿¡Pero por qué…!?

El eco lastimero de la última “e” se solapa con las palabras de Pedro Sánchez en las que pide a los jóvenes su “colaboración decisiva para cortar los contagios”. El presidente del Gobierno deja a los padres el marrón de traducir al román paladino la declaración institucional: “No se sale esta tarde”. La tarea no es fácil, y a pesar de ello los efectos ya se dejan sentir a lo largo de la playa de la Zurriola, donde el sol y la espuma de las olas se funden en un atardecer de postal.

En la explanada de Sagüés, Andoni aúpa a su hijo de cinco años para que intente llegar a la canasta. “En una tarde de viernes normal”, explica, “estas canchas están llenas de adolescentes, pero hoy se ve que a muchos no les han dejado salir”. Tampoco hay casi nadie en Re-Read, una librería de la calle de Segundo Izpizua. Las dos dependientas llevan mascarillas y guantes. “Es la última tarde que tenemos abierto”, anuncia una de ellas mientras busca un ejemplar de El señor de las moscas para un estudiante de tercero de la ESO. “Nadie nos ha obligado a cerrar, pero es lo mejor tal como se está poniendo la situación”, dice.

En el barrio de Gros, los vecinos parecen haberse adelantado a las autoridades, y los comercios siguen abiertos, pero sin apenas clientes. En la calle Peña y Goñi, frente al Kursaal, Roberto Jiménez, el gerente de FeelFree, una empresa dedicada a la gestión de apartamentos, cuenta que el lunes empezaron las cancelaciones de las reservas hasta el punto de que ayer solo se han registrado dos entradas: un grupo de neozelandeses y una pareja de franceses. “Lo peor de todo”, explica, “es la incertidumbre. La pregunta que no dejamos de hacernos es: ¿hasta cuándo podremos aguantar sin un solo ingreso?”. Pero hay más incertidumbres revoloteando, idénticas o parecidas a las de dueños de restaurantes y pequeños negocios. Una de las principales, añade Jiménez, también tiene forma de pregunta sin respuesta: “¿Qué hacemos con nuestros empleados?”.

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En la sidrería Calonge, situada en el barrio de Igeldo, se escucha el eco, algo muy extraño tratándose de un viernes, cuando lo normal es el bullicio. Hoy la sidrería está vacía, como todas las de Gipuzkoa. Han cancelado las 280 reservas de este sábado, otras 145 del domingo, y otras tantas para el próximo fin de semana. “Es una faena tremenda, me dan ganas de llorar”, dice Nerea Arrillaga. Calonge tiene siete empleados, todos de la familia, y sus responsables solo esperan una cosa: “Que cuando todo esto pase, alguien del Gobierno se acuerde de que aquí seguimos”.


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