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Hace unos pocos años que el barrio de Sant Antoni despertó del letargo al que lo había sumido la indefinición. El cierre de su histórico mercado para su total renovación parecía un serio revés para estas calles que pertenecen al distrito de l’Eixample, aunque tienen poco que ver con la Barcelona más burguesa; que están cerca de Poble Sec, pero no tienen su aire canalla, y que tocan al Raval allí donde estaba el convento de Sant Antoni. El enorme mercado abierto en 1897 marcó la vida de esta zona y también la de los domingos, con sus paradas de libros de viejo, intercambio de cromos y sellos y venta de productos insólitos. De aquellos tiempos queda una herencia gastronómica elaborada con productos frescos, de mercado, y la costumbre de deambular las mañanas perezosas de domingo para hacer eso del brunch, que tan de moda está, o de regalarse un aperitivo de vermut y tapitas.
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Un bocado de Barcelona

El barrio de San Antoni derrocha creatividad en su oferta de ocio y compras

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