El gran desayuno

Si tenemos en cuenta que el hotel no se encuentra dentro de la almendra central de Madrid; que no es un hotel pequeño, ni familiar, ni con encanto; que su clientela mayoritaria son hombres (y mujeres) de negocios, viajeros corporativos en reuniones de trabajo o convenciones de empresas, invitados a banquetes, bodas, bautizos o cualquier otra celebración multitudinaria, amén de las tripulaciones que recalan aquí por su cercanía al aeropuerto de Barajas. Si tomamos en consideración todos estos factores y nos presentamos en recepción con la lección bien aprendida, el Meliá al que nos referimos es un alojamiento inolvidable.

La atención desde el momento en que se suelta el coche en el pórtico de entrada no se olvida fácilmente, aunque el garaje hay que pagarlo a 21 euros la noche. Los gestos amables continúan a lo largo del vestíbulo-pasillo, donde se apuestan varios empleados con el objetivo de ayudar al recién llegado. Todo son sonrisas.

Cierto es que a los dormitorios se les notan los años. No cabe tildarlos de obsoletos, pues las reformas han sido constantes durante las dos décadas que lleva el hotel abierto. Pero convendría una vuelta de tuerca a la decoración y a la morfología de los cuartos de baño, un aggiornamento estético que su clientela de siempre quizá celebraría. El aislamiento acústico sí pasa cualquier examen, qué bien.

Las instalaciones comunes casi no tienen comparación en todo Madrid. El centro de convenciones cuenta con 32 salas en 5.000 metros cuadrados que lo faculta para acoger hasta 1.000 personas con un servicio a prueba de congresos. El Wellness Center ofrece en sus mil metros cuadrados un gimnasio completo y un circuito termal con piscina dinámica, duchas de contrastes, pediluvio y zonas de calor. Además, bajo petición, el huésped puede utilizar el servicio propio de transporte al aeropuerto o al recinto ferial del Ifema.

Pero lo más apabullante es la sala del desayuno, en la planta baja, tanto por la limpieza y orden de las mesas como por la elegante disposición de las góndolas y los aparadores, repletos de elaboraciones culinarias muy cuidadas y mantenidas en su punto. Los churros, siempre recién hechos. La bollería, crujiente. La fruta, fresca y sabrosa. El café, a la temperatura debida. No en vano el desayuno figura entre los preferidos por los usuarios de las redes sociales.

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