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Viaje de autor

Saint-Exupéry y la serpiente montañosa de Motril

Se cumplen cien años de la mítica compañía Aeropostal, de la que fue piloto el autor de 'El Principito', y que hacía escalas en Barcelona, Alicante y Málaga

Un vuelo del Raid Latécoère-Aéropostale en 2018.
Un vuelo del Raid Latécoère-Aéropostale en 2018.Julien Masson

"En España es bonito navegar con la brújula por encima de los mares de nubes, resulta muy elegante, pero… Recuérdelo, por debajo de los mares de nubes está la eternidad”. Fue la advertencia que recibió el escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry del jefe de la mítica Compañía Latécoère, Didier Daurat, antes de emprender su primer vuelo de correo aéreo. El autor de El Principito fue uno de los pioneros del aire que participó en la apertura de las nuevas líneas aéreas que conectaron Europa con África y América del Sur, una epopeya de la que ahora se cumplen cien años y de la que España formó parte. “La aviación para unir a los hombres”. Esa fue la idea que inspiró a Pierre-Georges Latécoère a fundar, en 1918, las Líneas Aéreas Latécoère, que despegaron en 1919 y que más tarde se convertirían en la mítica Aéropostale. Para recordar la herencia cultural que dejó aquella conquista de los cielos, el Raid Latécoère-Aéropostale recrea cada año algunas de las viejas escalas de la compañía, entre Toulouse y Santiago de Chile. A su paso por España, el raid recrea las escalas permanentes de Barcelona, Alicante y Málaga con el aterrizaje en diversos puntos de la geografía española de decenas de aeronaves históricas. En cada escala se desarrollan conferencias, exposiciones, bautismos de vuelo para niños y otras actividades culturales.

Cartel de la edición 2019 de Raid Latécoère-Aéropostale, que recrea cada año algunas de las viejas escalas de la mítica compañía aérea entre Toulouse y Santiago de Chile.
Cartel de la edición 2019 de Raid Latécoère-Aéropostale, que recrea cada año algunas de las viejas escalas de la mítica compañía aérea entre Toulouse y Santiago de Chile.

Dos horas pioneras

Al término de la I Guerra Mundial, en la que por primera vez la aviación tuvo un papel decisivo, Pierre-Georges Latécoère (un industrial dedicado a la fabricación de aviones en Toulouse) y su amigo Beppo di Massimi (un antiguo aviador italiano) comenzaron a idear el proyecto de una línea aérea postal que transportase el correo entre Francia y la costa noroeste de África, llegando luego hasta América del Sur. El 25 de diciembre de 1918 se realizó el primer vuelo a Barcelona a bordo de un Salm­son 2 pilotado por René Cornemont en un trayecto que duró poco más de dos horas. Solo unos meses después, el 9 de marzo de 1919, se realizó, a modo de prueba, el primer vuelo completo de la línea Toulouse-Barcelona-Alicante-Málaga-Rabat-Casablanca, aunque su despegue definitivo tuvo que esperar hasta septiembre debido, sobre todo, a los trámites burocráticos. Cada nueva conexión aérea representaba una hazaña que llenaba los periódicos de grandes titulares. La humanidad presenciaba con asombro las proezas de aquellos primeros pilotos que, con rudimentarios aparatos aéreos, desafiaban los límites de la gravedad al enfrentarse a la tormenta, los desiertos o los mares en una odisea de la que algunos jamás regresaron.

Guía

Raid Latécoère-Aéropostale. Dos citas en 2019: del 14 al 28 de junio (Raid entre Marsella y Orán) y del 15 al 29 de septiembre (recorrerá las escalas entre Toulouse y Casablanca).

A mediados de la década de 1920, los aviones de Latécoère volaban ya regularmente hasta Dakar haciendo escala en puntos estratégicos como las entonces españolas Cabo Juby (marroquí desde 1958) y Villa Cisneros (hoy Dajla, en el territorio del Sáhara Occidental), así como en Port Étienne (la actual Nuadibú, Mauritania) y Saint Louis (Senegal). No mucho después, la compañía gala consiguió también dar el salto a Sudamérica, primero a Brasil y luego a Argentina y a Chile.

En aquel tiempo empezaron a realizarse las primeras travesías nocturnas, en las que los pilotos debían guiarse por las estrellas, como recordaría Saint-Exupéry en Vuelo de noche, publicado en 1931, donde relata las dificultades a las que se enfrentaban. Los aviones debían dejar de perder en la noche el tiempo ganado durante el día a trenes y barcos. La aventura era tan arriesgada que muchos pensaban que fracasaría. No fue así gracias a la audacia de aquellos pioneros. La expansión de la compañía fue tal que en poco tiempo acabó comprometiendo su futuro, por lo que fue traspasada al empresario francés Marcel Bouilloux-Lafont y pasó a llamarse Compañía General Aeropostal. Fue una época dorada de la aviación y de los aviadores que la elevaron hasta el mito, entre los que se encontraban célebres pilotos como Jean Mermoz, Henri Guillaumet y el propio Antoine de Saint-Exupéry.

javier belloso

Tres naranjos de Guadix

El autor de El Principito no solo participó de aquella gesta sino que convirtió la aviación en poesía. “Vivíamos en el temor a las montañas españolas, desconocidas todavía, y en el respeto a los veteranos”, relataría en Tierra de los hombres. Cuando, en los días de tempestad, alguno regresaba con retraso de Alicante o Casablanca, exhausto y con la cazadora de cuero empapada por la lluvia, si un novato se atrevía a preguntar sobre su viaje las respuestas lacónicas levantaban “un mundo fabuloso, lleno de trampas, de escotillones, de acantilados surgidos bruscamente”. “Dragones negros defendían las entradas de los valles y haces de relámpagos coronaban las cimas. Aquellos veteranos alimentaban sabiamente nuestro respeto. Mas, de cuando en cuando, preparado ya para la eternidad, alguno no regresaba”. Recordaría también la lección de geografía que, sobre el mapa de España, le daría su amigo, el veterano piloto Henri Guillaumet, antes de emprender su primer vuelo de línea. Y así, tres naranjos cerca de Guadix, una sencilla granja de Lorca o la “serpiente” montañosa de Motril convertían la España de su mapa “en un país de cuento de hadas”.

La Aeropostal, que llegó a volar a 25 países, empezó su declive tras el crash de 1929 agravado por un conflicto de intereses políticos y financieros. Dos años más tarde desapareció, absorbida por Air France. Con su desaparición se desvanecía también, en palabras de Saint-Exupéry, una manera de pensar y de sentir.

Montse Morata es autora de la biografía de Saint-Exupéry Aviones de papel.

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