Genarín, un santo borrachín
La procesión de San Genarín, en León, recuerda la noche de Jueves Santo a un popular bebedor atropellado por el primer camión de la basura que tuvo la ciudad hace casi un siglo
Irreverente, popular y provocadora. Genarín, una de las procesiones no religiosas más conocidas de España, que se celebra en León desde hace décadas en paralelo a la tradicional Semana Santa, es el contrapunto a la noche de Jueves Santo.
En busca de la leyenda del santo bebedor, pintoresca y bulliciosa, Genarín atrae a la ciudad a miles de personas en una satírica procesión por los bares y calles del Barrio Húmedo. El casco antiguo leonés se llena de gente que bebe orujo hasta que el cuerpo aguanta en recuerdo de Genaro Blanco, un popular borrachín, pellejero, mozo de estoque y muñidor que esa misma madrugada de 1929 falleció atropellado por el primer camión de la basura –apodado La Bonifacia‑ con el que contó la ciudad.
Los versos que presiden el arranque y cada parada del cortejo resumen perfectamente la celebración y su origen: “Y siguiendo tus costumbres / que nunca fueron un lujo / bebamos en tu memoria / una copina de orujo”. El popular poema se repite justo antes de cada parada para beber -hay quienes llevan su propia botella de casa- o para recitar versos irónicos, críticos e irreverentes, cual saetas de procesiones sevillanas, en lugares señalados de la vida callejera de este mitificado personaje.
La procesión, que llega a cruzarse incluso con algunas comitivas religiosas –la tradicional Procesión de los Pasos convive a primera hora de la mañana del Viernes Santo con los devotos más rezagados de Genarín-, comienza con la comida de hermandad de los paganos cofrades. Bacalao, sopas de ajo y una naranja de postre son el preludio de los primeros coletazos de orujo y el bautismo de aguardiente para los nuevos cofrades.
El hermano 'trepador'
Antes de la medianoche, los cofrades inician la procesión en la Plaza del Grano. Emulan los pasos vacilantes del santo hasta la Plaza de San Martín, desde donde los fieles que se van sumando a la comitiva se dirigen a la vieja muralla de la calle Las Carreras. Allí, el hermano trepador sube hasta el mismo lugar desde el que cayó Genarín justo antes de ser atropellado y procede a la ofrenda en su memoria.
Toda cofradía que se precie tiene sus pasos y Genarín no es menos. Abre la procesión uno con orujo, naranjas, queso (la dieta del santo) y una corona de laurel al pie de un trono en el que se aposenta un barril. Le sucede el paso con la imagen de Genarín, botella en mano, a la que sigue otra de la muerte incansable. Se recuerdan también los milagros de Genaro Blanco: desde la redención de una prostituta -la Moncha- que abandonó el oficio después de encontrar su cadáver, hasta un gol que metió la Cultural Leonesa, un enfermo de riñón que se cura o el más reciente de un leonés que llega a presidente del Gobierno.
El cortejo y su parafernalia, parodia pagana de las procesiones religiosas de la Semana Santa leonesa (declarada de Interés Turístico), sobrevivieron al franquismo, que fue incapaz de erradicar esta impía celebración popular. Aunque fue prohibida en 1957, se mantuvo viva en la clandestinidad. No en vano entre los cofrades y personas vinculadas a esta celebración hubo destacadas figuras del movimiento social, cultural, sindical y político que contribuyeron en León a la llegada y consolidación de la democracia. Es el caso del poeta y premio Cervantes Antonio Gamoneda, del escritor Julio Llamazares, quien plasmó las vivencias del pellejero en El Entierro de Genarín, o, hasta hace poco, del histórico líder sindical Fermín Carnero, a quien se recordará especialmente este año tras su reciente fallecimiento.
El Jueves Santo en León es, por tanto, una cita apta para devotos de todos los registros. Tanto de quienes disfrutan del misticismo y la solemnidad de una de las Semanas Santas de mayor raigambre como de los que prefieren romper con clichés para darse al exceso y a la diversión. Para unos y otros se sirve la tradicional limonada semanasantera, de vino y frutas.
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