Miami Beach, escenario de neón
Las fachadas de colores de Ocean Drive conviven con el desfile de la gente en un espectáculo único
Las casas de color caramelo, el sol dando fuerte en las fachadas, las piernas rasuradas (de los hombres) y las camisetas, de ellas y ellos, rebosantes de materia carnal. La belleza un tanto pastelera y el aire de permanente pasarela de sus calles más céntricas no deben ocultar, sin embargo, el hecho de que la zona sur de Miami Beach, la llamada South Beach, es la población del mundo con mayor abundancia de arquitectura art déco, y no me olvido de Casablanca, donde ese estilo años 1930 ocupa manzanas enteras del centro, un tanto dilapidado y sobre todo mezclado -en simbiosis de mucho encanto- con la inspiración morisca.
En pocos años, desde la última vez que estuve, Miami Beach, separada de la gran ciudad propiamente dicha, el downtown, por las aguas de la bahía Vizcaína (Biscayne Bay), ha cuidado, remozado y se ha tomado en serio su patrimonio arquitectónico, que es posible ver -ahora reluciente- en sus exteriores, pero también conocer por dentro gracias a las visitas de un poco menos de dos horas (sin reserva previa) organizadas por la Miami Design Preservation League (MDPL), situada en el número 1001 de Ocean Drive, la larga avenida playera de South Beach. A poca distancia de esa sede de la MDPL se encuentran, frente al parque Lummus, algunos de los hoteles art déco más hermosos, como el Congress, que sin embargo no atrae tantas miradas y fotografías como el edificio contiguo, un palacete de estilo ecléctico. Allí vivió y allí, en la escalinata de entrada, fue asesinado por un ocasional amante despechado el modisto Gianni Versace, que regresaba de desayunar, como era su costumbre, en el delicioso y cercano News Café, sitio muy recomendable por sus infusiones y la amplia selección de prensa internacional que ofrece. Hoy esa pequeña mansión versacesca con vistas al océano Atlántico es un hotel de lujo, miembro de la restringida cadena The Small Leading Hotels of the World, y tiene en la puerta un portero de tanto empaque como impermeabilidad, puesto allí, tras una verja, para ahuyentar a los morbosos que no dispongan del dineral que cuesta alojarse en las habitaciones del establecimiento.
Un cuáquero audaz
South Beach fue la primera extensión de esa lengua de tierra deshabitada que llamamos Miami Beach en ser urbanizada, a partir de 1907, por el impulso personal y la astucia inversora de un tal John Collins, granjero cuáquero originario de Nueva Jersey que llegó a la isleta en 1907 con la intención de plantar cocoteros. Las plantaciones no prosperaron, pero Collins, que da nombre a la más larga avenida de Miami Beach, decidió edificar en lo que entonces era una inhóspita marisma plagada de mosquitos. El gran desarrollo urbano llegó en la década de 1930, si bien la construcción de villas, que hoy en su inmensa mayoría son hoteles, se extendió hasta los años cuarenta. De ahí que muchos de esos edificios luzcan un art déco de menos aristas, menos metal y vidrio, y un espíritu geométrico alejado del rigor del racionalismo europeo.
El espectáculo de la gente
Aunque todas las calles de South Beach ofrecen ejemplos del estilo, la citada Ocean Drive tiene la mayor concentración de ellos. Mis favoritos, aparte del Congress Hotel, son el Imperial (de 1939), el Colony (1935) y el Leslie (1937, ahora en restauración), diseñados, respectivamente, por L. Murray Dixon, Henry Hohauser y Albert Anis, tres de los arquitectos más reputados. Continuando por Ocean Drive en dirección norte se encuentran el Winter Haven, de elegante línea quebrada, y el Cavalier Hotel, realzado por unos paneles decorativos de intenso colorido. Sé por experiencia que residir en cualquiera de esos hoteles en primera línea de la avenida tiene sus inconvenientes. El gentío, las voces de reclamo de los camareros de sus ininterrumpidos restaurantes, y el chillón espectáculo de drag queens en el Palace, un bar gay muy concurrido día y noche, no ayudan al reposo del viajero. Son por ello más recomendables (y no menos bonitos) los pequeños hoteles de Ocean Drive a la altura de las transversales calles 14 y 15, donde apenas hay bares y terrazas para comer. También es tranquila, en comparación, la punta sur de South Beach, con su agradable South Pointe Park, que merece además el desplazamiento porque allí se encuentra el mejor restaurante de marisco y pescado de Miami Beach, el Joe's; pese a sus enormes (y graciosamente destartalados) salones repartidos en varias dependencias, rara vez se encuentra mesa para la cena.
La morfología arquitectónica de South Beach tiene sus enemigos, que hablan, y no les falta razón, de la naturaleza escenográfica, o hueca, de esas casas pintadas como puertas. Pero también Venecia, como dijo el poeta, es un mar de los teatros, al que nunca nos cansa asistir como espectadores boquiabiertos. La teatralidad rampante de South Beach alcanza su paradigma en The Delano, un hotel en la parte alta frecuentado por famosos y aspirantes a serlo. Su exterior no destaca entre tanto rival (es un déco tardío de 1947), pero su interior es un gozo para los ojos desde que, en 1994, lo redecoró Philippe Starck. El juego de sus desproporciones y sus trampantojos no cesa en ningún rincón, ni siquiera en la piscina con asientos, ocupada siempre por los cuerpos más vistosos del lugar.
» Vicente Molina Foix es autor del libro de relatos El hombre que vendió su propia cama (Anagrama).
Guía
Cómo ir
» Iberia (www.iberia.com) vuela a Miami desde Madrid y Barcelona a partir de 540 euros ida y vuelta.
» American Airlines (www.americanairlines.es) y Delta (www.delta.com) vuelan con una escala, desde 495 euros.
Información
» Patrimonio Miami (www.mdpl.org).
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