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Eslovenia, un verano refrescante y asombroso

De los Alpes Julianos a Liubliana. El pequeño país centroeuropeo atrae cada vez a más viajeros en busca de naturaleza oxigenante, deportes de aventura, poblaciones con encanto y rutas poco concurridas

Kayaks en el río Soca, en los Alpes Lulianos (Eslovenia).
Kayaks en el río Soca, en los Alpes Lulianos (Eslovenia).Getty Images

Si uno se pregunta qué países disponen de webs y apps turísticas sencillas, útiles y estéticas, Eslovenia es una de las respuestas correctas. Si eso se añade a una población amable, buenas infraestructuras, precios ajustados, un puñado de ciudades coquetas —la capital, Liubliana; la costera Piran, y la oriental Ptuj— y una naturaleza desbordante, no es extraño que la cifra de visitantes aumente año tras año.

Eslovenia es un destino privilegiado para excursionistas, en particu­lar su región noroeste, que comprende el valle del río Soca y una porción de los Alpes Julianos. Las posibilidades de recorrer montañas y valles a pie o en bicicleta son innumerables, ya sea por libre o con el apoyo de guías y compañías especializadas.

El lago de Bled, con la isla de la ermita de la Virgen de la Asunción, en Eslovenia.
El lago de Bled, con la isla de la ermita de la Virgen de la Asunción, en Eslovenia.Ken Scicluna (AWL)

Si comenzamos por Bovec y el río Soca, acabaremos, más que en bicicleta, montados en un kayak o en una balsa. El Soca nace cerca del monte Triglav —el más alto del país (2.864 metros de altitud), situado en el parque nacional alpino al que da nombre— y muere en la costa italiana. Por sus cristalinas aguas, de color turquesa, nadan truchas y se realizan descensos. Cuando te bañas, agradeces llevar un traje de neopreno: la temperatura del agua corta la respiración incluso en verano.

Cerca se encuentra el pueblo de Kobarid, con los Alpes cada vez más cerca. Acostumbrados ya a los verdes paisajes eslovenos, una sucesión de bosques y praderas donde extraña no ver dando saltitos a la mismísima Heidi, resulta educativo recordar que la paz y la felicidad no son estados muy habituales en el ser humano. La visita del museo de la localidad (kobariski-muzej.si), que se ocupa de la Primera Guerra Mundial, nos ayuda a ejercitar la memoria.

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En otoño de 1917 ya habían muerto decenas de miles de combatientes en las laderas y pasos alpinos. Entonces se libró la duodécima batalla del frente del Soca, que enfrentó a las fuerzas de las Potencias Centrales contra las italianas. En esa ocasión, los alemanes ayudaron a sus aliados austrohúngaros y pusieron en práctica una novedosa táctica (precursora de la futura guerra relámpago o Blitzkrieg) consistente en bombardear a mansalva e infiltrar después ágiles tropas de asalto en el frente enemigo para desconcertarlo y romperlo. La batalla aparece en la novela Adiós a las armas (1929), de Ernest Hemingway.

La derrota italiana fue tan dura que se llevó por delante un Gobierno y la buena fama de su Ejército. Kobarid se llamaba por entonces Caporetto, y el nombre se convirtió desde entonces en un sustantivo de la lengua italiana que describe una derrota terrible y deshonrosa. Después de ver el museo, que rezuma dolor y muestra más de una fotografía terrible de los estragos de la contienda, resulta relajante alquilar unas bicicletas y darse una vuelta por los alrededores. El omnipresente río Soca y los bosques mitigan la impresión.

Dos excursionistas en un puente sobre el río Soca en el valle de Trenta, en pleno parque nacional de Triglav, en los Alpes Julianos de Eslovenia. 
Dos excursionistas en un puente sobre el río Soca en el valle de Trenta, en pleno parque nacional de Triglav, en los Alpes Julianos de Eslovenia. Alena Paulus (Getty Images)

Para internarse en el parque nacional de Triglav se toma la carretera 206, que corta los cañones por el espectacular paso de Vrsic, cerca de la frontera con Austria. Cuenta con 50 pronunciadas curvas, encajonadas entre cumbres de piedra. Lo construyeron miles de presos rusos de la Primera Guerra Mundial, y ellos mismos levantaron una capilla de madera en honor de los que murieron durante los trabajos forzados.

Verde esmeralda

Kranjska Gora espera al otro lado del paso. Se trata de una de las estaciones de esquí más importantes del país, y uno de los puntos de partida para hacer excursiones de todo tipo por los Alpes Julianos. Pero es Bled, localidad situada a una hora en coche y a tan solo 38 kilómetros de distancia, la más conocida. Bled es la postal eslovena por excelencia: si han visto alguna fotografía del país, lo más probable es que fuera de allí. Un lago verde esmeralda, rodeado de montañas, con un orgulloso castillo montado sobre una roca que cuelga sobre las aguas. La belleza del paisaje queda subrayada por la pequeña isla, situada en medio del lago, donde se levanta una iglesia con un espigado campanario.

