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El Ejército del Aire no ve motivo para dejar en tierra sus aviones C-101 pese a los recientes accidentes

Defensa revisará los planes de instrucción de la patrulla acrobática Águila

Miembros de la Patrulla Águila en San Javier (Murcia), en octubre de 2017.
Miembros de la Patrulla Águila en San Javier (Murcia), en octubre de 2017.Carlos Rosillo

El Ejército del Aire no ve motivo para dejar en tierra sus aviones C-101 Mirlo, del mismo modelo que los dos estrellados frente a La Manga (Murcia) en los últimos seis meses. La paralización de una flota es la primera medida que se toma preventivamente cuando existe la sospecha de que un accidente se ha debido a un fallo mecánico. Lo que sí hará el Ejército del Aire, según fuentes militares, es revisar el plan de adiestramiento de la patrulla acrobática Águila. La base de San Javier acogió este sábado el funeral por el comandante Eduardo Garvalena, fallecido el jueves.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, acudió este sábado a San Javier para acompañar a los familiares del comandante Garvalena, fallecido el pasado jueves al estrellarse su C-101 frente a La Manga, y volverá el lunes a la base murciana para intentar levantar el ánimo de la Academia General del Aire (AGA). Sus miembros han sufrido un golpe demoledor: tres accidentes, dos de ellos con un mismo modelo, con cuatro fallecidos en seis meses.

Uno de los siniestros no tiene relación con los otros dos: se sabe que la avioneta Tamiz que cayó al Mar Menor el 18 de septiembre sufrió una parada de motor y no pudo amerizar. En ese accidente murieron el comandante Daniel Melero y la alférez Rosa Almirón.

En cambio, los siniestros en los que perdieron la vida los comandantes Francisco Marín y Eduardo Garvalena, el 26 de agosto y el 27 de febrero, son muy similares: ambos cayeron al Mediterráneo frente a La Manga cuando realizaban ejercicios de adiestramiento. Ninguno pudo eyectarse en paracaídas, ninguno declaró emergencia ni comunicó que tuviera problemas antes de estrellarse.

Los C-101 tienen ya 40 años de antigüedad y el Ministerio de Defensa firmó en enero pasado la compra de 24 aviones C-21 Pilatus por 204,7 millones de euros. Está previsto que a partir del año próximo este aparato suizo se convierta en el nuevo avión de enseñanza y entrenamiento, aunque la Patrulla Águila seguirá utilizando el C-101 para sus exhibiciones.

“Siguen siendo aviones operativos con muchas horas de vuelo aún por realizar, porque su vida útil aún no ha terminado”, asegura a EL PAÍS el teniente coronel José María Alonso, jefe de estudios de la AGA.

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También Rubén Pérez, líder de la Patrulla Águila entre 2015 y 2018, cree que la antigüedad de los aviones no es un factor determinante, si son objeto de un mantenimiento riguroso. Los aparatos se someten a revisiones periódicas y apenas les quedan piezas originales. Pérez colgó el uniforme para dedicarse a la política: en mayo fue elegido concejal del PP por San Javier.

“Más allá de los fallos puntuales, de las casualidades, habría que analizar si los pilotos están sometidos a mayores presiones, si están teniendo más actividad de la que deberían y eso puede afectar a su nivel de concentración”, argumenta. El ahora concejal de seguridad subraya que lleva un año fuera de la AGA y se trata de una opinión personal.

Tanto Marín como Garvalena ocupaban en la Patrulla Águila el puesto llamado Solo o punto 5, el que realiza las piruetas más extremas y lleva al avión al límite de sus capacidades. Es un puesto tan delicado que quienes lo ocupan instruyen a sus sucesores. Garvalena había relevado a Marín y, al haber fallecido ambos, la patrulla se ha quedado sin posibilidad de relevo.

En el momento del accidente, Garvalena realizaba ejercicios de calentamiento en solitario antes de unirse al resto de la patrulla para entrenarse en formación. “Sus compañeros vieron el humo y la mancha en el mar casi en directo. Sobrevolaron la zona tratando de localizar la balsa que los C-101 llevan en el asiento eyectable, pero no la encontraron. Tuvieron que aterrizar con el dolor de saber que había pasado lo peor. Los ánimos están por los suelos”, explica el teniente coronel Alonso.

Hijo de un coronel

El ejercicio en el que participaba Garvalena formaba parte del plan de adiestramiento con el que la Patrulla Águila se preparaba para la temporada de exhibiciones, que debería llevarle por toda España pintando en el cielo la bandera rojigualda con humo de colores. Ahora, el Ejército del Aire va a revisar su instrucción para asegurarse de que no incluye riesgos innecesarios, aunque este sea consustancial a toda acrobacia aérea.

El C-101 carece de caja negra y algunas piezas no se han recuperado del fondo del mar. Pasarán meses antes de que la Comisión de Investigación de Accidentes de Aeronaves Militares (CITAAM) determine la causa del siniestro, si alguna vez llega a hacerlo. Bien lo sabe el coronel Eduardo Garvalena, exdirector de la Academia General del Aire a quien, como miembro de la CITAAM, le tocó investigar accidentes como el que ha costado la vida de su hijo.


El piloto que “nunca daba un no por respuesta”

“Era una excelente persona, siempre positivo, muy animado, echado para delante, nunca daba uno no por respuesta”. Así define Ruben Pérez al comandante Garvalena. Fue su profesor de vuelo en la Academia General del Aire en 2005. Le enseñó a pilotar el C-101 Mirlo. Volvió a coincidir con él en 2017: Pérez estaba entonces al frente de la Patrulla Águila y Garvalena era uno de los pilotos en reserva. Antes había desarrollado una extensa carrera militar, en la que acumulaba más de 2.300 horas de vuelo.

Por eso se muestra sorprendido de que su exalumno pudiera cometer un error durante un vuelo de ensayo.

Este granadino de 38 años, con tres hijas, estuvo destinado en Los Llanos (Albacete), donde pilotó el caza Mirage F-1 y el Eurofighter. En 2017, se incorporó a San Javier (Murcia). Participó en dos misiones internacionales: la policía aérea de la OTAN en las repúblicas bálticas, en 2016; y la operación Atalanta de la UE, de lucha contra la piratería en el Índico, con base en Yibuti, en 2018.



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