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Disfruta a tope del mar

Desde un bar submarino en el Mar Rojo a una playa salvaje del Caribe colombiano Lugares donde vivir y sentir el agua, las olas y la brisa marina

El acantilado de Beachy Head, en East Sussex (Inglaterra).
El acantilado de Beachy Head, en East Sussex (Inglaterra).Malcolm Park

Refrescante, salvaje, relajante, hipnotizante... hay millones de adjetivos para calificar el mar y muchas formas de contemplarlo. Los viajeros de Lonely Planet han escogido las mejores experiencias y los mejores puntos de vista para disfrutar con los cinco sentidos de mares, océanos, playas y fondos submarinos. Su selección incluye playas de colores que van desde el caramelo y dorado hasta el negro intenso de las arenas volcánicas; aguas que incluyen tanto las gélidas corrientes árticas como los cálidos mares tropicales; reflejos que alternan los verdeazules de las lagoons coralinas con las crestas blancas y brillantes de las grandes olas que persiguen los surfistas. Podremos elegir también el punto de vista: desde las alturas de los acantilados más impresionantes, hasta el azul más salvaje de los fondos submarinos. Este es un decálogo de sugerencias para disfrutar de unas vacaciones junto al mar.

Desde la cresta de una ola

(Puerto Escondido, Oaxaca, México)

Cada vez que una ola descarga su ímpetu sobre la costa, las endebles chozas de la playa se estremecen y sus cristales vibran. La versión mexicana de Pipeline es una ola aterradora; perfecta y peligrosa por igual. Los surfistas mantienen una sana competición por deslizarse sobre sus enormes olas cavernosas que forman tubos de un grosor difícil de comparar. Otra gran ventaja es que esta no es la única ola de la zona: en esta franja salvaje y abierta del Océano Pacífico hay otras muchas playas donde ponerse a prueba sobre una tabla. El consejo de Lonely Planet: viajar entre marzo y octubre, los mejores meses para surfear, y sobre todo mezclarse con las gentes del lugar y disfrutar de la animada vida local.

Desde una hamaca

Playas de Kerala (India)

Las playas del estado indio de Kerala figuran entre las mejores del mundo para colgar una hamaca. A priori, no son de las que más entusiasman a los viajeros-playeros, pero los que prueban las recomiendan sin reservas. Al abrigo de los 600 kilómetros de la costa de Kerala se despliega una sucesión de arenales con cocoteros, sosegadas olas y el azul de las aguas. Cuentan con grandes complejos turísticos, como el de Kovalam, pero también con lugares deliciosos donde desgastar la hamaca mientras se contemplan increíbles bahías vírgenes o extensiones de arena tan grandes que parecen un espejismo. El consejo de Lonely Planet es contemplar la puesta de sol desde el spa de la playa Papanasam de Varkala, al que se llega siguiendo la senda de peregrinos desde Thiruvanathapuram, a 42 kilómetros.

Desde un rincón del ‘fin del mundo’

Islas Kai (Indonesia)

Hay quien dice que estas remotas playas de arena blanca son las mejores del mundo. El desarrollo se ha ralentizado en el archipiélago Kai, así que las playas siguen siendo vírgenes, están tal y como las creó la naturaleza. A quienes no les gusten la arena blanca, el agua azul, los extraños y multicolores pájaros, los peces llamativos y los maravillosos arrecifes de coral, mejor que se queden en casa; los demás, que disfruten todo aquello. El consejo de Lonely Planet: alojarse en las sencillas cabañas de playa que la gente del lugar ofrece en Pasir Panjang o Kei Kecil (conviene asegurarse de que el precio incluye el reparto diario de agua y comida).

Desde una piragua

Prince William Sound (Alaska)

En el norte también hay playas. Viajamos al extremo más septentrional del golfo de Alaska, donde parecen realmente de otro mundo: los glaciares, el aire frío, las cumbres que se reflejan en el agua y la arena negra enmarcada por colinas verdes y hielos azulados. El complemento perfecto es la vida salvaje de la región: focas comunes, nutrias, ballenas, águilas y osos, entre otros. El consejo de Lonely Planet: comprobar que este es el paraíso del piragüismo. Y si remar en piragua suena un tanto temerario, otra opción es hacer un crucero en las inmediaciones del glaciar (www.princewilliamsound.com).