Escalera en el castillo de Liubliana (Eslovenia).
Escalera en el castillo de Liubliana (Eslovenia).Christopher Groenhout (Getty Images)

Bled es un centro turístico en el que uno puede alojarse en un glamping —feliz neologismo que designa un camping lujoso—, llegar a la isla en pletna —una embarcación tradicional de madera—, recorrer la orilla del lago en carruaje, jugar al golf o probar en una terraza su kremšnita, pastel de crema y hojaldre. A media hora en coche, hacia el interior de los Alpes, se encuentra Bohinj, otro lago. Vendría a ser el hermano aventurero del coqueto Bled. Su belleza, más agreste, atrae a los puristas del paisaje. Suele ser el destino preferido de los excursionistas más exigentes, los que se despiertan al alba, llevan en sus mochilas alimentos ricos en proteínas y aseguran que duermen más a gusto en camastros de refugios que en camas king size de hoteles.

Lo cierto es que en cualquier paseo alpino se disfruta de la majestuosidad de la Naturaleza, con mayúscula. Resulta sorprendente, casi irreal, pensar que esas verdes praderas, esos tupidos bosques y esas laderas escarpadas, ahora recorridas por sonrientes turistas, fueron hace no tanto lugares infernales que sirvieron de tumba para miles de jóvenes europeos víctimas de los delirios nacionalistas.

El lago de Bohinj desde un mirador en el parque nacional de Triglav, en Eslovenia.
El lago de Bohinj desde un mirador en el parque nacional de Triglav, en Eslovenia.Mikel Bilbao (Age)

Para no caer en la melancolía viene bien moverse y aprovechar lo fácil que resulta viajar por Eslovenia. Desde Bled, en menos de una hora podemos estar en la alegre Liubliana y visitar, por ejemplo, la exposición de la pintora local Ivana Kobilca (1861-1926), disfrutar de sus magníficos retratos y tomarnos después un helado en la Gelateria Romantika (Dvorni trg 1), que hace honor a su nombre.

Nicolás Casariego es autor de la novela ‘Antón Mallick quiere ser feliz’ (Destino).

10 razones para visitar Eslovenia

Isidoro Merino

1. Liubliana. La atmósfera joven y desenfadada que se respira en la capital de Eslovenia (slovenia.info) es fácil de explicar: casi la quinta parte de su población — unos 50.000 de sus 276.000 habitantes— son estudiantes. Unos jóvenes que animan a diario los acogedores cafés y terrazas en las riberas del río Liubliana.

2. Parque nacional de Triglav. El 54% de la superficie del país está cubierto de bosques, como los del parque nacional de Triglav (tnp.si), de 84.000 hectáreas, cerca de la frontera con Italia y Austria.

3. Vipavska Dolina. El valle de Vipava (Vipavska Dolina; vipavskadolina.si) combina suelos fértiles y una mezcla de clima mediterráneo y alpino que dan como fruto algunos de los mejores vinos de Eslovenia.

4. Brda. La comarca de Brda (pronunciado berda) se extiende entre viñedos, olivares y cerros con pueblos amurallados como Smartno, desde el que se domina toda la región, al oeste del país.

5. Cueva de Pos­tojna. Cuando en el siglo XVII se descubrieron unos extraños tritones en la cueva de Postojna se creyó que eran crías de dragón. En realidad, son proteos, anfibios albinos endémicos de este sistema de cavernas. La entrada a las cuevas está bajo el castillo de Predjama, enclavado en la roca. Entrada a partir de 25,80 euros (postojnska-jama.eu).

6. Lago de Bled. A 20 kilómetros de Bohinjska Bistrica, en las estribaciones de los Alpes Julianos, están la mágica Bled y su lago glacial, con la ermita de la Virgen de la Asunción en lo más alto de una isla lacustre. El tercer fin de semana de julio se celebra Bled Days: el lago se cubre con lucecitas y fuegos artificiales y conciertos amenizan las veladas.

7. Máribor. La segunda población del país, bañada por el río Drava, rodeada de viñedos y colinas y en la frontera con Austria, es una ciudad de cuento con tejados bermejos, medievales y barrocos, y un casco antiguo que incluye castillo, sinagoga y catedral.

8. Cuevas de Skocjan. De las más de 1.000 cuevas que hay en la región del Karst, estas grutas con ríos subterráneos y cataratas a más de 200 metros bajo tierra son las únicas declaradas patrimonio mundial.

9. Piran. Por el breve tramo de costa adriática (46 kilómetros) por el que este pequeño país balcánico se asoma al mar se reparten poblaciones de atmósfera veneciana como Piran. El imperio comercial de los duces dejó su impronta en toda la costa adriática, y Eslovenia tuvo la suerte de quedarse con el puerto medieval mejor conservado.

10. Valle del Soca. Las cortas distancias favorecen el viaje y permiten abarcarlo en pocos días, con paradas destacadas como el valle del río Soca, escenario de la película Las crónicas de Narnia.

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