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Escapadas

El jilguero de La Haya

La reapertura del Museo Mauritshuis, el 27 de junio, una buena razón para descubrir la ciudad holandesa

Isabel Ferrer
La Gouden Zaal, la sala dorada de la Galería Real de Pinturas Mauritshuis.
La Gouden Zaal, la sala dorada de la Galería Real de Pinturas Mauritshuis.

Johannes Vermeer, uno de los grandes maestros del Siglo de Oro holandés, legó a la posteridad dos de los cuadros más famosos de la pintura: Vista de Delft (1658-1660) y La joven de la perla (1665-1667). Del primero, el fallecido barón Thyssen, dueño de la colección que lleva su nombre, dijo que era “el más bello del mundo”. El otro es denominado nada menos que la Mona Lisa del Norte, aunque el brillo del pendiente que luce la chica holandesa es casi más enigmático que su mirada. Ambos están a punto de regresar a su casa en la Galería Real de Pinturas Mauritshuis, que se abrirá el 27 de junio en La Haya tras dos años de remodelación.

La Haya, que se estrenó en 1230 como coto de caza con estanque del conde Floris IV de Holanda, acoge hoy al Gobierno y el Parlamento. Es el hogar de los reyes, Guillermo y Máxima, y, sobre todo, la capital de la paz y la justicia internacionales gracias a los múltiples tribunales que alberga. Una cesta repleta que le permite medirse con Ámsterdam, ésta sí la capital de verdad, y mostrar su perfil medieval. Es la cuidada herencia de Guillermo II, que convirtió la residencia paterna en un palacio con un gran patio interior del que toma su nombre en holandés, Binnenhof.

Jilguero atado, obra de Carel Fabritius del siglo XVII.
Jilguero atado, obra de Carel Fabritius del siglo XVII.

Su heredero, Floris V, añadió la Sala de los Caballeros (Ridderzaal), el salón del discurso anual de la corona. El conjunto, muy hermoso y perfectamente integrado en el centro urbano, estuvo a punto de ser demolido entre 1806 y 1810, durante la ocupación francesa. En 1848, cuando la nueva Constitución consagró la democracia parlamentaria, se habló de barrer el Binnenhof, símbolo de monarcas antiguos. Salvado, aquí se concentra hoy el poder político. En cuanto al patio, es uno de los paseos clásicos de los guías.

En una torre del Binnenhof, aprovechada en su día por los condes como pabellón veraniego, tiene ahora su despacho el primer ministro. Desde sus ventanas puede verse la Mauritshuis, residencia hacia 1640 del príncipe Johan Maurits de Nassau-Siegen, gobernador de Pernambuco (Brasil). Convertido en museo en 1822, y a pesar de los cambios efectuados con el tiempo, el edificio original se había quedado pequeño para una de las colecciones más importantes de los maestros del Siglo de Oro. De ahí la ambiciosa remodelación actual, firmada por el arquitecto holandés Hans van Heeswijk. A Vermeer le acompañan colegas ilustres como Rembrandt, Frans Hals, Rubens, Van Dyck, Holbein o Carel Fabritius, el autor de la delicada tabla Jilguero atado (1654).

El regreso a la escena museística de la pinacoteca coincide con la publicación de la novela El jilguero, de la autora estadounidense Donna Tartt. Theo Decker, el chico del libro, sobrevive a la explosión que acaba con su madre. Carel Fabritius, el artista, murió a los 32 años en el estallido del almacén de pólvora que casi destruyó la ciudad de Delft. La escritora asegura que no sabía nada del pintor y solo buscaba un cuadro para su relato. Cuando vio el pajarito con la pata anillada, supo que podía empezar.

La fachada de la Mauritshuis, antigua residencia del príncipe holandés Johan Maurits de Nassau-Siegen.
La fachada de la Mauritshuis, antigua residencia del príncipe holandés Johan Maurits de Nassau-Siegen.

Una perla para Scarlett

La llegada de la novela a las tiendas es una feliz casualidad. Como la de La joven de la perla, de Tracy Chevalier, un éxito de ventas llevado al cine en 2003. Colin Firth encarnó al pintor Vermeer y Scarlett Johansson fue la seductora doncella.

Fuera de la galería de arte, La Haya ofrece tres espacios abiertos: Buitenhof, una plazoleta (buiten significa fuera) con cafeterías, restaurantes y un cine; Het Plein, parecida a una plaza mayor con terrazas a rebosar en días soleados, y Lange Voorhout, la avenida por excelencia de la ciudad. Carlos V la llenó de tilos en 1536, y casi quinientos años después de entre sus edificios imponentes destacan dos: el Palacio Lange Voorhout, residencia invernal de las soberanas Emma y Guillermina, y el Hotel des Indes.

En el primero se ubica el Museo Escher (Maurits Cornelis), dedicado al famoso artista gráfico creador de turbadoras ilusiones ópticas. Es uno de los imanes infalibles de la ciudad. Por el hotel, abierto en 1881 y renovado con exquisitez en 2006, pasó el político francés Aristide Briand, precursor de la unidad europea. En una de sus habitaciones falleció en 1931 Ana Paulova, la bailarina rusa. Y durante la II Guerra Mundial la dirección escondió con éxito a varios judíos en el palomar a pesar de las visitas de los oficiales nazis.

Javier Belloso

Al final del recorrido, la playa. Uno de los atractivos más asequibles de La Haya es su excelente red de carriles bici, que llega hasta Scheveningen, el distrito costero. Si se prefiere el tranvía, el número 24 (hacia Kijkduin) sale de la estación central y hace una parada en el Palacio de la Paz. Sede del Tribunal Internacional de Justicia de la ONU, es otro edificio emblemático visitable antes de pisar una orilla inmensa. El espacio más libre de una ciudad, La Haya, también llamada 's-Gravenhage, su apelativo elegante.

Guía

Información

» Galería Real Mauritshuis (www.mauritshuis.nl). Plein, 29. Diario, de 10.00 a 18.00. 14 euros.

» Museo Escher (www.escherinhetpaleis.nl). Lange Voorhout, 74. Martes a domingo, de 11.00 a 17.00. 9,50 euros.

» Palacio de la Paz (www.vredespaleis.nl). Carnegieplein, 2. Diario, de 10.00 a 17.00. Gratis.

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