Desde lo alto de un acantilado

Beachy Head y Seven Sisters (East Sussex, Reino Unido)

Hay que tener valor para asomarse a algunos de los precipicios que existen por todo el planeta, azotados por las olas, cubiertos de nieve o increíblemente antiguos. Entre los lugares más deslumbrantes del mundo sobresalen los acantilados de Beachy Head, en la costa suroriental de Inglaterra. Esta pared de roca blanca, que parece infranqueable, protege un tramo de costa inglesa que da al Canal de La Mancha. Las tierras altas de los South Downs están formadas por las Siete Hermanas y se extienden a lo largo de varios kilómetros antes de ascender para convertirse en la barrera natural por excelencia: el Beachy Head, con 162 metros de altura, el acantilado de caliza más alto de Gran Bretaña. El consejo de Lonely Planet: aprovechar para recorrer el camino de los South Downs, de Exceat a (www.nationaltrail.co.uk/southdowns).

Desde un bar submarino

Red Sea Star (Eilat, Israel)

El Red Sea Star es como la guarida submarina de Stromberg en el film de James Bond La espía que me amó. Se encuentra a cinco metros de profundidad en el mar Rojo, en Israel. El interior de este bar restaurante podría ser el salón de la vivienda de una sirena, con taburetes con forma de medusa, lámparas de estrella de mar y amplias ventanas por donde peces curiosos y otras criaturas observan a los clientes ante sus fuentes de marisco. El bar submarino abre a las diez de la mañana hasta la una de la madrugada (www.redseastar.com).

Desde las profundidades marinas

Great Blue Hole (Belice)

El Gran Agujero Azul es uno de los lugares más sorprendentes del planeta y está declarado patrimonio mundial por la Unesco. Desde arriba, parece una pupila que nos observa; desde dentro, es un hoyo en el océano y todo un lujo para los buceadores: con 400 metros de diámetro y bordeado por arrecifes, tiene 145 metros de profundidad. A unos 40 metros aparecen las formaciones que atraen a submarinistas de todo el mundo: estalactitas marinas de hasta 15 metros de largo. La vida marina sobresale por su ausencia (quizá no aparezca ni un pez), pero pudiendo nadar entre estalactitas, ¿quién quiere nemos? El consejo de Lonely Planet: hacer una excursión de un día. La inmersión solo se recomienda a submarinistas expertos.

Desde una isla desierta

Atolón Caroline, (República de Kiribati)

El Pacífico Sur es el mejor destino para ver islas desiertas. Hay miles, como las que forman la República de Kiribati, un país de 32 atolones y una isla de coral, tan aislado de la civilización que es una de las zonas más remotas del mundo, con un arrecife de laguna extraordinario. El atolón Caroline, 4.200 kilómetros al este de la capital, Tarawa, es un pequeño grupo de islotes (13 kilómetros de largo y 2,5 de ancho), cuyo aislamiento le ha permitido mantenerse prístino. Sus corales brillan lozanos junto a otras especies, como almejas gigantes, cangrejos de los cocoteros y peces napoleón.

El atolón es parte de las islas Line. El consejo de Lonely Planet: para llegar se puede volar con Air Kiribati (www.airkiribati.com.au) y Coral Sun Airways (www.coralsunairways.com) que ofrecen vuelos nacionales.

Desde un paraíso tropical

San Andrés y Providencia (Colombia)

Este archipiélago colombiano es uno de esos muchos paraísos tropicales que se pueden encontrar en el Caribe, pero en este caso con el atractivo de ser poco conocido y de tener un pasado de aventuras protagonizadas por ingleses, jamaicanos y piratas. También gozan de una gran influencia rastafari y estamos seguros de que no es necesario que expliquemos los tesoros relacionados con esa cultura. Lo que sí diremos es que sus hermosas playas, cuevas, calas y pozas se unen a la arquitectura local y mucho reggae, ron y cócteles para proporcionar un ambiente placentero y sensual. Lonely Planet recomienda como imprescindible visitar el islote perfecto de cayo Johnny. Los barcos zarpan del puerto cercano al acuario Decameron.

Desde un faro

(Marjaniemi, Finlandia)

Para experimentar lo romántico de vigilar un faro (tormentas, viento constante, romper de olas oceánicas), nada como pernoctar en uno. Llegar a la isla de Hailuoto en ferry añade un toque de aventura náutica. Pero hay que darse prisa: la recuperación continental (la tierra que resurge tras estar comprimida por el peso de los glaciares en la edad del hielo) unirá pronto la isla a la península. El consejo de Lonely Planet: el hotel Luotsi (www.luotokeskus.fi) alquila habitaciones en la antigua casa del vigilante. En invierno, el hotel abre solo para grupos.

Todas estas experiencias y hasta 2000 más, aparecen recogidas en las guías Lonely Planet ‘1000 experiencias únicas’ y ‘1000 lugares únicos’, publicadas en español por GeoPlaneta.

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